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Serendipia

Así en la revolución como en el juego

El videojuego Assassin's Creed: Unity (Ubisoft, 2014) caldeó el espíritu republicano de media Francia con su visión de la Revolución francesa

Assassin's Creed: Unity.

Au coeur de la Révolution se publicó hace ya más de 4 años, pero cuando lo rescaté para abordar este artículo, no tardó más de unas páginas en restregarme su vigencia. Tanto por la peculiaridad del suceso que trata, la revisión de los acontecimientos de la Revolución francesa llevada a cabo por los historiadores que trabajaron en Assassin's Creed: Unity, como por el testimonio que ofrece del sablazo político que esta superproducción del videojuego reabrió en su país, casi sin pretenderlo.

Y es que el caso de Assassin's Creed: Unity, quizás sea uno de los ejemplos más palpables de cómo la Historia y el videojuego pueden confabularse para revivir un pedazo del pasado, hasta el punto de remover las conciencias de los jugadores más despreocupados. Qué digo jugadores, ¡hasta el punto de cabrear, incluso, a un país entero! Cuando ciertos defensores de la República se llevaron las manos a la cabeza al constatar los planteamientos del juego (¡Oh mon Dieu!), y decidieron hacer del oprobio su particular cruzada por los medios periodísticos y tertulianos ¿Jugaron, de verdad, todos estos políticos, intelectuales y demás comentaristas, a la plataforma de Ubisoft que tanto criticaron? Quién sabe. El caso es que nadie quedó contento con el producto. Para el excandidato presidencial Jean-Luc Melenchon, el juego constituía una «peligrosa propaganda» monárquica alentadora del odio a la República. Para el académico Hervé Leuwers, se nos mostraba una caricatura sangrienta de la Francia del siglo XVIII donde, «pasados los 5 minutos de juego, podían encontrase decenas de errores históricos». Para los directivos de Ubisoft, las afirmaciones de todos estos críticos caían en el error común de comparar su producto de entretenimiento, con los rigores de «una clase de Historia» Y, como era de esperar, entre una acusación y otra, no tardaron en señalar a los historiadores «responsables» de esta tragedia.

Desde el cadalso mediático, a Jean-Clément Martin y Laurent Durcot no les quedó otra que patearse los platós de televisión y las oficinas de prensa del país para justificar lo que, en realidad, fue una verdad a medias: Assassin's Creed: Unity nació como una ficción histórica, un producto, al fin y al cabo, para el entretenimiento; pero esta condición no lo fue suficientemente consistente como para atenuar las (sangrantes) libertades históricas que Ubisoft adoptó al estrenar el juego.

En Au coeur de la Révolution, Martin y Durcot exponen cómo se aplicaron muchas de estas licencias históricas haciendo caso omiso de sus investigaciones. Ejemplo de ello son los diversos anacronismos y desbarajustes que rodearon a la recreación de la Bastilla, al muro de los Fermiers généraux (los recaudadores de impuestos), o a la misma bandera tricolor de la República. También las extremistas y sanguinarias caracterizaciones de un pueblo parisino, mucho menos empáticas y racionales que las del monarca Luis XVI y sus servidores de palacio. Del mismo modo, se aportan en el libro pruebas de otras tergiversaciones que, esta vez sí, los historiadores juzgaron favorables en aras de una mejor jugabilidad; caso, por ejemplo, de las reducciones del plano callejero de Paris, o del sistema de túneles implementado en las catacumbas de la ciudad.

Por mi parte, les diré que -libros aparte- me divertí sobremanera compartiendo batallas y cabezas cercenadas con mis camaradas enragés, y que disfruté, igualmente, recorriendo cada recoveco de un París virtual, nunca tan detallado como hasta la fecha. Si me resultaron soportables las licencias históricas antes comentadas, o algunas de las enésimas reinterpretaciones de un «malvadísimo» Robespierre, o de un «pervertidísimo» Marqués de Sade, fue porque, sobre todos estos elementos criticables, siempre prevaleció otra sediciosa idea: En un momento como el actual, en el que los videojuegos tienen cada vez más influencia sobre la juventud y la educación, ¿qué proyectos históricos de la envergadura de Assassin's Creed: Unity han aportado estos políticos quejicosos, para cuya mayoría -no nos engañemos- las Humanidades resultan parcelas cada vez menos rentables?

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