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La liturgia de una rockera

A todo riesgo, las memorias de Chrissie Hynde, líder de los Pretenders, destilan autenticidad: la defensa de una actitud

La liturgia de una rockera

A modo de advertencia de lo que el lector puede esperar, apunta Chrissie Hynde en el prólogo del libro que se decidió a escribir sus memorias después de que fallecieran sus padres. La rockera norteamericana se nos muestra en A todo riesgo como una excelente conocedora del arte de saber contar. Desde los primeros secretos de los árboles dela infancia retratando historias familiares cuando «La vida zumbaba acre y verde» con un helado y pantalones de pana. La cantante de los Pretenders es definitoria: «Yo cabalgaba sobre mis patas de potro, el suelo estaba cubierto de rocío y los manzanos silvestres henchidos de flores. La vida olía bien». Pronto aquella muchacha daría pruebas de su carácter vivo y activo: los primeros escarceos con el ukelele y la armónica, la primera guitarra acústica, la pasión iniciática por los Beatles... El orden de prioridades estaba servido y la música era una revelación que daba importancia al mundo... Así llegarían los primeros ídolos puestos en el altar, el fenómeno fan vivido en primera persona en torno a Lou Reed, Janis Joplin o los Rolling Stones, la premisa de subyugar a la realidad, como ella asiente ganarse una amistad para siempre era regalar un disco de Bob Dylan. La vigorosa vocación de Hynde encadenaba su cosmovisión.

Su mundo interior bullía en medio de las lecturas de la generación Beat y los primeros tanteos con las drogas: «Habíamos nacido para ser salvajes. Volábamos y éramos libres». El imperativo era la ruptura con lo establecido en tanto llegaba la liberación sexual y la guerra de Vietnam hacía estragos en una generación.

A todo riesgo plasma la vida de una luchadora, experta en el rodar por México, Canadá y París con los medios justos de supervivencia, pero los horizontes abiertos de perpetua búsqueda. Londres será, al fin, un punto cardinal en su vida desde los amores fugaces, a los trabajos eventuales, llegando a ganarse la vida como periodista musical, a sus vibrantes encuentros con los Sex Pistols. La capital británica dará sentido a su voz, a su ansia imparable de formar una banda: «Cantar era algo directo: del corazón al cerebro y al oído», escribe. Entre las artes persuasivas de la cantante y el azar se fueron formando los Pretenders. Su lealtad rockera se vio recompensada con un proyecto cuajado. A partir de ahí llegaría la defensa de una actitud, las historias de carretera y las servidumbres de la fama. Las memorias de Hynde tocan los tópicos de las estrellas del rock con la riqueza de unas sabrosas anécdotas. El alcohol y las drogas fueron heridas incisivas, que se llevaron a algunos compañeros y cuyo auténtico daño se reveló con el tiempo. A un músico de rock ha de solicitársele autenticidad. Chrissie Hynde viste con soltura esa etiqueta.

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