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Retratos de Madrid en negro

José Payá Beltran (Biar, 1970) es un escritor de raza. Uno de esos tipos que, durante las soledades de la infancia, se sumergió en la lectura y, embriagado por las fabulaciones y los tesoros que encierran los libros, pasó, sin solución de continuidad, a escribirlos él mismo. Y, «escribe que te escribirá», recorrió los caminos del entretenimiento, de la comprensión del mundo que le rodeaba, y el descubrimiento del yo; de esa magia que encierran las palabras construyendo realidades inéditas, nuevas formas de vida. José Payá ha frecuentado, desde entonces, todos los géneros: la poesía, el cuento, la novela, el ensayo y la traducción, e incluso ha hecho sus pinitos en el teatro. Si unimos su pasión por el arte de Talía y el cine, el retrato de José Payá es el de uno de esos estupendos profesores de Enseñanza Media que, no resignándose a leer y enseñar a los grandes maestros, con los pies firmes sobre la tierra, y sin descabelladas pretensiones, perfila ya una solida carrera literaria.

Influido, sin duda, por su afición a la escena -acaba de escribir una espléndida tesis doctoral en torno al teatro y la época de Alfonso Paso- y al vicio solitario de entregarse a la «serie negra», José Payá acaba de publicar su quinta novela, el género donde parece consolidarse con más fuerza. Se trata de Un elenco de perros (Playa de Ákaba, 2018), una historia ambientada en el sórdido Madrid de la década de 1950, en la línea del más puro noir que se está escribiendo actualmente en nuestro país. Un relato que discurre bajo el aire celiano de La colmena y cabalga sobre los hombros de una galería de personajes extraídos del turbio espejo del Callejón del Gato: presos políticos recién salidos de la «trena», policías de la Brigada Social sin escrúpulos, bohemios de tras al cuarto, limpiabotas convertidos en confidentes, opositores a notaria eternos, y mujeres perversas; un elenco donde no faltan los caciques de provincias urdiendo negocios sucios, los chupatintas de la Censura o los personajes reales y los famosos dramaturgos de la época para levantar el telón de una farsa con crímenes y una descacharrante conspiración política a mayor gloria de Quentin Tarantino. Nada que no sea propio de las convenciones de la novela negra con aspiraciones de crítica social, pero que, en manos de José Payá, supera esos límites para abrir las puertas al territorio de la novela picaresca y de la «historia-ficción» durante la tenebrosa España del franquismo.

Un elenco de perros confirma la madurez literaria de un José Payá que arriesga en cada nueva entrega y que no se duerme en los cómodos laureles del camino ya transitado en obras precedentes. Con encomiable valentía, se lanza sin paracaídas a construir un relato con distintas voces y multitud de escenarios y situaciones, con técnicas narrativas diversas y digresiones anecdóticas que no interrumpen el discurso de una trama central cabalgando sin pausa hasta el esperpéntico y espectacular final. El humor socarrón, oscuro, la ironía y el desparpajo son las añadiduras que contribuyen a que la lectura de esta novela sea un ejercicio más que grato, al que no es ajeno la cuidada edición que ha llevado a cabo la reciente editorial Playa de Ákaba, con su elegante homenaje a Gallimard y sus estilizadas portadas del polard francés.

La «novela negra» española está viviendo un momento de auge increíble, solo similar, salvando las distancias, al de la novela de caballería del siglo XVI. Salir de los senderos trillados se hace tan necesario como abordar, desde dentro del género, las aventuras demoledoras de un Detective nacido en algún lugar sin nombre de La Mancha. Mientras leo la última novela de José Payá, todavía inédita, que acaba de envíame - Un crimen otoñal, un homenaje al clásico maestro de la novela «problema» americana, S.S. Van Dine-, me confirmo en la valentía experimental del autor y pongo una vela al diablo para que un osado editor la ponga lo más pronto posible en circulación. Hay que abrir ventanas.

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