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Inesperado giro hacia lo social

En su más reciente libro de poemas, de título desconcertante, 6seis6, el poeta oriolano Ramón Bascuñana ha reunido una colección de 18 poemas

Ramón Bascuñana. antonio amorós

Con una trayectoria editorial que ha alcanzado ya prácticamente los veinte años, casi todos los libros de Ramón Bascuñana (Alicante, 1963) han visto la luz gracias a un importante galardón literario. Ese es también el caso de su título más reciente, 6seis6, que obtuvo el III Concurso Noches Poéticas de Bilbao, publicado por la editorial vizcaína L.U.P.I. (siglas de La Única Puerta a La Izquierda). Este es el libro de poemas número 20 en la ya larga trayectoria de Ramón, si incluimos también la antología El gesto del escriba, publicada en 2009 por la editorial Huacanamo. Antes de ese año, ya habían visto la luz doce poemarios, desde Hasta ya no más nunca (1999, Premio de Poesía Paco Mollá) hasta Donde nunca ya nadie (2007), cuyos títulos parecen dialogar entre sí.

Después de algunos años sin publicar un volumen de poesía, Ramón Bascuñana regresó a la lírica con El centro de la sombra (2013), título al que siguieron Cincuenta por ciento (2014), Apariencia de vida (2015, II Premio de Poesía Fernando de Herrera), El humo de los versos (2016, Premio Ernestina de Champourcin), Desnuda luz de la melancolía (2016, Premio de Poesía Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria) y Cuaderno de preposiciones (2017, Premio Nacional de Poesía Poeta Mario López).

La poesía de Bascuñana articula una permanente imagen de fracaso, una idea cierta de la derrota que, no obstante, encuentra refugio en la creación artística, pues el poeta, ante los fracasos cotidianos, es consciente de que el arte es la única batalla que no perderá jamás. Ahora bien, parece que, poco a poco, en los últimos libros de Bascuñana, las máscaras con las que se cubrían los temas del fracaso y la derrota se han ido borrando, de manera que cada vez encontramos más al poeta detrás de los versos. En este sentido, 6seis6 es, desde el propio título, una auténtica declaración de intenciones, casi un exorcismo.

El tema de la derrota y el fracaso existenciales siguen presentes, pero puesto, en esta ocasión, casi por primera vez en la obra del poeta, al menos de una forma tan extensa, al servicio de la denuncia, el compromiso y la indignación. Es, de los libros de Ramón, el que manifiesta de una forma más clara el tema social, pero lo curioso es que lo haga a través de una poesía totalmente despojada de mayúsculas y de puntuación, a través de unas composiciones largas que van perfilando una suerte de letanía o lamento.

Hay poemas de angustia existencial, como el primero del volumen, «Estado de desánimo», que acaba con un verso tan rotundo como este: «porque la vida es siempre casi nada». Hay otros que recrean una famosa fotografía de la Guerra de Vietnam, o que hablan del último pediatra de Alepo o del asesinato de Matthew Sheppard. Son composiciones que subrayan las miserias de nuestro mundo, pasadas y presentes, que parten de noticias periodísticas, de documentos gráficos e incluso de las terribles consecuencias de la crisis económica. Ahora bien, hay dos poemas que resultan antológicos, los que cierran la segunda y la tercera parte de este libro: «Mi padre» y «Mi madre», respectivamente. Son absolutamente devastadores, desoladores, pero también suponen un sincero homenaje y y una entrañable evocación. La ironía, tan habitual en Ramón, tiene un regusto amargo y, en ocasiones, desaparece por completo en ciertas partes del libro.

Esta colección de dieciocho poemas extensos (divididos en tres series de seis), que cuenta con una introducción de Julián Borao y un prólogo de Fermín Castro, debe su título al número de la Bestia, según la cita del Apocalipsis que tenemos al principio del volumen: «Aquí hay sabiduría: El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis».

Este nuevo libro de Ramón Bascuñana es, en realidad, un espejo de nuestro mundo, de nuestra vida y de nuestra segura derrota. Y la vida, que no es más que ese tiempo, esa pequeña propina que se nos concede antes de la muerte, la podemos emplear de diversas maneras; también, claro, escribiendo versos.

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