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Esperando el invierno

Obtuvo el XL Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla con Un lugar difícil, su más reciente poemario

Esperando el invierno

La poesía de Karmelo C. Iribarren (San Sebastián, 1959) no solo no se agota con cada nuevo libro, sino que parece explorar nuevos caminos sin renunciar, por ello, a los presupuestos que la han ido construyendo en las dos últimas décadas, desde aquellos lejanos La condición urbana (1995), Serie B (1998) y Desde el fondo de la barra (1999). Cierto tono crespuscular siempre había presidido toda su poesía, pero ahora ese tono ha cobrado importancia y encaja a la perfección con esa épica de lo cotidiano que caracteriza su obra.

En Un lugar difícil, Iribarren recurre a la misma estructura que ya había empleado en Mientras me alejo (2017) y Las luces interiores (2013). Aunque el volumen se encuentra dividido en dos partes, es en la primera donde se agrupan casi todas las composiciones, y la segunda parte opera a modo de coda. En Un lugar difícil, la primera parte incluye cincuenta y dos poemas frente a la solitaria composición que integra la segunda. Como es habitual en la poesía de Iribarren, se trata de piezas breves de verso corto, todas ellas con título, en las que una serie de temas y motivos se dan cita: la ciudad, los bares, las noches, los paraguas, los trenes, los taxis, la lluvia, el viento, el mar, los domingos, el otoño, los atardeceres...

El volumen, dedicado al gremio de los libreros, se encuentra presidido por una cita de Antonio Machado. Y es que, no en vano, hay algo profundamente machadiano en la poesía de Iribarren, sobre todo en sus reflexiones sobre el paso del tiempo. En el primer poema del libro, «No es para tanto», el poeta ya se presenta como «un hombre de mediana edad», cuyo tiempo ha pasado («No es el mío este tiempo»), pero que todavía disfruta con el regreso de las golondrinas y la inminencia del verano («Por allí arriba»). Por fortuna, como señala en «Vivir», «[...] hay algunas cosas / (yo diría que bastantes) / que me sigue apeteciendo mucho / hacer: / el café en el bar / de abajo, / el paseo junto al río hasta la playa, / retomar un poema / que ayer tarde / no sabía muy bien a dónde ir, / releer El largo adiós de Raymond Chandler, / oír la lluvia junto a ti / desde la cama... // Dicho en una palabra: vivir».

Además de todos los ingredientes que ya se han señalado más arriba, hay uno que no puede faltar en la poesía de Karmelo C. Iribarren: el amor. En cierta medida, sus poemarios albergan siempre un pequeño cancionero amoroso, presente aquí en los versos de «Tu ausencia», «El poema de un mal día», «Para seguir adelante» o «Un gesto». En realidad, toda la primera parte de Un lugar difícil es un canto de despedida al verano y descripción del otoño («Mi mar», «Con sus pisadas de gato», «Octubre, pueblo costero», «La última luz del día», «Mar de octubre»..), pero también aparecen algunos personajes que pueblan la ciudad, el pasado o los recuerdos, como ocurre en «Retrato de gloria local», «Carta al padre», «El mendigo filósofo» o «La lluvia, los domingos, las mujeres»: «Los domingos / de invierno por la tarde, / sobre todo si llueve / y el frío se arrima a las ventanas, / las mujeres que te dejaron vuelven, / están contigo unos minutos / y se marchan otra vez».

La segunda parte del libro solo contiene un poema, «Ya lo veo acercarse» bastante más largo que el resto, en el que se le da la bienvenida al invierno. El tono crepuscular que preside Un lugar difícil puede leerse en clave literal o en sentido metafórico. Al cabo, Iribarren escribe sobre la grandeza de lo pequeño y habla sobre la vida, sobre la suya, claro, pero también sobre la nuestra.

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