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Una distopía con soluciones

Una distopía con soluciones

El historiador israelí Yuval Noah Harari ya se convirtió con sus dos obras anteriores, Homo Sapiens y Homo Deus, en un verdadero fenómeno editorial. Decenas de miles de libros vendidos de esos dos ensayos citados, leídos y alabados por los grandes líderes mundiales como Obama y Zuckerberg, el fundador de Facebook. Este, su tercer libro, es en cierta medida una continuación de los dos anteriores: si Homo Sapiens era un brillante análisis del pasado de nuestra especie y Homo Deus, del futuro de la misma, 21 lecciones para el siglo XXI no es sino un profundo y bien argumentado recorrido por los graves problemas y amenazas que para la humanidad puede suponer la evolución del siglo XXI.

Aparte de la brillantez de su escritura y la profundidad de sus conocimientos que demuestran sus páginas, Harari no limita su análisis a una visión distópica de nuestro siglo, sino que también nos propone remedidos y soluciones para los graves problemas que avizora a partir de las tendencias actuales por las que discurren la tecnología, la evolución política, los problemas ecológicos, las corrientes migratorias, la guerra nuclear, el terrorismo y la posverdad. En cierto modo, nos presenta un panorama amenazador si no somos capaces de ponerle los remedios adecuados de modo urgente, porque todas esas amenazas ya están ahí abriéndose paso en los próximos decenios de este siglo y en el futuro próximo. Estamos, pues, ante una distopía fundamentada en la realidad actual que Harari analiza con brillantez a la vez que reflexiona sobre cómo debería actuar la humanidad para impedir el desarrollo de esos graves problemas humanos que pueden llevarnos al fin de la vida humana o a una sociedad profundamente desigual como no la hubo nunca en la historia de Homo sapiens, porque no solo puede llegar a ser económico-social, sino incluso biológica.

La combinación de los avances en tecnología informativa y en la biotecnología concede a los humanos un potencial revolucionario para cambiar la vida de Homo Sapiens y esto puede ser para bien o para mal según se utilice. Si no adoptamos medidas inmediatas y dejamos esos poderes al albur del mercado podemos terminar en una dictadura digital en la que no solo la mayoría de los humanos serían una masa de desocupados, sino que incluso ese sector mayoritario pasaría a ser una población irrelevante dirigida por una pequeña élite de humanos que, incluso, al ser los únicos que estarían en condiciones de pagarse los avances de la biotecnología podrían incluso conformar una minoría biológicamente diferente de la mayoría de la población.

Dado ese potencial peligro que nos amenaza ya en las próximas décadas y en el futuro inmediato se hace cada vez más necesario tratar de controlar el flujo de macrodatos que no pueden ser considerados como mera propiedad privada, sino como un bien común que debe estar bajo el control de toda la humanidad. Pero, como señala Harari, la situación política que vivimos en la actualidad con la profunda crisis que padece el liberalismo como ideología y sistema político y el auge cada vez mayor de los nacionalismos, las dificultades para ejercer ese control no solo se hacen difíciles, sino que la tendencia de éstos a mirarse únicamente su ombligo, bloquea la posibilidad de tomar medidas globales que no exigen para el autor tender hacia la constitución de gobierno mundial sino desarrollar una conciencia global entre los ciudadanos del mundo y hacia ese fin está dirigido el contenido de su libro.

La parte final del libro deriva hacia la búsqueda de una propuesta de resiliencia para que el hombre actual que tenga sufrir todas esas contradicciones que le amenazan pueda resistirlas y encontrar su sentido de la vida. Y Harari -al modo de Aldous Huxley, el creador de la más brillante distopía que conozco, Un mundo feliz, y que es también un autor de culto para Harari-, se refugia en la meditación, en la técnica del Vipassana.

Quizás haya que echar en falta en el contenido del libro referencias más amplias y determinantes para tratar de poner límites a ese posible futuro negativo, a la necesidad de corregir la probable tendencia evolutiva del capitalismo globalizado que está, sin duda, en la base y el origen de todos esos peligros que se analizan en sus páginas como son los casos del problema ecológico, la guerra nuclear, el terrorismo, la inmigración, la crisis del liberalismo. Porque el funcionamiento normativo de aquél tiende a engendrar y acentuar las crisis sistémicas que jalonan su evolución, como acabamos de constatar y padecer con la Gran Recesión. Y por otra parte también el texto, por lo demás bien escrito y sugerente, peca, a mi entender, de una excesiva acumulación de ejemplos que si bien son ilustrativos y de gran interés, a veces, como los árboles, no dejan ver el bosque.

Estamos, sin duda alguna, ante un ensayo brillante que ya ha alcanzado también un gran éxito entre los lectores, aunque, a mi humilde entender, la obra no llegue al nivel que tuvieron sus dos libros anteriores.

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