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Cine e ilustración

El sueño de Malinche

Con este mediometraje de Gonzalo Suárez, la ilustración de Pablo Auladell ha alcanzado otra dimensión, la de la gran pantalla

Gonzalo Suárez y Pablo Auladell. información

Siempre se ha debatido sobre las limitaciones de género en ciertas disciplinas artísticas, qué es cine, qué lo diferencia de la literatura, del teatro, pero qué es ilustración, qué es cómic, qué diferencia estas artes de la pintura, como géneros artísticos. Su dependencia de un texto, sí, pero la imagen del cómic o de la ilustración alcanza en determinados autores y autoras una independencia plena de significados. Este es el caso de la obra de Pablo Auladell, cuyos referentes son tanto pictóricos como del mundo del cómic, del cine, de la literatura. De hecho, Gonzalo Suárez, después de algún intento no satisfactorio de llevar su visión del encuentro de Hernán Cortés con el emperador azteca, Moctezuma, a través de las palabras de Malintzin, a la ópera, que presentó en la Bienal de Venecia, descartado el registro realista, ve en El paraíso perdido de Milton, ilustrado por Pablo Auladell, la imagen de su obra. Pero no recurre a la animación de los dibujos, sino que mantiene su calidad original.

Sobre esta base estética, el ilustrador se encuentra con un texto que es la banda sonora de la película, lo primero que el cineasta ha concretado, el sonido de esta historia, con las voces de Carmelo Gómez, Ana Álvarez, Marina Álvarez, Santiago Meléndez, Clara Sanchís y Pablo Guerrero, y la música de Luis Mendo. Las crónicas de los propios conquistadores, sus cartas, el relato que de estos hechos hicieron los indígenas en náhualt, una lengua que utiliza la metáfora, la imagen, un cierto concepto del tiempo, la profecía, para narrar y hacer su historia, constituyen la documentación para este guión poético, una fábula o cuento cruel, nos dice su autor.

Estamos ante un trabajo de creación total, lo que conlleva la experimentación y la búsqueda de lenguajes para dar forma a una concepción de la historia, de la ficción. Pablo Auladell nos describe a Gonzalo Suárez como un explorador. El director le pide unas imágenes simbólicas, para que la mirada de la cámara las recorra, lo cual exigía un gran formato para que el dibujo no se desvirtuara al enfocarlo o ampliar su tamaño. Prima el movimiento sobre unas escenas y composiciones fijas, que definen a los personajes, la ambientación de la historia, lugares, con una simbología que se referencia en los significados de la imagen de la pintura: El jardín de las delicias, de El Bosco, el caballo de El Guernica, los contrastes de luz y sombra de Goya, el despojamiento de Balthus, deslumbrar con el silencio elocuente, cierto hieratismo, que Pablo confiere a sus dibujos, con gestos y líneas contenidos, recursos de la pintura que buscan la independencia de la imagen, del texto o discurso previo. En esta obra se consigue la confluencia de diferentes disciplinas, borrando estas distinciones más teóricas que prácticas, y que nos remiten al Ut pictura poesis de Horacio, con una lectura contemporánea, y en una obra que busca un significado propio, no imitar sino crear.

Esta no es una película histórica, ni un documental, sino que recoge a estos personajes y trata de hacer un juego poético, filosófico, una fábula trágica. El narrador está perdido en una especie de pasillo tenebroso y va encontrándose con estas sombras, en un «descenso al Hades de la historia», un sueño donde están estos personajes, condenados a repetir los hechos que les dieron trascendencia, asistimos como espectadores a cómo cuentan su historia.

En un proceso no muy distinto al trabajo de ilustración, o al de dirección, el director propone escenas, oníricas, simbólicas, o algo más concreto, dirige a Pablo como si fuera su cámara. Muchos planteamientos de la composición de la imagen surgen a partir del guion, pero el sentido del montaje lo impone el director. Un trabajo en colaboración en el que el ilustrador, acostumbrado a trabajar en soledad, se ve sorprendido por la mirada que el director da a sus escenas y composiciones.

La reflexión sobre el lenguaje poético siempre ha sido la base de la obra de Pablo Auladell. En este proyecto tan experimental hay una misma manera de entender la estética, la poesía, un cierto alejamiento de la realidad para darnos una visión de la historia.

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