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Como una fuente callada y sin vida

Bibiana Collado Cabrera, con Certeza del colapso, su tercer poemario, viene a confirmar la madurez de su voz poética

Con apenas tres libros publicados, Como si nunca antes (XXXIV Premio de Poesía Arcipreste de Hita, 2013), El recelo del agua (accésit del Premio Adonáis 2016) y el que ahora nos ocupa, Certeza del colapso (Premio Complutense de Poesía 2017), podemos afirmar sin temor a equivocarnos que Bibiana Collado Cabrera (Burriana, 1985) es una de las voces más interesantes de la última poesía española, y esto por diversas razones: por su exploración formal, por su amplitud temática, que no renuncia al compromiso, por la fuerza y originalidad de su voz...

En cierto modo, Bibiana Collado ha hecho de la literatura, y en concreto de la poesía, su modus vivendi, ya que esta poeta, docente e investigadora ha dedicado buena parte de su vida al estudio de la lírica. De hecho, es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Valencia, obtuvo el Máster de Estudios Hispánicos Avanzados en esa misma universidad y se doctoró en 2014 con una tesis titulada El imperio nuevo de tu palabra. Canon, tradición y ruptura en poetas cubanas de la Revolución, en la que se adentró en la obra de Carilda Oliver Labra, Georgina Herrera, Reina María Rodríguez o Damaris Calderón, entre otras.

Si El recelo del agua, finalista de los Premios de la Crítica Literaria Valenciana, era ya un libro sólido y deslumbrante, Certeza del colapso da un paso más allá y, a lo anterior, suma un deliberado intento de exploración y experimentación formal, que entronca con cierto neopopularismo e incluso con la copla, lo que justificaría la cita inicial del libro, extraída de una canción de Marifé de Triana, Torre de arena, compuesta por Llabrés, Gordillo y Sarmiento: Todo es mentira, todo es quimera, / todo es delirio de mi dolor.

Ahora bien, el guiño a la copla no debe llevarnos a engaño, ya que Bibiana Collado toma de ahí el tema de la pena y del dolor, pero se aleja del pastiche. La copla le sirve, eso sí, para estructurar el libro, que se divide en Introducción, Parte I. Negro, negrito, mi corazón, Parte II. A la lima y al limón y Parte III. Malagueñas. La Introducción incluye solo una composición, Colapso, que, junto a la cita inicial, sirve para dar tono al volumen, construido en torno a la idea de que algo se ha roto por dentro: Como en un cristal / impactado por dentro // miro, analizo la grieta / mientras toco la compacta lisura / que permanece en su superficie.

La primera parte, Negro, negrito, mi corazón" toma prestado su título de Los piconeros (canción de Perelló y Mostazo popularizada por Imperio Argentina) e incluye trece poemas breves de verso corto. Entre ellos, destacan Paraules d'amor, sobre la juventud de los progenitores, o Síntoma, en torno a la infancia y a la figura de la hermana. De todas maneras, lo que más llama la atención son dos recursos formales: la aparición de una suerte de cesura en algunos versos clave y, sobre todo, la combinación de dos sustantivos que quedan unidos por un guion (por ejemplo, dolor?zumbido, ruido?madre o columna?quietud), en un procedimiento que recuerda, por un lado, a las palabras maletín de Lewis Carroll, pero, por otro, a uno de los puntos del Manifiesto técnico de la literatura futurista: «Todo sustantivo debe tener su doble, es decir el sustantivo debe ir seguido, sin conjunción, de otro sustantivo al que está ligado por analogía».

Catorce son las composiciones incluidas en la segunda parte, A la lima y al limón, canción de León y Quiroga popularizada por Concha Piquer. Aunque la autora no abandona los recursos ya empleados en la primera parte, ahonda en un tema que se encuentra desplegado a lo largo de todo el volumen, el del dolor físico y la conciencia del propio cuerpo, explícito en piezas como Escozor, La torcedura, La radio, Acuclillada o Calma. De todas maneras, destaca el poema Oralitura por su particular disposición gráfico?espacial.

Cierra el volumen la parte titulada Malagueñas, en alusión a un popular baile. En ella encontramos siete composiciones que, de alguna manera, recogen los elementos diseminados a lo largo de Certeza del colapso: el dolor físico en Amargas, Advertencias cumplidas, Blancura y La lividez; la infancia y la figura de los progenitores en Genealogía y Padre; y la propia conciencia del colapso en Spin Off, que se cierra con estos versos: He construido con precisión mi cárcel / para que nadie pueda / dudar de mi duelo. Al cabo, todo el libro se dedica a certificar en verso ese colapso interior, esa torsión que, necesariamente, se plasma en múltiples aspectos de la existencia.

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