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Gigantes dormidos

La provincia de Alicante acumula una larga serie de grandes infraestructuras culturales paralizadas durante años por problemas económicos y dificultades legales

Gigantes dormidos

Es un rastro vergonzante de mala gestión y de problemas que recorre la provincia de Alicante de norte a sur. Es una larga lista de infraestructuras culturales que acumulan años y años de retrasos y de incumplimientos. Es la herencia de los tiempos del despilfarro y de la falta de previsión; una colección de gigantes dormidos varados en el tiempo a la espera de que alguien los devuelva a la vida. Auditorios, salas de teatro, museos, estudios de cine y bibliotecas forman este singular catálogo de equipamientos que se han quedado en esa tierra de nadie que separa las promesas de los políticos de las realidades. Esta herencia afecta tanto a las ciudades grandes como a los municipios pequeños y supone una pesada carga, que impide a muchas localidades afrontar en condiciones una programación cultural.

La práctica totalidad de estas instalaciones frustradas remonta sus orígenes a los años del PP en la Generalitat. Son obras a medio hacer, paisajes amenazantes llenos de vigas y de rastrojos en los que apenas sí se han hecho los cimientos o proyectos totalmente acabados que permanecen con sus puertas cerradas a cal y canto. Cada uno de estos mastodontes culturales tiene tras de sí su propia historia, pero todos los relatos tienen en común una combinación de ruinas económicas, falta de realismo inversor, de electoralismo irresponsable y de problemas legales, que convierten su recuperación en una tarea muy complicada que se eterniza en el tiempo.

El actual presidente de la Generalitat, Ximo Puig, definió con el apelativo de «elefantes blancos» a esta inacabable relación de obras culturales a medio hacer. Con más buena intención que fortuna, el Consell del Botànic ha intentado a lo largo de los últimos cuatro años desenredar esta madeja. En muy pocos casos se ha logrado el éxito, en el resto se sigue luchando contra un mar de dificultades burocráticas y de limitaciones presupuestarias. La legislatura autonómica que empieza ahora será clave para muchas de estas actuaciones.

La larga espera de Benidorm

El centro cultural de Benidorm es el ejemplo prototípico de este tipo de situaciones. El plan para construir un gran complejo con un centro de congresos, un salón de actos y un conservatorio se pone en manos de la Sociedad de Proyectos Temáticos de la Generalitat Valenciana y se adjudica por 40 millones en el año 2007. Las obras se inician y con el recinto a medio construir acaban paralizándose en 2012 a causa de divergencias económicas con la empresa adjudicataria. Esta construcción, reivindicada como una primera necesidad por la villa turística, ha permanecido abandonada y sufriendo un importante deterioro a lo largo de los últimos siete años. El Consell de Ximo Puig se fija como objetivo reiniciar las obras y terminar durante su primera legislatura una primera fase del proyecto, en la que se incluirían el salón de actos para actuaciones y el conservatorio. Problemas burocráticos hacen que se consuman los primeros cuatro años del Botànic sin ningún avance aparente. Actualmente, se han superado estos obstáculos, la obra se ha sacado a un concurso al que han concurrido 14 empresas y se espera que la adjudicación se haga a finales del verano.

Un poco más al sur, en Aspe, el Consell de Francisco Camps inicia en 2011 las obras de construcción de una gran biblioteca pública, que incluirá sala de exposiciones, ludoteca y un salón de actos. El proyecto se incluye dentro del Plan Confianza y se paraliza en 2013 porque la empresa adjudicataria acaba suspendiendo pagos por falta de financiación del Consell. El presupuesto se ha disparado y ha pasado de 2,3 a 3,9 millones de euros. Ese mismo año se produce una segunda adjudicación sin que las obras lleguen a reanudarse. La futura biblioteca es desde hace seis años una estructura de vigas y pilares abandonados, que acumula basura y que ha acabado generando riesgos para un parque infantil que hay en la zona. La fama de esta chapuza cruza fronteras e incluso aparece en programas informativos de las televisiones nacionales.

