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El universo narrativo de un poeta

Todas las familias infelices es el segundo libro de relatos de Ramón Bascuñana, poeta que ofrece en su narrativa la versión en prosa de sus más recurrentes temas y obsesiones

El universo narrativo de un poeta

En su ya dilatada trayectoria editorial como poeta, que arrancó en 1999 con Hasta ya no más nunca, Ramón Bascuñana (Alicante, 1963) solo ha reunido su obra narrativa en dos ocasiones: Lectores compulsivos (2011) fue la primera y Todas las familias infelices es la segunda. Muchos de los temas propios de su poesía aparecen también en la narrativa de Bascuñana, lo que ocurre es que, mientras que en su poesía la propia creación artística sirve como refugio frente a la idea del fracaso vital y la derrota existencial, eso no ocurre en sus relatos, cuyos personajes están abocados al fracaso y a la soledad más absolutas.

En cierto modo, los relatos de Todas las familias infelices están mucho más cerca de los poemas de 6seis6 (2018) que del resto de su obra poética, ya que ambos volúmenes subrayan las miserias de nuestro mundo y de nuestra existencia. Lo que consigue Bascuñana en sus relatos es construir diversas voces mediante un uso muy interesante del monólogo interior, que no siempre utiliza en primera persona, ya que, en ocasiones, recurre a la segunda persona e incluso a la tercera, aunque pueda resultar paradójico. Esas voces nos introducen en un mundo mediocre, egoísta, abyecto y también miserable. No accedemos al mundo de los personajes a través de un narrador externo, sino a la particular visión que tienen de ese mundo los personajes, casi siempre devastadora, solitaria y desesperanzada, una visión plagada de un sentimiento de culpa permanente por una existencia repleta de renuncias, reproches y secretos.

Diecinueve son las historias que Ramón Bascuñana ha reunido en Todas las familias infelices, cuyo título supone un guiño nada disimulado al comienzo d e Anna Karenina. Dentro del volumen encontramos dos partes: «Todas infelices», que incluye diez relatos; e «Infelices todas», que reúne las nueve historias restantes. Casi todos los relatos, premiados en diferentes certámenes, habían visto la luz previamente en volúmenes colectivos o en publicaciones periódicas, e incluso hay tres que ya se habían incluido en Lectores compulsivos: «Cajas», el primero de Todas las familias infelices; «El hombre sin manos» y «El arte del olvido», que cierra la primera parte. Ahora bien, Bascuñana reserva tres inéditos para la segunda parte: «El sobrino del poeta», «Aldo Nove» y «La puta vida».

Aunque no falten las referencias literarias, musicales y cinematográficas en los relatos de Todas las familias infelices, lo cierto es que el arte ya no supone consuelo ni refugio para unos personajes condenados de antemano. Muchas veces es el propio pasado o un secreto del pasado el que pesa como una losa sobre la existencia, como les ocurre a las protagonistas de «Cajas» y «Cuarteto de cuerda», pero también a los narradores de «El hombre en el umbral», «La mujer torpe» y «Vacaciones».

Sin duda, uno de los mejores relatos de la colección es «Hipótesis de la felicidad», que adopta un formato epistolar, en el que una adolescente le escribe a su profesor de literatura una declaración de amor y le confiesa un terrible secreto, pero el más perturbador es «El hombre tranquilo», una interesante reflexión sobre el mal y cómo puede manifestarse en la sociedad. De todas maneras, no se pierdan el interesante juego de dobles que supone «El sobrino del poeta», el homenaje a Ava Gardner presente en «El día que me enamoré de Natalia Ivanoff» o el tremendismo de «Aldo Nove» y «Hierro, litio, óxido wolframio».

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