Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La gran aventura humana

Especie, un relato en verso de la especie humana, supone el legado de Ángel Herrero, poeta que empezó a publicar de forma tardía

La gran aventura humana

Cinco son los libros de poemas que Ángel Herrero Blanco (1951-2017) dio a las prensas, todos ellos, salvo el penúltimo, publicados en la editorial alicantina Aguaclara: Adamor (2004), Una voz como Lázaro (2013), Teorías y viajes (2014), Servicio de escritura (Sevilla, La Carbonería, 2016) y Especie (2017), que vio la luz poco antes del deceso del autor. Cada uno de esos títulos es una carga de profundidad, una auténtica lección de poesía, de lectura, de versificación y, por qué no decirlo, de vida. Hasta el momento en que publicó Adamor, Ángel Herrero fue, para quienes estaban a su alrededor, un profesor universitario que había contribuido de forma imprescindible al conocimiento y la difusión de la lengua de signos; pero a nadie se le escapaba su amor por la poesía, a la que dedicó buena parte de sus investigaciones, y quienes tuvimos la fortuna de escucharlo recitar alguna vez nos enamoramos inevitablemente de su voz.

Tanto Adamor como Una voz como Lázaro suponían la celebración de la palabra, y muchos de sus poemas se recreaban en la forma en que decimos y nombramos las cosas. Teorías y viajes, en cambio, trazaba un recorrido en verso por la historia de la cultura, el arte y, sobre todo, la poesía, mientras que Servicio de escritura suponía, en palabras del propio autor, una auténtica «autobiografía poética». Especie, aunque no desentona con la escritura anterior, va más allá, es algo más.

En una ocasión, en una conferencia que dieron en el ADDA Joan Fontcuberta y Javier García (de quien podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que es uno de «los pocos sabios que en el mundo han sido»), el segundo afirmó que hay una sola aventura humana, y esa verdad, tan evidente como inesperada y deslumbrante, se encuentra en la base de Especie, un relato en verso, más lírico que épico, de nuestra propia estirpe, la del ser humano. El libro, dedicado a sus hijos (Miguel, Sara y Carmen), se abre con Lectores prehistóricos, un poema que actúa a modo de pórtico (tanto de entrada como de salida, ya que se reproduce también en la contracubierta), cuyos primeros versos revelan el destinatario de la obra («Escribo ahora para vosotros / Adolescentes, niños, sabios del paleolítico») y los últimos descubren la intención del autor: «Para eso os escribo, adolescentes, niños, sabios del paleolítico / Para sentir el gesto, vuestro gesto, en el mío».

A partir de ese momento, el volumen se estructura en cuatro partes bien diferenciadas que suponen hitos en la evolución de la especie. Así, la primera parte se titula Australopitecus e incluye cinco composiciones; la segunda, Habilis, ergaster, erectus, consta de doce poemas; la tercera, Sapiens, es la más extensa, con dieciséis piezas; y la última, Lenguaje, cierra el conjunto con ocho composiciones. Cada una de las tres primeras partes tiene, al inicio, una indicación cronológica, que nos lleva desde los -4,2 millones de años hasta hoy. Como ocurría en Adamor y en Servicio de escritura, en Especie el autor tiende a la poesía versicular; de la misma manera, como ya hiciera en Un voz como Lázaro y en Teorías y viajes, opta por las mayúsculas versales y por un uso muy particular de los signos de puntuación, que en muy pocas ocasiones aparecen a final de verso o versículo.

Este último libro de Ángel Herrero se remonta a los orígenes de la especie humana, cuando aquellos homínidos que fuimos nosotros no podían valerse de las palabras y temían a la noche y a las fieras. Hay poemas magníficos, como La joven de Olduvay («Aún no había palabras para los dioses / Aún no había palabras para lo que está más allá de los ojos»), Las fieras, La sonrisa nació como un fósil del llanto, Lascas, Elogio de la duda, Catarsis, La invención de los simulacros, La nada en Altamira y Homo ludens, pero donde toda esta aventura humana adquiere sentido es en los poemas de la última parte, Lenguaje, especialmente en los versos de Los jóvenes poetas («Si existe un dios que sea / La verdad del lenguaje») y Para ti, que te acercas al fuego: «Tengo la edad en la que otros muchos han muerto / Y sé que para ti aún no he nacido / Y te canto / Te canto de alegría mientras arden / Los trastos viejos, una mesa troceada / Un periódico lleno de colillas / La luz / La luz del tiempo / El aire / Y solo pasa este cantar / Solo hacia ti se escriben estas líneas / Hacia ti / Que te acercas al fuego»

No me resisto a acabar estas líneas con unos versos de Ángel Herrero; pertenecen al poema Homenaje, incluido en Una voz como Lázaro: «¿Dónde está Ángel Herrero? / Está con Juan de Yepes / Caminito de México / ¿Dónde está Ángel Herrero? / Está jugando al mus / Con Antonio Machado y Blas de Otero». ¿Dónde estás, Ángel Herrero?

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats