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Ficciones científicas

Andrea Barrett ubica los relatos de La fiebre negra en grandes momentos de la ciencia

Las cartas que Mendel y Nägeli intercambiaron desde 1866 discutiendo los trabajos del primero con los guisantes, piedra fundacional de la genética moderna; las aventuras y desventuras de los diecisiete apóstoles de Linneo, la camada de botánicos y zoólogos que el naturalista sueco derramó por el mundo de China al Ártico, de Venezuela a Sierra Leona; las investigaciones de los naturalistas del siglo XVIII en torno a la posibilidad de que las golondrinas hibernaran bajo el agua; las experiencias de Darwin en el Aconcagua durante su estancia chilena; la historia de los indios que FitzRoy, capitán del Beagle, condujo desde Tierra del Fuego hasta la Inglaterra victoriana y más tarde devolvió al extremo meridional de América; los viajes de Wallace por el Amazonas y el archipiélago malayo; la hambruna irlandesa que entre 1845 y 1849 devastó la isla sabia y santa, y la subsecuente epidemia de tifus que, a resultas de la huida de los famélicos irlandeses, asoló parte del Canadá que acogió a los emigrantes?

Estos son algunos de los acontecimientos ligados al desarrollo de las ciencias naturales, la historia de la medicina y el nuevo canon biológico adoptado a partir de la Ilustración que Andrea Barrett emplea en La fiebre negra para construir un espléndido libro de relatos. Barrett se vale del marco propiciado por ciertos hitos del desarrollo de la ciencia en los últimos trescientos años para introducir en él peripecias protagonizadas por personajes ficticios que dialogan con las fuerzas de una historia destinada a cambiar no sólo la comprensión del planeta en que habitamos, sino el lugar que el ser humano ocupa en él. El resultado es un libro de indudable armonía y ejemplar luminosidad, queinterroga asuntos como la emancipación de la mujer, los caprichos de la fama o el heroísmo cívico.

Dentro de un nivel notable, es este último aspecto,el del triunfo ante la adversidad, el que hace inolvidable el largo relato que da título a la colección, un extraordinario texto acerca del lazareto de Grosse Isle, la isla de Quebec a la que en 1847 llegaron decenas de barcos procedentes de Irlanda con su cargamento de hambre, desesperación y tifus. En el marco de este hecho histórico, Barrett propone una narración en la que resuenan ecos de La peste de Albert Camus, la peripecia protagonizada por un joven médico frustrado por su vida entre la burguesía canadiense, y que hallará en la miseria del lazareto y la enormidad de la epidemia un lugar al que aferrarse para dar sentido a su vocación y a las exigencias de un amor imposible, condenado al fracaso. Barrett alcanza en estas páginas, contenidas y al tiempo emocionantes, una maestría que justifica la lectura de un libro que satisfará tanto a los amantes de la ciencia como a los de la ficción.

Pues al fin y al cabo, lo que La fiebre negra insinúa entre líneas es que el relato de la historia de la ciencia contemporánea satisface con creces los requisitos de la imaginación más ambiciosa.

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