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Enrique Giménez, 50 años en el siglo XVIII

Hace unas semanas escribí un pequeño artículo, que me habían solicitado, para un libro destinado a conmemorar los 50 años de la fundación del CEU alicantino (el Centro de Estudios Universitarios), aquel proyecto ilusionante que acabó cristalizando en la rotunda realidad de la Universidad lucentina. Como alumno de la segunda promoción de los cursos nocturnos de Letras, dando rienda suelta a los recuerdos en torno a 1968, plagados de grandes esperanzas para los jóvenes de mi generación, me centré en un texto de carácter impresionista muy marcado por los sentimientos. Y dejé en el tintero muchas cosas importantes, dando por supuesto que otros testigos de aquellos tiempos cubrirían ese espacio destinado a valorar la importancia del CEU en aquella revolución educativa que marcaría la vida de la ciudad y de la provincia, dotándola de cientos de graduados y sembrando el territorio de estudios e investigaciones en el campo de las Humanidades ?el que conozco- como no había ocurrido jamás en el pasado. Entre esos olvidos había uno imperdonable: el de no citar a aquellos jóvenes de las primeras promociones que, aprovechando la existencia próxima del CEU, pudieron acceder a la Universidad para acabar desarrollando una importante carrera docente e investigadora, de alcance nacional e internacional, en el ámbito de sus especialidades. Su número más amplio del que pudiera caber en este artículo, es sobradamente conocido por cuantos hoy repasan los estudios históricos, geográficos, literarios o propios de las ciencias sociales que conciernen a nuestra realidad cultural, y muchos de ellos podrían establecer una nómina que, dolorosamente, ha de quedar de nuevo en el tintero. La reciente publicación de un libro del profesor Enrique Giménez López (Alicante, 1947, alumno de la primera promoción del curso nocturno de letras del CEU en 1968) me proporciona la oportunidad y la excusa para tomarlo como paradigma de aquel estupendo grupo generacional.

? Enrique Giménez López, catedrático de Historia Moderna, docente e investigador infatigable ?enmascarado hoy en la jubilación- , a lo largo de esto últimos 50 años ha desarrollado una obra histórica que, en otros tiempos más provincianos y amables, se hubiese visto recompensada ?al margen de con sus méritos académicos- con el nombre de una calle o avenida en la ciudad, al lado de próceres más discretos que hoy engalanan el nomenclátor de las celebridades. Desde su trabajo sobre nuestra ciudad, Alicante en el siglo XVIII. Economía de una ciudad portuaria en el Antiguo Régimen (1981) hasta el libro que hoy comentamos, El lado oscuro de las Luces en las tierras alicantinas del siglo XVIII (IACC Juan Gil-Albert, 2017) la obra del profesor Enrique Giménez se ha centrado en el estudio del Setecientos español, abarcando, a grosso modo, dos grandes temas: el relativo a la imposición de la Nueva Planta borbónica en el territorio de la Corona de Aragón, y el que hace referencia a la expulsión y exilio de la Compañía de Jesús de los dominios del rey de España, seguido de su posterior restauración. Dos temas analizados con minuciosa precisión y amplitud, cuyos resultados nos permiten entender con mayor claridad y espíritu crítico las consecuencias del advenimiento de la nueva dinastía borbónica en nuestro país y los múltiples entramados de la política, la cultura, la religión, la economía y la vida educativa, que se esconden tras el asunto de la expulsión de los jesuitas. Entre Marte y Astrea: la Corona de Aragón en el siglo XVIII (2015), Gobernar con una misma ley: sobre la Nueva Planta borbónica en Valencia (1995) o La Compañía de Jesús, del exilio a la restauración (2017) y Misión en Roma: Floridablanca y la extinción de los jesuitas (2008) son una pequeña muestra de los trabajos del profesor Enrique Giménez sobre estas cuestiones, que se amplía en una quincena mas de libros y en un centenar largo de artículos, ponencias y comunicaciones publicados en actas de simposios y congresos, tanto nacionales como internacionales.

? La jubilación del profesor Giménez, como hemos advertido más arriba, no ha impedido que su pasión por la Historia y su condición de estajanovista de las letras se diluyera en esta etapa de la vida retirado de las aulas. Su último libro El lado oscuro de las Luces? es una muestra de su infatigable labor. Se trata de una incursión en lo que el profesor Giovani Levi definió como el territorio de la «Microhistoria», una modalidad en el campo de la investigación en la que el historiador reduce su escala de observación, temporal y espacial, para aproximarse al individuo, o a situaciones muy concretas, con el fin de iluminar, corroborar o poner en tela de juicio, las grandes interpretaciones, necesitadas, siempre, de matizaciones o de una mirada crítica. A través de una treintena de retazos biográficos o de sucesos más o menos bizarros, el profesor Giménez ha puesto su lente microscópica en tierras alicantinas para ofrecernos un corolario de los grandes temas del Setecientos español. Temas que van desde las tensas e interminables secuelas políticas de la Guerra de Sucesión, hasta los problemas y conflictos en la Administración de las rentas o la justicia, pasando por los sucesos propios de la «crónica negra» en el marco de una sociedad lastrada por la violencia, las rivalidades entre la jurisdicciones civil y eclesiástica en torno a la reforma de la moral y las costumbres o la cruel dependencia de una sociedad, todavía frágil e impotente, ante las plagas y calamidades impuestas por las epidemias o la Naturaleza.

El resultado de esta visión calidoscópica en la que ciudades y pueblos de la provincia, sus alcaldes, jueces, menestrales o agricultores ocupan las piezas de la lente, es un regalo para la cabal comprensión de nuestro siglo XVIII y su rotunda complejidad; un aviso para los caminantes que se dejan deslumbrar por el tópico de las Luces y sus rutilantes efectos en muchos aspectos y se olvidan del paso lento de la «dialéctica» -del «todo está siendo y no siendo»- y de la persistencia de la oscuridad, incluso en los tiempos de los soñadores ilustrados.

El lado oscuro de las Luces es, en resumen, un libro imprescindible para la comprensión de nuestra historia más próxima, escrito con la sobriedad y brillantez que caracteriza a su autor, y un efecto, a largo plazo, de la trayectoria de uno de aquellos alumnos del CEU que entraron cargados de ilusión a sus aulas en 1968. Ahora, cuando pienso en los 50 años que el profesor Enrique Giménez ?maestro y colega, pero, sobre todo, amigo- lleva viviendo en el siglo XVIII, no deseo que le pongan una calle ?como he dicho en plan perverso- ni siquiera que le regalen un apartamento en la Albufera, como hubiese dicho el genial Julio Camba, no: le deseo que el tiempo de la jubilación sea amable y generoso para que pueda continuar con sus trabajos, y que dure otros cincuenta años y pico (de ave) como decíamos en nuestra juventud.

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