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El misterio de los telómeros largos y los ancianos vitales

¿Cómo es que cada una de estas células tiene una especie de contador interno que limita nuestra existencia?

La científica alicantina María Blasco. efe

Vivir más y vivir mejor, llegar a anciano con energía y salud son ideas presentes en muchas culturas que cortejan la longevidad mediante hábitos sanos. Quizá, en esta época de comida rápida y congelada sea preciso reflexionar acerca de qué vida vivimos si queremos envejecer sin perder el vigor y beneficios de algunos alimentos. No todo está relacionado en lo que se come sino también en lo que se hace aparte de comer, y ahí entra un factor existencial de construirse el sentido -con calma y sin tanta tonta prisa-. Cavilaciones aparte, el trabajo de María A. Blasco -bióloga molecular al frente del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas- y Mónica G. Salomone -periodista- explora todo lo que tiene que ver con los últimos descubrimientos el longevidad celular. En Morir joven, a los 140 recorre los testimonios y hallazgos de geriatras, paleontólogos, demógrafos y filósofos en torno a este tema fetiche de nuestra sociedad.

La vida no deja de ser un misterio fractal y expansivo, ¿cómo a partir de una sola célula se pueden generan doscientas cincuenta clases de células que nos conforman? ¿cómo es que cada una de estas células tiene una especie de contador interno que limita nuestra existencia?

Hay un mecanismo crucial a nivel de nuestro ADN. Los cromosomas las estructuras celulares que albergan la información genética. Y la clave está en los telómeros, que se localizan en los extremos de los cromosomas y que tras cada división celular se acortan. Si se acortan muy rápido, envejecemos antes y el camino de la entropía se abre paso. Las cosas algo han cambiado considerando que a principios del siglo pasado, la esperanza de vida era de unos 35 años, ahora supera los 83. Maria Blasco hace dos décadas que estudia los telómeros, que a modo de biomarcador determinan cómo y cuánto envejecemos. En 2008, Blasco dirigió una investigación que demostró que la telomerasa tenía la capacidad de retrasar el envejecimiento, tras inocular en ratones lograron extender su vida un 40%. El panorama de la vida siempre es impredecible, pero conocer y comprender los mecanismos biológicos que nos hacen llegar a ancianos es fundamental para poder imaginar cómo será el día del mañana. Hay una zona en Japón, Okinawa, donde la tradición local sigue las antiguas enseñanzas confucianas del Hara hachi bu que sería algo así como «come hasta que llenes ocho partes de diez». Es decir, come menos y restringe la ingesta calórica. Además la dieta local es rica en batatas, soja, artemisa, cúrcuma, melón amargo y algas marinas. En Okinawa viven las mujeres más longevas del planeta.

Esa alimentación y estilo de vida influye en los ciclos de replicación celular, protege los telómeros, y ayudan a ser un anciano joven y vital. Pues no solo es lo que comes, sino cómo lo haces, y cómo te estimulas cada día para seguir explorando la vida. Mi madre no es de Okinawa, pero me dice siempre «no te apresures» y acierta como el núcleo conceptual del libro de María Blasco y Mónica Salomone: cómo avanzamos en nuestro proceso vital determina como envejecemos, desestresar la cotidianidad -e ingerir menos calorías- ayuda a mantener los telómeros lozanos. No hay un elixir de la eterna juventud, pero sí modos de vivir con más templanza y telomerasa.

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