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La moda del pasado

Voluntarios de la Historia

Los grupos que reconstruyen la Historia como afición crecen en la provincia

Javier García, de Forjadores del Tiempo, posa vestido de tercio español con montante en Villena. AXEL ÁLVAREZ

Cuando David García hace como que se cruza con otro viandante, la punta de su daga vizcaína sale impredecible del interior de su capa con destino a las costillas del gentilhombre al que acaba de saludar con un noble gesto. El público ríe al comprobar por qué se había presentado como «el típico rufián del Siglo de Oro». Cuenta a los vecinos de un pueblo de Valencia a través de un anacrónico altavoz que lleva colgado del pecho que él y muchos otros hombres de la España donde no se ponía el sol matan para poder sobrevivir en las calles. Junto a sus hermanos Javier y Ana y el resto de recreadores del grupo con base en Villena Forjadores del Tiempo forman una especie de museo viviente que se han desplazado hasta Rafelbunyol para dar a conocer lo que han averiguado de los siglos XVI y XVII fabricando sombreros, armando mosquetes y manejando espadas como las que se usaron hace 400 años para asentar los cimientos de la sociedad que vivimos hoy.

La alcoyana Virginia Rodrigo practica la recreación histórica más desde dentro, dando vida al personaje con que se encuentra más cómoda. «Hago de costurera», cuenta riendo esta modista que de lunes a viernes compone y vende sayas, túnicas, casacas y vestidos. Durante los eventos de fin de semana se emboza en ellos. Ahora está en Belmonte, cuyo castillo vuelve a acoger el Torneo Internacional de Combate Medieval y donde los recreadores encuentran el entorno perfecto para reconstruir el ambiente de los duelos de caballeros que obsesionaron a Europa durante el siglo XIV. Quienes llevan zapatillas y gafas de sol graban con el móvil. No saben si ven una performance, una obra de teatro, una fiesta de disfraces o una jornada museística con actores.

La recreación, una actividad nacida hace 40 años en EE UU por aficionados a la Historia que querían revivir su guerra civil, reúne elementos de todas estas actividades, pero los rebaña de un rigor histórico que la convierte en una disciplina más próxima a la arqueología experimental que a las fiestas de moros y cristianos, y en una afición «que tiene más que ver con lo que pasa en el MARQ que con lo que hay en Terra Mítica», como explica un aficionado alicantino.

Lo llaman hacer una «cápsula del tiempo». «Los historiadores miran la Historia desde arriba; nosotros lo hacemos desde abajo», explica David García. Sus miembros se apasionan con una o varias épocas y aprenden a entender cómo se vivía en ellas con sus propias manos: tiñen lanas, cosen cuero, blanden armas, construyen con barro y hasta cocinan con los mismos ingredientes. Lo hacen en sus propias casas durante su tiempo libre para después recrear sociedades pretéritas en los eventos de fin de semana, donde dan vida con diferente grado de inmersión a uno de sus habitantes. Como sabe cualquier festero, basta un buen traje y el ambiente adecuado para que la persona se deje poseer por el personaje durante varias horas. Como caballeros templarios, enfermeras del bando aliado en la Segunda Guerra Mundial, como requetés carlistas o augures de la Hispania romana; los recreadores forman parte de asociaciones culturales -rara vez se convierten en empresas-, que se costean su indumentaria, coleccionan o fabrican objetos propios del tiempo que reviven y recorren «como mínimo 300 kilómetros» según David cada sábado y domingo para reunirse con los todavía escasos aficionados que comparten esta pasión que empieza a despertar en España.

El pasado está de moda. Inspira casi todas las series del prime time y nutre de argumentos la actualidad política. Y desde que ficciones basadas en hechos reales como Isabel o Carlos cuentan con recreadores expertos para su ambientación, y museos como el MARQ prefieren apoyarse en ellos antes que contratar actores para sus exposiciones, el respeto hacia esta actividad aumenta. Aunque en Alicante, como casi en el resto del país comparado con el extranjero, la recreación se encuentra en «pañales», como apunta el alicantino Vanderley Tejeiro, tres asociaciones dedicadas al Medievo, Barroco, Edad Romana y época napoleónica empiezan a desarrollar esta práctica en el entorno cercano.

«No es que vayamos muy lentos con la armadura; es que en las películas lo hacen demasiado rápido. No puedes moverte más deprisa con 35 kilos de metal encima». Miguel Segovia, alicantino y capitán segundo de la selección española de combate medieval, tiene el físico de un habitual del crossfit y dos años de experiencia peleando con escudo y bracamarte en lizas de toda España y parte del extranjero. No es un recreador, pero esta disciplina que aspira convertirse en deporte y que tiene uno de sus mejores exponentes este fin de semana en el castillo de Belmonte, exige que las piezas de armadura, el acolchado interior y las armas daten del mismo periodo y región. Es un factor clave de esta afición: la precisión de emblemas, materiales y ropajes.

Manuel ha averiguado a ras de suelo lo mismo que sabe por el estudio de textos Manuel Olcina, director del museo arqueológico alicantino: «los combates medievales no podían durar demasiado porque era agotador, eran cortos y muy violentos». «A los pocos minutos, no puedes ni levantar el brazo, te cuesta respirar porque falta oxígeno dentro del casco y lo normal es que acabes abrazado al otro tratando de recuperar fuerzas», apunta el combatiente. La investigación académica y la recreación ofrecen al final dos visiones de la misma historia.

