Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La vida que no ha sido

El mayor acierto de Tiene que ser aquí de Maggie O'Farrell es que cada capítulo tiene un narrador diferente, que a veces es el mismo en diferentes edades

La escritora Maggie O'Farrell.

Hay muchas maneras de hacer que una historia convencional resulte atractiva e interesante. Los recursos narrativos son muy variados, pero no garantizan el éxito: disfrazar de misterioso a un personaje que simplemente es aburrido, hacer saltos en el tiempo de la narración atrás y adelante, utilizar un narrador no fiable, fragmentar el discurso en muchas voces? Por eso, los casos en lo que se cuenta una historia más o menos mundana y se consigue un resultado tan espectacular como el de Tiene que ser aquí no son muy frecuentes. El detonante es uno de los peligros que nos puede asaltar a cualquiera: toda la vida que no ha sido, todas las vidas que habrían podido ocurrir si hubiésemos tomado otras decisiones, quiénes seríamos si no fuésemos quienes somos, especialmente cuando averiguamos que se nos ocultó información cuando tomamos esas decisiones.

La historia en sí no tiene mayor importancia: un hombre y una mujer, divorciados, se enamoran y comienzan a vivir juntos, pero, ¿cuándo ocurrió? Cada capítulo de la novela nos pone en un momento temporal diferente dentro de una horquilla de más o menos 30 años. Estos vaivenes han de manejarse con cuidado por parte del autor, para dosificar por un lado la información que se ofrece y que afecta a lo que ya se ha contado, y por otro para no desequilibrar la tensión entre unas partes con más ritmo e interés que otras. En el caso de O'Farrell, se pone una dificultad añadida: la de que cada capítulo tenga un narrador diferente, a veces el mismo narrador en diferentes edades. Y ese es el mayor acierto de la novela, ya que los aspectos más interesantes de sus dos protagonistas -un profesor de semántica y una estrella de cine que se ha apartado radicalmente de la vida pública- nos son revelados a través de las acciones del resto de personajes, muchas veces de manera incluso accidental.

Para que este recurso no se agote, la autora usa con mucha inteligencia textos que no son estrictamente literatura, como el catálogo de una subasta de objetos que pertenecieron a la actriz o una entrevista con su exmarido, de manera que siempre, en todos los capítulos, tenemos la sensación de que estamos llegando a alguna parte, a un culmen narrativo que no termina de llegar, y eso es precisamente lo que hace interesante y amena la lectura, lo que despierta esa agradable sensación de deseo porque la lectura no concluya. Por eso resulta algo desconcertante que, habiendo manejado tan hábilmente la presentación de los personajes y las relaciones que mantienen, en los últimos capítulos aparezcan narradores nuevos con los que es imposible realizar el ejercicio de empatía que se ha hecho con los anteriores, dilatando un final que, por otro lado, tampoco está a la altura del resto del libro.

Más allá del aspecto formal, Tiene que ser aquí intenta tocar muchos temas a través de la relación de dos personajes que han decidido instalarse en un rincón inaccesible de Irlanda. El abandono voluntario del mundo y la construcción de una pequeña Arcadia feliz no puede sino desembocar en la destrucción de ese paraíso o, al menos, en la amenaza de sus cimientos, al asomarse al abismo de la vida no vivida, y que siempre, invariablemente, es mejor que la que tenemos.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats