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Antes (y después) de la revolución

El cine de Bertolucci atraviesa el tiempo que separa el anhelo revolucionario (Antes de la revolución) del desencanto nihilista (Tú y yo)

Bertolucci y Pasolini.

El viento agita unos papeles que caen por un puente. Mientras escuchamos el viento, la cámara acompaña lentamente su revoloteo sobre el cauce seco del río, hasta que descubrimos el cadáver de una mujer. Con esta melancólica secuencia se inicia La cosecha estéril (1962), opera prima que rodó Bertolucci con veintidós años, recurriendo a un perspectivismo narrativo similar al de Rashomon (Kurosawa, 1950).

El cine de Bertolucci puede ser interpretado como una sucesión de cavernas platónicas donde se refugian o quedan atrapados sus protagonistas. Diferentes espacios interiores en los que se proyectan las sombras del deseo (El último tango en París), del poder (El conformista, El último emperador), de la cinefilia (Soñadores) o de la desesperanza (Tú y yo).

Incluso en Antes de la revolución (1964), la ciudad se convierte en una inmensa caverna donde sus habitantes se hallan encadenados a una vida burguesa. Fabrizio, su protagonista, es un joven que vive en Parma, donde se siente alienado y condenado a una vida tradicional y rutinaria. La escena inicial muestra a Fabrizio corriendo por las calles de su ciudad, como si estuviese resistiéndose a formar parte de esa sociedad burguesa que le ahoga, como si albergara en su interior un deseo de rebelión, un grito de inconformismo ante la vida que le espera. Fabrizio nos confiesa: «..me muevo entre personas fuera de la historia (...) personas para las que solo existe la iglesia y les ha arrebatado el deseo de libertad. Son mis semejantes, los burgueses de Parma (...) Me pregunto si han nacido alguna vez».

Fabrizio encarna la angustia y contradicción entre su condición de burgués y sus aspiraciones revolucionarias. Muchos recordarán la conversación que mantiene Fabrizio con un amigo cinéfilo, tras la salida del cine. Cuando Fabrizio se dispone a marcharse, su amigo le dice entonces aquella frase célebre: «No se puede vivir sin Rossellini». Curiosamente, poco antes el amigo le había dicho lo mismo pero incorporando también a Hitchcock en su máxima cinéfila, es decir: «No se puede vivir sin Hitchcock, sin Rossellini».

Fabrizio experimenta el conflicto entre el conformismo burgués y la inquietud rebelde, pero también se enfrenta a la incertidumbre vital entre la razón y la pasión. Un día Fabrizio y su maestro Cesare, intelectual y marxista, se encuentran discutiendo sobre el porvenir y sentido de la revolución en un parque donde preparan la celebración de una fiesta del Partido Comunista Italiano. Fabrizio se desmarca de la ortodoxia comunista, lamentando que nadie condenase lo que estaba pasando en Angola, Argelia o en la España franquista. «¿Quién sale a la plaza si matan a un negro en Alabama?» se pregunta Fabrizio. «Pero ya no me basta salir a la plaza. Yo quería un hombre nuevo».

Fabrizio muy pronto experimentará el desencanto existencial e ideológico: «Para mí la ideología ha sido una excursión, unas vacaciones. Creía que vivía los años de la revolución y en cambio vivía los años antes de la revolución». Fabrizio retornará finalmente al ideal burgués, no pudiendo escapar de su destino social.

Dentro de la caverna

Muchos años después Bertolucci filmará Novecento (1976), crónica de las luchas obreras y la irrupción del fascismo en Italia. Soñadores (2003) supondrá el regreso nostálgico y desencantado del cineasta al convulso mayo parisino. El cineasta italiano rescata de las cenizas revolucionarias la utopía del cine, transformando la vida de unos jóvenes que decide encerrarse en un apartamento. Ajenos al estruendo de la rebelión parisina del 68, sus protagonistas deciden permanecer en la caverna cinéfila.

Pero es en El conformista (1970), donde encontramos una referencia explícita al mito platónica de la caverna. En una escena, el protagonista fascista visita a su antiguo profesor de filosofía, recordándole la alegoría platónica que le enseñó siendo alumno suyo. Inspirándose en el claroscuro de Cavaraggio, Bertolucci proyecta la sombra del protagonista hasta que acaba disolviéndose.

Y curiosamente Bertolucci se despedirá del cine con el sótano nihilista donde alojará al protagonista Tú y yo (2012). Un adolescente cuya rebeldía le hace aislarse del mundo, buscando refugio en el desván subterráneo del edificio donde vive. Pese a la melancolía que recorre la película, su última secuencia vislumbra una posible salida de la caverna, cuando la hermanastra y él se desprenden momentáneamente de su soledad y bailan abrazados mientras escuchan Ragazzo solo, Ragazza sola, versión italiana de Space Oditty de Bowie.

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