Los responsables culturales del actual Consell dedican buena parte de la pasada legislatura a cumplir los trámites de retirada de las antiguas adjudicaciones, a revisar el proyecto y a reiniciar el proceso administrativo. Una vez cubiertos estos pasos, el gobierno autonómico confía en que las obras de la biblioteca puedan reanudarse en el año 2020.

La capital de la provincia tampoco se queda fuera de esta funesta relación de esperanzas frustradas y es escenario de uno de los proyectos culturales y económicos más escandalosos: la Ciudad de la Luz. El plan para convertir Alicante en sede permanente de rodajes cinematográficos internacionales, acompañados de una escuela de cine, se disuelve tras la decisión de la Unión Europea de cerrar las instalaciones por competencia desleal. La medida llega como un jarro de agua fría tras rodarse sesenta películas y tras realizarse una inversión de dinero público que se acerca a los 360 millones de euros. Lo que iba a ser un emporio para la industria audiovisual valenciana acaba convirtiéndose en un paisaje abandonado, en el que se suceden las noticias de multas millonarias y las subastas desiertas.

El actual Consell se plantea la necesidad de recuperar este patrimonio sin utilizar, pero ha de asumir la prohibición expresa de la UE de desarrollar en la Ciudad de la Luz actividades que tengan que ver con el cine o la televisión. Al final, se decide usar los edificios de oficinas como sede para el proyecto del Distrito Digital, dedicado a empresas tecnológicas e innovadoras. Los grandes platós quedan ahí durmiendo el sueño de los justos y esperando que con el paso del tiempo llegue algún tipo de solución para ellos.

Algo menos accidentado es el caso del Auditorio de Xàbia. El Ayuntamiento de esta localidad de la Marina Alta adjudica en 2017 por 2,4 millones las obras para construir un complejo cultural en el que destaca un teatro con 524 localidades. Los trabajos se inician y se paralizan a los pocos meses al pedir la empresa concesionaria una revisión al alza del presupuesto. Con el paso del tiempo se descubre que esta firma está «especializada» en presentar ofertas a la baja para exigir posteriormente aumentos con las obras en marcha, actuando así por lo menos en cuatro ocasiones diferentes. Esta situación obliga a la corporación a reiniciar el proceso desde cero, en mayo de este año se vuelve a adjudicar el proyecto por 2,6 millones de euros y se espera que el auditorio esté acabado en el plazo de 14 meses.

Museo interminable en Villena

Villena lleva 19 años batallando por el proyecto para convertir un antiguo y valioso edificio industrial del siglo XIX, conocido popularmente como la Electroharinera, en un gran museo que albergaría los fondos del Museo Arqueológico, incluido el Tesoro de Villena; una gran colección de material etnográfico, formada por más de 7.000 objetos cedidos por un particular y las instalaciones del archivo municipal.

Estamos ante un proceso interminable, que se inició en el año 2000 cuando el Ayuntamiento de Villena formalizó la adquisición de este inmueble singular de gran valor arquitectónico. La rehabilitación de este edificio se eternizó y aunque en diferentes ocasiones se anunciaron consignaciones presupuestarias, las obras nunca llegaban. El proyecto finalmente se incluyó en el Plan de Confianza y tras sufrir diversos retrasos se ejecutó durante la pasada legislatura. En 2018 se presentó el edificio remozado tras realizarse una inversión de 2,25 millones de euros.

Hay que señalar que la apertura de esta importante infraestructura cultural no se convertirá en una realidad hasta que esté terminado y aprobado el plan museográfico de las instalaciones. Dado el gran valor de los fondos exhibidos, estamos ante un plan de gran complejidad técnica, sólo comparable al de instituciones como el MARQ. Mientras tanto esta antigua instalación industrial permanece cerrada y sin uso.

Estos son algunos de los ejemplos más sangrantes de una larga serie de equipamientos culturales empantanados en un complejo laberinto de problemas económicos y de enrevesados procedimientos legales. Aunque en estos casos concretos existe el convencimiento de que las obras se terminarán algún día, hay que subrayar una circunstancia especialmente negativa: por el camino se han quedado numerosos proyectos menores pero igualmente importantes a los que los ayuntamientos han acabado renunciando ante la imposibilidad de superar la carrera de obstáculos que suponía su reactivación.

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