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Serendipia

Otra forma de enfrentarse al arte

La cantidad de información y de plataformas que complementan las exhibiciones actuales son tan abundantes que uno se llega a plantear la necesidad de visitarlas

Imagen de internet de la exposición de teamLab en la Fundación Telefónica.

La exposición del mes pasado del colectivo artístico teamLab en la Fundación Telefónica (Madrid) tenía buena pinta: instalaciones audiovisuales de gran formato, una visión del paisaje japonés a través de los últimos avances en tecnología digital? Mi idea era pasarme por allí y aprovechar la visita para completar esta columna. Pero, finalmente, no puse un pie en la sala. No se me pasó la fecha de clausura, ni tampoco las ganas de deambular entre las piezas propuestas por el colectivo. El problema es que, sin comerlo ni beberlo, me vi atiborrado de información. Tanta y tan completa, que parecía que ya había estado allí.

Comenzó bajo el «influjo» de los buscadores de Internet. Google, Facebook y otras plataformas web, que ya habían localizado mis consultas alrededor de la exposición y, cada cierto tiempo, me colaban nuevos enlaces sobre el tema (en el correo, en las redes sociales). De esta continua sucesión de noticias, pasé a tropezarme con varios documentales audiovisuales sobre el colectivo y su obra. En especial, con un programa bastante completito de Zoom.Net (TVE), que repasaba con esmero y sin dejarse un hueco, todas las salas de la exhibición. Ya, por último, y como asunto pendiente antes de la visita, me descargué los cinco archivos PDF, que ofrecía al respecto la propia página web de la Fundación Telefónica. Más de sesenta páginas dedicadas a la exposición, con guías específicas para el espectador y para centros educativos, con notas de prensa, con kits de fotos, y con entrevistas en vídeo.

Al final, no me quedaba hueco ni para una imagen, ni para un argumento más: podía dibujar las proyecciones de cada una de las piezas expuestas, tanto como recitar sus ideas principales, o desmenuzar (como había visto, también, en la diversidad de vídeos) las reacciones del espectador ante las piezas interactivas. Ya me había convertido en el visitante ejemplar. Colmado con la feliz seguridad de qué opinar y qué pensar antes de visitar la exhibición, o, incluso, ¡sin necesidad de hacerlo!

¿Se podría haber escrito, con todo ello, una reseña de la exposición sin acudir a ella? Sin duda. Cómo más de uno se lee únicamente las solapas del libro para alardear de su «lectura» en la sobremesa, o cómo otros son capaces de firmar críticas cinematográficas tomando únicamente como referencia el cartel del film. Ahora bien, ¿podríamos, en cambio, hablar con fundamento y con seriedad de esta experiencia sin contemplar la obra en directo? No lo creo.

Otro tema es la forma en la que complementamos hoy, estos hábitos. El caso de teamLab y la labor de la Fundación Telefónica, son un buen ejemplo de cómo las tecnologías digitales hormonan el marco de la experiencia artística, hasta elevar a la palestra este tipo de cuestiones. Y se pueden tomar otros tantos casos como los que realizan el Museo del Prado, el Thyssen, la Tate u otros centros o plataformas de arte como Google Arts & Culture o Artsy, cuyos servicios complementarios a través de Internet, las apps y demás tecnologías como la Realidad Aumentada o la Realidad Virtual, se esfuerzan por reescribir esta experiencia hasta traerla a las puertas de nuestra casa. Como si del repartidor de Deliveroo o Telepizza se tratase. Queda por ver si, con estas nuevas modalidades, no nos viciaremos a consumir arte al estilo «Fast Food».

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