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Ricardo Cases: «El salto al vacío es necesario en la vida para poder crecer»

Su obra está relacionada con los deseos profundos y universales del ser humano: luchar contra la banalidad, en un esfuerzo por trascender y confrontar su dignidad

Ricardo Cases: «El salto al vacío es necesario en la vida para poder crecer»

Ricardo Cases acomoda su contemplación a las expresiones del folclore contemporáneo, buscando la verdad del español entendido como un hombre de pueblo obligado a vivir en la ciudad, en la modernidad. Le interesa lo humano y antropológico; las pulsiones sinceras y universales que laten bajo la superficie banal, kitsch y poco glamurosa de la España actual.

Tienes tus raíces en Orihuela. Establecido en un primer momento en Bilbao (1992-1997), posteriormente te trasladas a Berlín (1998) y desde 1999 radicado en Madrid, desde donde te proyectas. ¿Te hubiera gustado seguir establecido en Alicante y desde allí proyectarte o ves que tu trayectoria no habría sido la misma?

Ni siquiera hubiera habido una trayectoria (fotográfica), es decir, que todo lo que soy y hago ahora está relacionado directamente con las cosas que han ido sucediendo desde el día que salí de Orihuela. Esto no quiere decir que sea mejor ni peor, sencillamente considero que la experiencia te transforma, te hace la persona que acabas siendo y el hecho de salir fuera a vivir provoca otro perfil, como el hecho de nacer en otro lugar o de convivir con otra familia. Nunca me hubiera dedicado a la fotografía si me hubiera quedado en Orihuela, seguramente hubiera sido un profesor de gimnasia entusiasta o un perito agrícola enamorado de las palmeras de San Antón.

¿Qué te impulsa a salir de Alicante y radicarte finalmente en Bilbao?

Que tras fracasar en las pruebas de acceso del IVEF (Instituto Valenciano de Educación Física) mi amigo y también fotógrafo Vicente Paredes me convenció para ir a estudiar Periodismo a la Universidad del País Vasco. Él se fue para allá un año antes porque le encantaba el rock radical vasco. Con esto quiero decir que, en mi caso, me gusta dejarme llevar por el fluir de la vida, por una intuición muchas veces disparatada que me hace sentir libre, ilusionado y esto está relacionado directamente con mi manera de proceder en todos los proyectos que vengo haciendo desde que uso la fotografía como herramienta de expresión personal.

¿Qué ansiabas?

De una manera inconsciente libertad, distancia con lo conocido, un salto al vacío, algo que considero necesario en la vida para poder crecer.

¿Lo encontraste?

Si claro, fueron unos años muy divertidos, iba como pollo sin cabeza por la vida, sin ningún tipo de vocación y muy poca formación, por pura intuición viviendo en un lugar muy exótico tanto por el paisaje como por la situación política.

¿Qué diferencias fundamentales, debilidades y fortalezas, estableces entre ambos lugares en cuanto al desarrollo de tu práctica artística y al propio sistema del arte?

No puedo decirte nada porque mi relación con este sistema comienza cuando ya no vivo ni en Orihuela ni en Bilbao.

¿Crees que puede mejorarse algo?

Mi experiencia en Alicante ha sido muy satisfactoria. He trabajado dos veces con Juan Fuster en la Mustang Art Gallery y en ambas he encontrado un gran respeto por mi trabajo y mucha profesionalidad. Lo mismo puedo decir de Ana Alarcón, una persona con un perfil muy necesario en un lugar donde aparentemente todo parece latente, con mucho potencial pero huérfano del estímulo de instituciones o iniciativas privadas. Con PhotoAlicante también he tenido una experiencia muy buena.

¿Algún proyecto pendiente a realizar en Alicante?

Ninguno y todos.

Un proyecto que cueste arrancar.

Quizás me resulta más complicado cerrar algún trabajo.

Un deseo.

Seguir trabajando.

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