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El Alicante de Valery Larbaud

Su estancia coincidió con el despegue del arquitecto Juan Vidal Ramos y del escultor Vicente Bañuls, que dejaron un amplio legado en la ciudad

Aspecto de la calle Canalejas donde vivió Larbaud. svb

El escritor francés Valery Larbaud vivió en Alicante entre los años 1917 y 1920, ciudad de la que llegó a enamorarse hasta el punto de adjetivarla cariñosamente como mi pueblo. Si bien el primer verano estuvo instalado en villa Rafaela, de la vecina población de San Vicente, más adelante residió en diferentes lugares de la ciudad de Alicante. Larbaud vivió en la calle Mayor, en Canalejas -a la que llamaba de Las Bóvedas por ser su denominación inmediata anterior-, y también en Bazán.

Larbaud paseaba a menudo por el litoral siguiendo el trayecto Explanada, puerto y la playa del Postiguet. Posiblemente utilizara -aunque no hace mención de ello- la pasarela que existía sobre las vías de la estación de clasificación de mercancías del puerto, a través del parque, como así lo llamaba, de Ramiro, y se adentraba en las calles contiguas a la iglesia de San Nicolás.

Larbaud solía acudir al Casino, instalado, desde el año 1881, en el antiguo palacio del marqués de Escalambre, y en cuyas reformas intervinieron la totalidad de los arquitectos locales, entones en escasos número. Allí, el escritor tomaba el desayuno o un café. También acostumbraba a asistir a los distintos locales de espectáculos que por entonces tenía la ciudad: el Teatro Principal, el Salón España y Salón Moderno, etc.

En ningún momento de su Diario menciona Larbaud las características urbanas o alguno de los diferentes edificios que debería encontrar en sus paseos; por lo visto, no le llamaban la atención. Sus dedicaciones literarias y musicales absorbían permanentemente su curiosidad.

¿Cómo era Alicante, que por entonces contaba con poco más de 60.000 habitantes, durante esos años de historia convulsa en todo el mundo? Era indudable que los miembros de las clases acomodadas apreciaban las indudables ventajas que aportaba la cultura higienista, entonces en boga. Desde los últimos años del ochocientos, la burguesía había ido ordenando y habitaba la franja litoral, construyendo en la Explanada algunos de sus mejores edificios. En la playa del Postiguet se construyeron los balnearios, en edificaciones palafíticas que se adentraban en las aguas del mar.

La ciudad compacta comprendía la parte antigua, con la incorporación de los barrios de san Francisco y Nuevo. A poniente, la planificación del Ensanche había visto suplantadas las expectativas residenciales por la ocupación de un entramado industrial de fábricas, talleres y almacenes diversos. Discurriendo hacia el oeste, Benalúa constituía un barrio habitado por una sociedad interclasista, de correcta urbanización de calles amplias, rectilíneas, y una edificación de baja densidad y numerosas dotaciones comunitarias. A mayor distancia, comenzaba a configurarse La Florida, mientras la epidemia de gripe española obligó a abrir el cementerio municipal Virgen del Socorro, aún más alejado.

A lo largo de las carreteras hacia San Vicente y Villafranqueza, se construían villas y chalets -así comenzaban a ser denominados durante esos años-, situados en parcelas ajardinadas. Al norte, el antiguo arrabal de San Antón, desde décadas atrás transformado por la implantación de la fábrica de Tabacos, albergaba población obrera directamente vinculada a dicha instalación fabril. Más distante se iban consolidando Carolinas y El Plá, donde cooperativas de reducido número de asociados construían alineaciones de casas de escasas dimensiones, con antejardín.

Cuando Larbaud llegó a la ciudad, estaba superada prácticamente la última generación de arquitectos decimonónicos, que habían llevado a cabo una arquitectura ecléctica e historicista, junto al modernismo muy personal de Sánchez Sedeño.

Aunque el escritor no lo menciona, su estancia en Alicante coincide con los inicios laborales del arquitecto Juan Vidal Ramos quién, titulado el año 1916, ejerció en la ciudad desde el año siguiente. Vidal se erige pronto en el nuevo joven arquitecto de la clase dirigente. Desde sus primeros edificios, dejó constancia de sus preferencias estilísticas, un casticismo fuertemente influido de barroco, incorporando soluciones formales de la arquitectura local del setecientos. Los resultados fueron satisfactorios para su clientela privada, y así, en el año 1918, llevó a cabo la ampliación y reforma de la Caja de Ahorros en la calle de San Fernando, un edificio donde el estilo neobarroco se identifica plenamente con el uso bancario.

La demolición de los antiguos mercados que se levantaban en el extremo de levante de la Explanada, permitió alinear el frente de la fachada marítima. En los solares resultantes se construyó, durante 1918, la casa Lamaignere, en el número 3. A su vez, en manzana completa, en los números 1 y 2, se levantó la casa Carbonell, si bien la obra no se completó hasta 1924. En ambos trabajos, Vidal desplegó su característico lenguaje formal que sirvió para configurar un tramo de frente urbano orientado al litoral con aspiraciones en emular la Costa Azul.

En esos mismos años, la burguesía local dejó impronta en el embellecimiento urbano público. La tarea que fue desempeñada con éxito por el escultor Vicente Bañuls. En sus distintas obras y en particular las más próximas a la presencia de Larbaud, el homenaje a los Mártires de la Libertad (1907-16), monumento a Canalejas y la Aguadora (1918), Bañuls materializó imágenes republicanas inspiradas en valores universales, divulgados desde la Ilustración y la Revolución Francesa.

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