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Por amor al arte

Vivir de la cultura es una apuesta vocacional que choca con un sector marcado por la inestabilidad y la falta de continuidad en la actividad laboral

El realizador Xavi Cortés. información

En unos tiempos en los que ha hecho fortuna el concepto industria cultural y en los que los gobiernos han descubierto que la cultura puede ser un potente motor de desarrollo económico, los protagonistas principales de este proceso se enfrentan a una situación marcada por la inestabilidad y por la falta de continuidad en la actividad laboral. Vivir de la cultura en estos momentos de incertidumbres económicas y de precariedad laboral es una auténtica aventura, que obliga a desplegar una gran capacidad de adaptación a un mundo de realidades cambiantes en el que lo que es válido para hoy resulta totalmente inviable al día siguiente. Partiendo desde la más absoluta vocación, las personas que han decidido afrontar este reto vital hacen cada día una demostración de imaginación para reinventarse y para buscar soluciones a los innumerables problemas que presenta una sociedad en la que la cultura se sigue considerando mayoritariamente como un elemento secundario o simplemente accesorio.

Actores, escritores, directores de cine, músicos, pintores o libreros se han acostumbrado a enfrentarse con un ambiente hostil y han hecho de la necesidad virtud. Cada uno ha encontrado su particular camino para desarrollar una actividad que le apasiona y a la que no quiere renunciar por muchos obstáculos que aparezcan. Hay sectores que combinan su faceta artística con una profesión «normal», que les resuelve su economía diaria y que les permite mantener un alto nivel de libertad creativa. Otros han decidido dar el gran paso y dedicarse plenamente a la cultura, haciendo una combinación de proyectos más personales con otros más alimenticios, que les permite sobrevivir y mantener una cierta normalidad económica.

Un tetris imposible de cuadrar

Estela Tormo y Lídia Vila forman el grupo Júlia, un dúo alcoyano que tiene dos discos en el mercado y que se ha convertido en una de las referencias más innovadoras del pop de la Comunitat Valenciana. Las dos combinan su faceta musical con trabajos complementarios: Estela trabaja en un centro comercial y Lídia en un teatro. Compatibilizar ambas tareas convierte su vida en tetris de horarios, imposible de cuadrar. Confiesan que dedican el 100% de su tiempo libre a su «otro trabajo», en una dinámica que se complica de forma considerable cuando hay actuaciones o hay que hacer la promoción de un nuevo disco. Estela se plantea seriamente la posibilidad de dedicarse profesionalmente a la música, pero encuentra importantes obstáculos en este plan de futuro «no es suficiente tener cerrada una gira de conciertos, eso se puede conseguir sin ser muy ambiciosa». En este sentido, señala que en otros países existen ayudas para la creación y no simples subvenciones para cubrir parte de los gastos. Echa en falta una mayor sensibilidad institucional hacia el hecho artístico y se queja de una fiscalidad desmesurada. Las dos componentes de Júlia consideran que en los últimos años se ha producido una mejora de la actitud de las instituciones hacia la música, «si la tendencia continúa y algunos circuitos y proyectos se consolidan, será muy positivo para todos». Aunque consideran que las administraciones públicas «se han puesto las pilas», denuncian la excesiva centralización de la actividad en València y señalan que «después de un centenar de conciertos, todavía no hemos tenido la oportunidad de tocar en Alicante, Elche o San Vicente, para nosotras eso es un drama y algo que nos preocupa».

Con una trayectoria de 37 años, Juli Cantó es uno de los actores destacados de la escena valenciana y ha recibido importantes reconocimientos por parte del sector y de la crítica. Forma parte de la inagotable cantera teatral alcoyana y ha afrontado su vida profesional desde la más absoluta diversificación. Teatro, cine, doblajes, series televisivas y dirección de espectáculos han sido los diferentes terrenos en los que ha trabajado hasta convertirse en un rostro conocido de la escena valenciana y nacional. Esta capacidad para adaptarse a medios diferentes es obligada en toda la profesión y permite cubrir periodos de fuerte crisis como el vivido tras el cierre de Canal 9. Tiene muy claro que «uno no se mete a actor para ganar dinero, sino para poder vivir del oficio que le gusta». Subraya que el principal inconveniente con el que se encuentran los profesionales de este sector es la inestabilidad y la falta de continuidad en las ofertas de trabajo, que «no te permiten planificarte la vida como se la planifica la gente que trabaja en otras cosas». Cantó combina su participación en series televisivas o en películas con otros productos más personales y creativos, que se centran en el ámbito del teatro. Ha desarrollado su larga carrera siempre desde Alcoy, lo que no le ha impedido participar en importantes proyectos en València y en Madrid.

El escritor Silvestre Vilaplana ni siquiera se plantea la posibilidad de vivir exclusivamente de sus libros. Este autor -con cerca de una veintena de obras publicadas entre novelas, narrativa infantil y poesía- trabaja como profesor y afirma que la docencia es junto a la literatura su otra gran pasión a la que no está dispuesto a renunciar. Ha recibido algunos de los más importantes galardones literarios del ámbito valenciano y catalán y piensa que el hecho de no dedicarse exclusivamente a su faceta de escritor le permite una absoluta libertad y funcionar con sus propios ritmos creativos. Compagina con normalidad sus dos trabajos y dedica la escritura su tiempo libre, afirmando con sorna que «veo poco la tele». Asimismo, subraya que apenas un par de autores valencianos viven en exclusiva de la literatura y en todos los casos, esta decisión les obliga completar los ingresos obtenidos por la venta de los libros con la participación en cursos y conferencias o colaboraciones periodísticas. Vilaplana, que ha escrito toda su obra en valenciano, apunta hacia una de las funciones que podría jugar la Administración a la hora de fomentar la literatura valenciana, señalando «que sería importante potenciar la traducción para que los autores de aquí fueran conocidos fuera. Es lo que se hizo en su día en Suecia y que acabó impulsando un auténtico boom internacional de la novela negra escandinava».

