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Literatura para audaces

Raúl Jiménez presenta en el libro Raros, torpes, hermosos más de cuarenta relatos de una literatura alejada de la complacencia

El mundo, dicen, es de los audaces. Y si algo define a este libro pero también al proyecto editorial-cultural que da cobijo a este libro es audacia. Sala28 se trata, sin duda, de un sello singular, minimalista en cierto modo, que redobla la apuesta que hiciera con el primer título de la colección, Relatos americanos de Sajo Bellver, para poner sobre la mesa un libro de relatos con vocación expansiva: Raros, torpes y hermosos, de Raúl Jiménez.

La propuesta de Raúl Jiménez responde a una voluntad de incomodar en el mejor sentido de la palabra, de levantar la alfombra de la conciencia de los lectores e inocularles el virus de la literatura más alejada de la complacencia. Los lectores acostumbrados al buenismo y las historias edulcoradas se van a sentir descolocados, pero no es menos cierto que el perfil del lector que se acerca a Raros es otro. Su autor, con un bagaje profesional que se sitúa en el ámbito audiovisual, se desplaza hacia lo literario con una serie de relatos de distinta extensión pero que respiran una atmósfera común, que presentan un sello de autor con voz propia que maneja con solvencia los recursos de un género que tiene sus códigos y sus reglas.

Los más de cuarenta relatos que componen este volumen responden a una aspiración muy cortazariana, que es la de darle la vuelta al calcetín de la realidad, para plantearnos situaciones a priori reconocibles y cotidianas que devienen en situaciones que provocan en los lectores una extraña sensación de desconcierto. Esta extrañeza que a veces es extrañamiento adquiere, en algunos relatos, un cariz humorístico (negro en ocasiones) y en otros es como un puñetazo en pleno rostro del lector, que le noquea durante un instante pero que se vuelve a levantar para continuar en pie hasta el siguiente asalto. Estamos hablando de un combate a veces fulgurante, con narraciones de apenas cinco líneas, a veces con un desarrollo más amplio. El púgil Raúl Jiménez se mueve con destreza en ambas situaciones, y se percibe en la ordenación de los relatos una especie un ritmo interno que se asemeja a una sinfonía contemporánea y algo rockera, una hoja de ruta pautada por esos golpes certeros.

Entre la diversidad (relativa) de escenarios y personajes que cumplen el paradigma de la rareza, la torpeza o la hermosura, existen algunos más logrados que otros, algunos que reclaman la atención de una manera más visceral y profunda, y entre ellos destacaría aquellos que ponen el foco sobre la escritura o la lectura. Primeras veces, Escribir o Lectores son relatos poderosos, como lo es, en su sencillez uno de mis predilectos, La casa. Sin embargo el libro mantiene una línea general de notable interés. Temas recurrentes en muchas de estas propuestas, como los códigos de comunicación interpersonales en la sociedad contemporánea, el lado oscuro o grotesco de la realidad desde una perspectiva no exenta de humor, sin olvidar referencias a Alicante o a personajes inclasificables, componen un volumen escrito desde la audacia para audaces, que no deja espacio a la complacencia. Una apuesta, por tanto arriesgada y loable.

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