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Breccia

Astiberri reedita la adaptación de Los mitos de Cthulhu de Lovecraft, que Alberto Breccia y Norberto Buscaglia realizaron en 1974, considerada una obra maestra

Breccia

¿Se puede dibujar aquello que no se puede describir? El terrorífico universo de H.P. Lovecraft se basa precisamente en conseguir trasladar al lector esos miedos primordiales grabados a fuego en nuestros genes, ese pavor a aquello que es imposible de definir, a esas formas que se mueven justo cuando apartamos la mirada, apenas intuidas por el rabillo del ojo.

Los mitos de Cthulhu se han configurado como una ficción de culto que ha logrado construir un mito tan palpable que el Necronomicón del loco Abdul Alhazred es uno de los libros más buscados en las bibliotecas de todo el mundo. Un grimorio de terribles conjuros que, lógicamente, no podía admitir ilustración alguna: los arcanos símbolos que decoraban sus páginas eran advertencias contra una lectura que retaba la imaginación ante la descripción de formas sin forma, de colores desconocidos jamás vistos, de sonidos que nunca antes fueron oídos en la faz de la tierra? Imposible dibujarlos sin caer, posiblemente, en la misma locura que impregnaba las paredes de la Universidad de Miskatonic. Por lo menos, hasta que apareció Alberto Breccia. Uruguayo de cuyo nacimiento se celebra su centenario, argentino de adopción, Breccia ha sido uno de los mayores renovadores e investigadores de las posibilidades expresivas del cómic, mostrando una mutación continua de su estilo producto de la búsqueda y la eterna insatisfacción de un «historietista químicamente puro» como lo describió su hijo Enrique.

Sus primeros trazos en Vito Nervio emulaban con admiración los del maestro Milton Caniff, pero fue evolucionando vertiginosamente, primero jugando con las masas de tinta, con los contrastes, con la línea recta; luego, con las texturas, con el collage y con la hibridación de estilos. Encontró en el camino la complicidad de otro genio de la historieta, H.G. Oesterheld, con el que firmó obras maestras como Mort Cinder, donde su experimentación ya despuntaba, mostrando caminos que enterraban sus raíces tanto en el expresionismo como en la abstracción; o el intento nunca reconocido e inacabado de dotar a El eternauta de una profundidad gráfica que añadiera nuevas capas de lectura. Inquietudes que terminarían por liberarse totalmente cuando en 1973 acepta el encargo de adaptar ocho de los más conocidos cuentos de H.P. Lovecraft.

Con Norberto Buscaglia como responsable de los textos, Breccia se lanzaría durante tres años a una investigación incesante de cualquier técnica que pudiera aportar algo a la descripción de lo indescriptible: los lápices, la tinta y la aguada dejan paso al pincel seco, a las texturas, al collage, la fotografía, la trama mecánica? Recursos que desde la agresividad de un blanco y negro impactante logran mezclarse para dar paso a auténticas imágenes de pesadilla, a representaciones que se cimentan en la abstracción y el surrealismo para dibujar formas y entes que son reconocibles entre el caos de trazos y texturas.

Mientras detenemos la vista en las imágenes aparentemente confusas e incoherentes, las masas de grises comienzan a moverse y definirse: de repente, hay algo ahí. No hay palabras para describir lo inenarrable, para entender que lo que Breccia dibuja es puro terror concentrado en el trazo, es un miedo que penetra en las meninges y nos recuerda horrores primordiales, temores que ya teníamos en el vientre de nuestra madre sin que nosotros lo supiéramos.

Las adaptaciones al cómic de Los mitos de Cthulhu de Breccia y Buscaglia son traslaciones únicas de ese escalofrío que recorre nuestra columna cuando leemos a Lovecraft, pero multiplicado por unas imágenes que plasman lo que nuestra imaginación se negaba siquiera a intuir. Celebrando el centenario del dibujante, Astiberri ha reeditado este título fundamental de su obra, con una calidad de reproducción absolutamente exquisita que permite disfrutar todavía más de la genialidad de Breccia. O que nuestras pesadillas sean más imborrables, quien sabe?

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