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Ciegamente humano

Pedro Serrano publica un nuevo poemario de título deslumbrante, Heredar la nada, con el que obtuvo el Premio Tiflos 2016 para escritores con discapacidad visual

El poeta Pedro Serrano.

Pedro Serrano (Pinoso, 1963) es uno de esos nombres imprescindibles cuando se habla de gestión cultural en la provincia de Alicante, sobre todo como miembro del consejo editorial de Ediciones Frutos del Tiempo. Ahora bien, a su faceta de gestor y activista cultural, hemos de sumar una amplia y contrastada trayectoria como poeta, que se ha materializado, hasta el momento, en cinco poemarios: Poemas de amor y resistencia (1993), De la ironía sentimental (1995), Como flores en vasos (2001), Enlaces (2010) y Entran jazmines en casa (2015, Premio Tiflos 2013 para escritores con discapacidad visual). Heredar la nada, libro con el que Pedro Serrano ha obtenido nuevamente el Premio Tiflos, es, por tanto, su sexto poemario.

Heredar la nada cuenta con un magnífico prólogo del poeta Ramón Bascuñana, titulado Como un ciego con una pistola, que sirve, al mismo tiempo, como invitación a la lectura del volumen y como guía para navegar a través de las partes, composiciones y versos del mismo. En opinión de Bascuñana, el libro de Pedro Serrano es un «seco golpe en la mesa de la desilusión», un «poemario de un pesimismo atroz, descarnado y desolador».

El volumen tiene una estructura perfectamente trabada que se articula en siete partes, en las que podemos encontrar poemas en verso y poemas en prosa, generalmente breves, que perfilan una visión del mundo, pero también de la poesía y del lugar que ocupa el ser humano en todo ello. Así, la primera parte, Error de cálculo, incluye cuatro composiciones en verso y cinco en prosa. Arranca con un poema sin título de tipo celebratorio, que parece ofrecer una renovada lectura del tópico del carpe diem. La celebración, la luz y el verano presiden esta primera parte, que deja paso, en la segunda, Lugar aséptico, a cinco piezas de tono muy diferente que desembocan en uno de esos poemas que bien pueden savar todo un libro: «¿Y si todo fuera mentira? / Las lágrimas, los versos, la lluvia, / el dinero, las manos, los ángeles, / el verano, la muerte, los quirófanos, / los aromas, las cerezas, los pájaros, / las ciudades, los taxis, las luces, // tu sonrisa, tu pubis, tus ojos, / los hijos, los actores, los amigos, / la brisa, el mar, el deseo».

Ocho son los poemas que encontramos en la tercera parte, Improvisaciones escritas de pie, el últimos de los cuales termina con estos dos versos tan rotundos: «Dejad al poeta en el tacto, / pues de nada le sirve vuestra contemplación de la luz». De todas maneras, la parte central del volumen son las cuatro piezas breves que componen la cuarta serie, titulada Cuaderno de sombras, en las que el autor va recogiendo algunos de los temas que ha ido diseminando a lo largo de las páginas. A continuación, las dieciocho composiciones de Migración, breves y casi todas ellas con título, forman un pequeño cuadernillo dentro de Heredar la nada. De todas ellas, me quedo con algunos versos de Rogativa («Cuando el papel se acabe, / todo será perpetuo / en el hipnótico ordenador de sobremesa»), con Hora cero, Las diez negaciones y, sobre todo, Animal doméstico, poema que parece dialogar con algunas de las composiciones de Entran jazmines en casa.

El libro concluye con los cuatro poemas de Rutinarias, que admiten una lectura en clave contemporánea y social, y con los nueve de la última parte, una suerte de coda o postrero de la que toma su título el volumen y que, de alguna manera, sirve para reunir una última vez algunos de los motivos dispersos en las diferentes composiciones de Heredar la nada: la muerte, la pérdida de visión, la oscuridad, las palabras, el amor, la nada... y, al cabo, la vida. No es poco.

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