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Descenso a la realidad

El escritor Rodrigo Díaz Cortez introduce al lector en un universo asfixiante al tiempo que real en su libro de cuentos Metales rojos

Desde las primeras líneas del primer cuento que conforma este volumen, Río abajo, el lector se da cuenta de que ha entrado en un universo asfixiante al tiempo que real, un mundo que es el nuestro pero que nos empeñamos en maquillar y ocultar porque, evidentemente, nos desagrada. La literatura no está solo para entretener y divertir (que también); en ocasiones, es necesaria una función catártica y purgativa.

Metales rojos está formado por doce cuentos donde su autor, el chileno Rodrigo Díaz Cortez (1977), ahora afincado en nuestra provincia, nos propone otros tantos baños de realidad sin afeites, mostrada a través de una prosa potente al tiempo que equilibrada, donde el lector atento advierte el pulso firme de los grandes escritores, de los autores «de raza», de aquellos que sí tienen cosas que contar y las cuentan, y no necesitan adornarlas con ejercicios estilosos (que no es lo mismo que «de estilo») ni recurso metaliterarios (que tanto abundan últimamente).

A mí me recuerda la desnudez estilística de Hemingway, de quien Rodrigo Díaz parece haber seguido su consejo: «'Lo único que tienes que hacer es escribir una frase verídica. Escribe una frase tan verídica como sepas'. De modo que al cabo escribía una frase verídica, y a partir de allí seguía adelante. En cuanto me ponía a escribir como un estilista, o como uno que presenta o exhibe, resultaba que aquella labor de voluta sobraba, y era mejor cortar y poner al inicio del relato la primera frase sencilla, indicativa y verídica, que hubiera escrito». De esta guisa se expresaba un anciano Hemingway recordando su juventud en París era una fiesta.

A sabiendas o no (porque los escritores no siempre son conscientes de sus influencias), Rodrigo Díaz ha optado por la inmediatez de la prosa, por el intento de mostrar la vida sin ungüentos, en carne viva, aunque a veces duela la visión propuesta: emigrantes sobreviviendo con los trabajos más ingratos; jóvenes que solo entienden la vida a través del riesgo y el peligro; los temas eternos de la vida, la muerte y el amor; viejos y tristes payasos que tan pronto salvan vidas como provocan traumas; drogadictos y prostitutas en un baile interminable; marginados que sueñan lo imposible; extraños violonchelistas enamorados de pirómanas; escritores en ciernes que están condenados a la frustración?

Rodrigo Díaz apenas deja espacio para el humor -quizás en El concurso o en Cara de pendejo- y, cuando este logra surgir a la superficie, entrevisto en medio de los escombros de la realidad, advertimos que bajo la sonrisa que nos dibuja se oculta el sarcasmo y una rabia destilada por las trazas agresivas del devenir cotidiano.

Ahora que estamos en verano, Metales rojos es una lectura muy recomendable para aquellos que cada vez se dejan menos encandilar por la estética Disney Channel que los medios nos ofrecen como ideal de vida. Sumergirse en la excelente prosa de Rodrigo Díaz ha resultado, a quien esto escribe, una de las experiencias más impactantes de los últimos años.

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