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No tan efímero

La exposición Arquitectura y Arte ofrece la instalación de un montaje donde concurren las categorías vitruvianas: solidez, belleza y utilidad

Croquis del montaje expositivo. Luisa Martí

La Firmitas o solidez constituye una de las tres categorías que Vitruvio considera que debe ofrecer la arquitectura. Venustas o belleza y Utilitas, Utilidad o funcionalidad son las dos restantes. La firmeza o solidez fue entendida por el arquitecto de Cesar, y más delante de Augusto, no solo en cuanto está relacionado con la resistencia tectónica, también y sobre todo en la permanencia temporal de un edificio. Consigue que aquella transcendencia no perecedera le conceda rango e importancia. En principio este hecho pudiera excluir las realizaciones efímeras, impensables en tiempos pasados. Incluso las follies, destinadas a usos de ocio y entretenimiento participaban también de la trilogía vitruviana, muy en especial en lo referente a la belleza, pese a que las más de las veces eran auténticas frivolidades arquitectónicas.

Las exposiciones internacionales iniciadas durante el siglo XIX incluyeron construcciones, instaladas con permanencia temporal limitada, incluyendo presupuesto económico para su demolición o traslado a nuevo emplazamiento según los casos, cuando aquellos pabellones constituían la manifestación y proyección ideológica de los países participantes o también de los progresos científicos o industriales. Este es el caso de los pabellones de Alemania en la Exposición de Barcelona en 1929, de Rusia en París en la de 1925 o la de España en la misma ciudad en 1937, etc. La Torre Eiffel y la electricidad, fueron referentes de la industria o bien el maquinismo. Al respecto, podemos indicar la instalación de cada verano de una obra efímera patrocinada por la Serpentine Galery e instalada en Hyde Park, cuyas soluciones formales apartan evidencias de aquellos principios vitruvianos.

Arquitectura y Arte se encuentran en la intimidad consiste en una muestra producida por el Colegio de Arquitectos en Alicante, en la que se alcanza la coincidencia de obras plásticas realizadas por distintos arquitectos, entre otros Antonio Maciá, Francisco Leiva, Vicente Castillo, Liliana Palaia o Alejandro Ybarra, junto a algunos otros. En su totalidad recurren a emplear diferentes técnicas, así como formatos variados y distintas soluciones formales, no necesariamente arquitectónicas, aunque sí son germen de la disciplina.

El proyecto arquitectónico y la coordinación (detesto la palabra comisariar) de la muestra corresponde a Luisa Martí Tormo, quién tiene en su haber diferentes montajes de exposiciones. Destinado a ocupar un lugar anodino y gris, plantea una instalación autónoma que constituye y articula el espacio expositivo dentro del espacio, al que se entra a través de un paso protegido mediante una cortina liviana, sutil y traslúcida. Al otro lado surge la instalación a modo de espacio casi doméstico, construido con piezas de madera cruda, cuyo olor propio natural perfuma gratamente el ambiente. El pavimento está resuelto con textil para ser pisado descalzo, sin calzado, como había pensado Luisa Martí. La disposición espacial se desarrolla conforme al croquis de origen y partida, y se materializa en una sucesión de cuadrados de distintos tamaños dispuestos en enfilada, articulados siguiendo la perspectiva del eje central. Son, por tanto, cuadrados que sirven de soporte a las obras expuestas, así como para la iluminación específica y la discreta rotulación con los nombres de los autores y títulos de cada una de las obras. El elemento superior se materializa mediante un plano horizontal leñoso, que sigue los recorridos y circulaciones en planta. Siguiendo a W. Benjamin el corte longitudinal es descriptivo, mientras el transversal es simbólico: contiene los signos. En el eje queda instalada la iluminación, una recta blanca que se cruza con la del recorrido transversal, conformando así una cruz lumínica, que me trae a la memoria lo que A. Loos escribió en Ornamento y delito del año 1908: «todo arte es erótico. El primer ornamento que surgió, la cruz, es de origen erótico». En el resultado concurren las categorías vitruvianas, también la hegeliana de la belleza como ideal. Es una instalación con intención de perdurar, incluso en diferentes emplazamientos.

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