Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Cuentos de miedo y mujeres

La literatura moderna de «terror», agotados los presupuestos románticos del «gótico», tiene una deuda impagable con la obra de Stephen King. Este autor contribuyó, en gran medida, al abandono de muchos elementos canónicos del género; al olvido de los ambientes oscuros ?ruinas y castillos medievales- al destierro de fantasmas y aparecidos con una maldición a cuestas; al entierro de protagonistas atormentados y enfermizos sumidos en la melancolía. Stephen King abrió las puertas de ese universo cerrado y dejó entrar el aire de la realidad diáfana y cotidiana para que lo extraño y lo sobrenatural, lo misterioso, hiciese irrupción en ella subvirtiéndola y dando lugar a los miedos modernos. El relato de terror, de este modo, sin olvidar su función principal de atemorizarnos y sembrar inquietudes, comenzó a desarrollarse en los ambientes más plácidos y confiados, erigiéndose en un perverso pretexto para explorar cuestiones de mayor calado en torno a la vida y la condición humana.

Mariana Enríquez (Buenos Aires, 1973) periodista y novelista que aparece en España con su libro de relatos Las cosas que perdimos en el fuego (Anagrama, 2016), llega acompañada, a modo de cómoda orientación promocional, como una escritora adscrita al género de «terror». Una clasificación certera, pero no suficiente a la hora de revelarnos su poderosa voz femenina ?y feminista- en la narrativa actual y su capacidad para captar los secretos, pesadillas y misterios que laten en nuestras atribuladas sociedades urbanas de hoy en día. Porque Mariana Enríquez, a diferencia de Stephen King, tan inclinado a situar sus historias en el marco de amables pueblecitos ensimismados en su tranquila rutina, ha puesto su mirada en los ambientes suburbiales de su Buenos Aires natal, en sus habitantes agobiados y sacudidos por todas las crisis recientes: en un paisaje de decadencia física y moral como el que imaginamos en la espectral fantasmagoría de la lejana Detroit.

Los doce cuentos que componen Las cosas que perdimos en el fuego conforman, por lo tanto, un puzle luminoso de los peligros y acechanzas reales o imaginarios ?no por ello menos inquietantes- que se esconden en las mentes de cuantos han tomado conciencia de las desigualdades atroces que se viven en esta sociedad capitalista. Un retablo que parece inspirado en las páginas de sucesos de los periódicos, en las más tenebrosas leyendas urbanas o en las vidas desconocidas que laten en las casas del vecindario. Un mosaico observado, fundamentalmente, desde la mirada femenina; una mirada plural, teñida por la rabia, el dolor, la lucidez o la sumisión de las mujeres que, heridas por los hábitos de la cultura patriarcal, aparecen en estas historias.

Como suele ocurrir en este tipo de libros de cuentos, resulta complicado destacar alguno de ellos sin atentar contra el efecto deseable que debe producir el conjunto. No obstante, este cronista no renuncia a señalar el impacto que le causaron algunas de sus narraciones. En primer lugar la titulada Tela de araña, un cuento terrible desde la perspectiva de una mujer joven, mal casada, reflexionando sobre su presente y futuro en un ambiente de creencias mágicas y supersticiosas. Le sigue Pablito clavó un clavito: una evocación del Petiso Orejudo, la escalofriante historia de una muchacha alienada por su reciente maternidad e inquieta por las noticias que recibe en torno a un niño asesino de nueve años. Bajo el agua negra, o las tribulaciones de una juez en un barrio deprimido de Buenos Aires, junto a El patio del vecino, historia gore, no apta para cardiacos, completan esta caprichosa y dolorosa elección del cronista que sintetiza uno de los mensajes meridianos de este libro complejo y perturbador: pegar un puñetazo en la sensibilidad del lector, haciéndole ver las estrellas, en torno a la jodida situación que están viviendo las mujeres. La literatura actual de «terror», a la luz del libro de Mariana Enríquez, hemos de convenir, avanza por caminos insospechados de triste actualidad...

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats