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El mundo (según Herzog) conectado

El cineasta Werner Herzog examina el fenómeno de Internet en su nuevo documental Lo and Behold: Reveries of the Connected World

Imagen del cartel de Lo and Behold de Herzog.

A ciertos autores, la curiosidad les lleva a enredarse con el más inabarcable de los problemas. Bill Bryson tuvo que ponerse a escribir Una breve historia de casi todo (RDA, 2005), para tratar de comprender la ingente amalgama de fenómenos que empujan nuestro universo. Mark Cousins optó por dirigir la serie documental La historia del cine: una odisea (2011), para intentar conectar los surcos que nacen de la historia global del cine. Brian Talbot diseccionó en el cómic Alice en Sunderland (Mondadori, 2010), la larga lista de vínculos existentes entre la ciudad de Sunderland, Lewis Carroll y las dos Alicias (la real y la de ficción), para adentrarse en la gestación de Alicia en País de las Maravillas.

Me hubiese gustado que Werner Herzog, hubiera hecho lo propio con su documental sobre Internet, Lo and Behold: Reveries of the Connected World (2016). Pero me temo que, a pesar de su notable esfuerzo, se ha quedado a las puertas. Difícilmente se puede atender a las múltiples facetas y efectos de la sociedad en red en apenas 140 minutos. Casi todo el metraje se revela tan fugazmente entretenido que, la sensación que queda, es la de haber visto el episodio piloto de lo que podría ser una espléndida serie al estilo de la conocida Cosmos o de la reciente Trough the Wormhole.

De primeras, resulta esclarecedor que el propio documental, esté dividido en 10 capítulos temáticos (La cara oscura, Invasores terrenales, La Internet del yo, etc.) y que cada uno de ellos, esté protagonizado por una serie de figuras clave (hackers, neurocientíficos, creadores de protocolo, afectados por las ondas wifi, etc.), ideales para expandir estos contenidos en formato serie. Pero aun deviene más tentadora esta idea, frente a la originalidad y la potencialidad de algunos capítulos como, por ejemplo, el apartado que trata las posibilidades de una red de conexión interplanetaria (Internet en Marte), o, en especial, el que trata de «la vida sin red», en la pequeña ciudad de Green Bank (Virginia, EE UU). Un paraíso de la desconexión donde, debido a la existencia de telescopios para captar las ondas de radio del espacio, no se permite la tecnología wifi.

Con todo, Lo and Behold, cuenta con la firma de un maestro en su arte que, como Bryson, Cousins o Talbot, se enfrenta a la enormidad de su «elefante» optando por el camino más digno: desde la mirada personal; con honestidad, y asumiendo los puntos fuertes y las limitaciones de esta perspectiva ante un fenómeno ciertamente difícil de abarcar. Desde esta tesitura, Herzog hace «tangibles» al espectador los ejemplos escogidos, centrándose en aspectos inusuales como el «delicioso olor antiguo» de la primera estación informática que transmitió un mensaje en red, o en perspicaces preguntas capaces de trastocar a los entrevistados: «¿Está Internet soñándose a sí misma?».

El último capitulo, El futuro, dibuja la inquietante feria de especulaciones que circula en torno al devenir del ser humano e Internet. De la posible telepatía en red, a la hipotética vida robótica sin compañía humana.

Sin embargo, para el último plano, Herzog recupera a los habitantes del Green Park, tocando canciones populares al son de las guitarras, el banjo, y el crepitar de la fogata. La cámara recorre uno a uno sus alegres rostros y se funde a negro.

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