Juegos malabares

Xavi Cortés es un veterano del sector audiovisual de la Comunitat Valenciana, que ha tocado prácticamente todos los géneros: desde los documentales, a las series televisivas, pasando por las webseries, la ficción y los espacios de entretenimiento televisivo. A lo largo de su dilatada trayectoria, ha recibido diferentes distinciones entre las que destaca un premio a la mejor webserie en un festival en Los Ángeles. Reconoce que el suyo «es un sector muy inestable en el que las épocas de acumulación de trabajo se ven sucedidas por otras de descenso de la actividad». Una vez tomada la decisión de dedicarse plenamente a la industria audiovisual, creó su propia empresa en un intento de profesionalizar su actividad, combinando las producciones más personales con encargos para particulares y para instituciones. Cree que el audiovisual valenciano vivió su mejor momento con Canal 9, siendo el cierre de la televisión autonómica un golpe muy duro para numerosos profesionales. Cortés señala que los esperados efectos positivos de la puesta en marcha de la nueva tele valenciana, A Punt, están llegando con cierta lentitud. Este director y guionista afirma que «el día en que uno toma la decisión de dedicarse a esto ha de ser consciente de que se han de hacer juegos malabares para alcanzar una cierta estabilidad económica». Reparte el tiempo entre los trabajos de encargo y las producciones más creativas, en un equilibrio que no siempre es fácil de mantener.

Tòfol Cabeza, traductor y profesor asociado de la Universidad de Alicante, y el periodista Felip Pineda decidieron hace dos años meterse en la aventura de montar una librería en Alcoy. Detroit Llibres, así se llama el proyecto, se ha convertido en un establecimiento de referencia y funciona como un pequeño centro cultural en el que se celebran conferencias y presentaciones de libros. Defienden su apuesta empresarial y afirman que «al libro en papel le queda todavía mucha cuerda. Lo han querido matar demasiado pronto. Y al pequeño comercio también. Nosotros hemos querido sumar nuestras fuerzas a esos dos frentes a través de nuestro trabajo. Nos gustan los libros y queríamos dedicarnos a esto». Son conscientes de que han entrado en un sector en crisis, aunque señalan que «a los problemas generales que afectan al pequeño comercio (compra online, etc.) se suma un cambio en los hábitos de consumo que ha desplazado el libro del lugar central en el que se encontraba. Ahora existe una oferta cultural mucho más amplia y variada. Pero en vez de obsesionarnos con eso, intentamos cuidar al público que sigue valorando las librerías e intentar seducir a nuevos públicos. Al sector no le hace ningún bien estar todo el día lamentándose». Defienden el papel de la librería como un centro de animación cultural, afirmando que «desde el principio concebimos la librería como un lugar donde pasasen muchas cosas. Nos da la oportunidad de dar respuesta a nuestras inquietudes y es una manera de cuidar al público lector».

El ilustrador Albert Martí vive en la pequeña localidad de Beniarrés y ha colocado algunos de sus trabajos en países de gran tradición en el sector, como Bélgica o Francia. Tras doce años en la profesión, que combina también con el diseño gráfico, ha encontrado una vía laboral participando en proyectos de tematización de museos y de diferentes elementos patrimoniales. También ha hecho ilustraciones y portadas para libros. Intenta ampliar sus horizontes y ha iniciado contactos con una empresa inglesa especializada en juegos de rol y juegos de mesa, con el fin de abrir una línea de colaboración continuada; también ha dado los primeros pasos para hacer un corto de animación, que se presentaría al Festival de Cine Fantástico de Sitges. Al hablar de la situación de la ilustración, cita una estadística ofrecida por las organizaciones profesionales «el 48% de los ilustradores valencianos no alcanzan el mínimo de ingresos» y sólo los grandes nombres pueden vivir este trabajo. Albert Martí se queja de la alta fiscalidad que tiene que soportar como autónomo y pide un mayor apoyo oficial. En su opinión, este oficio vive envuelto en una atmósfera de precariedad en la que destaca la falta de consideración de las empresas hacia el trabajo de los profesionales y la falta de continuidad en los encargos.

Sin dramatismos

Apenas recuperadas de los devastadores efectos de la crisis económica, las gentes de la cultura han abandonado el discurso del lloro y de la lamentación permanente, conscientes de que siempre se moverán en un paisaje difícil y lleno de limitaciones. Sin dramatismos, pero con determinación, en todos los casos se plantea la necesidad de que las administraciones públicas adopten un papel más colaborativo con el hecho artístico, poniendo en marcha apoyos que contribuirían a mejorar su día a día y la calidad de la oferta cultural. En una época en la que los gestores públicos coinciden en señalar que la cultura puede ser un agente de reactivación económica de nuestros pueblos y de nuestras ciudades, se coincide en reivindicar una mayor sensibilidad institucional hacia las personas que hacen posible este pequeño milagro diario que enriquece a toda una sociedad.

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