A muchos reconstructores les ocurre que han investigado tanto un contexto partiendo de una indumentaria o un objeto que ya sufren más que disfrutan experiencias pseudo históricas como un taquillazo de época o un mercado medieval -la famosa Fira de Cocentaina fue y sigue siendo un espectáculo-. Desde el Jaume I con cota de malla de purpurina escoltado por duendes que ha participado en algunas celebraciones del 9 d'Octubre en la provincia hasta éxitos como Alatriste o Troya se convierten en trámites penosos para quienes han pasado más horas que los productores buscando referencias de esas épocas. «Alatriste está bien, pero eso de ir por debajo de las picas cortando piernas es imposible», asegura David, vestido de soldado de un tercio español. Ha estado varias veces en un bosque de lanzas como estas y está de camino al que se va levantar en Groenlo, Holanda, a finales de mes.

Aunque existen citas de inspiración civil, la mayor parte de la recreación actual se mueve entorno al mundo militar. De hecho, el evento que según los aficionados marca la excelencia en Europa es la reconstrucción de la batalla de Hastings, acaecida en el año 1066. Con más de 30.000 personas en el público, participar en ella no es fácil. «Tienes que ser invitado y te miran hasta el forro de los guantes. Si llevas botas con suela de caucho en lugar de cuero, estás fuera», explica Carlos Huezo, aficionado a la reconstrucción e instructor de la sala de esgrima histórica Tercio Viejo de Alicante. Cuenta que en España, donde esta práctica cuenta con apenas 20 años de desarrollo, «la mayoría de los grupos tiene una actitud más laxa».

Existen varios niveles en la recreación. El primero o «farb» carece de prestigio entre los aficionados y es propio de novatos -«a veces ves algunos eventos en los que los vecinos quieren participar y se van al Juguetilandia a vestirse», cuenta Virginia con cariño-. En el más extremo, con un buen ejemplo en un capítulo de la serie House of cards en el que un recreador de la guerra civil se olvida incluso de que está ante el presidente de EE UU, es posible que un niño que visita con sus padres un poblado vikingo reciba un grito del herrero en lugar de una explicación amable tras preguntarle por su labor. Tejeiro, un militar alicantino que forma parte del grupo Battle Honours -con actividad en todo el país- asegura por ello que «aquí de momento somos simpáticos, nos reímos en los eventos y nos abrazamos después de las batallas». «Eso sí, te escondes para beber agua en botella o para fumar», añade.

Desde hace dos años da vida «a un caballero del siglo X, un miliciano de infantería del XIII, a un musulmán también de milicia del XII» y a soldados de los tercios del XVII, de la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial. La regla en las batallas es marcar el golpe y garantizar la seguridad. «Siempre hay algún flipao que hay que darle un toque para que se calme», señala David.

Así, es el segundo nivel de inmersión es el que practican la mayoría de grupos alicantinos y españoles; se tiene vocación de autenticidad en materiales, fabricación y comportamiento, pero «sin dejar de ser prácticos», como apunta el recreador villenero. Esto quiere decir que durante la reconstrucción de la batalla de Alarcos o en las actividades del Congreso Internacional de Don Juan Manuel, en Villena, llevarán ropa interior actual por comodidad, o buscarán cierres contemporáneos para un complemento de vestir poco visible. «Aquí no podemos llevar lana porque hace mucho calor; nos tenemos que ir al lino y al algodón», cuenta David.

Además, y como explica la modista y recreadora alcoyana, «un vestido cosido a mano es mucho más caro» que los pespuntes de máquina. Recrear no es una afición barata: una armadura de cota de malla normanda como la de Huezo ronda los 600 euros «por internet», una armadura rígida completa como la de Segovia, más de 2.000 euros. A veces, pese a que la red ha disparado el coleccionismo y la fabricación propia, no existe más opción que encargar a especialistas. «Esta semana me han pedido una sotana polaca de la Segunda Guerra Mundial», afirma la modista.

«Somos informáticos, fisioterapeutas, electricistas, médicos, militares... No hay un perfil único de recreador». ¿Frikis? «Bueno, aquí todo el mundo sabe quién es Darth Vader», ríe David. «La serie El Ministerio del Tiempo nos gusta mucho a todos, y la verdad es que nos ha venido muy bien», asegura el villenero. «Así puedes hablar por móvil aunque vayas de mendigo del siglo XI en un evento: dices que eres un agente del ministerio», añade.

Rubén Ríos es secretario de Hispania Romana, una asociación que concentra a 12 de sus 40 miembros en la provincia. Explica que las autoridades de La Vila han conveniado con ellos la celebración del Festum Alonis, «una conmemoración de la población sobre la que se erige hoy La Vila» que ya ha celebrado cinco ediciones. Dentro de las actividades de este grupo está la recreación de actividades civiles de la España romana. «Hemos hecho venta de esclavos, bodas y vida en campamentos de soldados donde procuramos hacer "recreación gastronómica": nada de comer tomate o maíz», ríe este profesor de latín y griego que vive inmerso en la antigüedad.

Los buenos augurios o las órdenes militares en la lengua del imperio que lanza Ríos durante las recreaciones maravillan a los expertos en historia. «Lo que hacen los grupos rigurosos es sumamente útil. Gracias a ellos sabemos cuánto tiempo podían caminar las legiones romanas, o ver cómo se trabajaban los muros de piedra, y eso en arqueología lo tocamos mucho. Viendo su trabajo entiendes muchas cosas. Cuando vienen de la fuente primaria, y la desarrollan, puedes contar con ellos para el museo sin dudarlo», resume Olcina.

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