Menos de una semana, salvo complicaciones de última hora. Es el tiempo estimado, a dos días de que se cumplan nueve meses de la desaparición de Marta Calvo, que le resta a la Guardia Civil y a los operarios contratados por el vertedero de Dos Aguas para terminar de remover los cientos de toneladas de basura compactados con tierra que formaban el inmenso cubo de desechos donde se calculó que podrían estar los restos de la joven de Estivella, partiendo de los datos aportados por su presunto asesino, Jorge Ignacio P. J., hoy en prisión.

Ocho meses después del inicio de los trabajos de búsqueda en ese vertedero, que recibe los desechos no reciclables de València y su área metropolitana tras pasar por la planta de Quart de Poblet, la Guardia Civil no ha encontrado un solo resto de Marta Calvo, por lo que adquiere cuerpo la tesis que los investigadores y la familia de la joven manejan desde el principio: su presunto asesino mintió desde el primer momento y el cuerpo nunca llegó a ese punto.

Tal como ha venido publicando INFORMACIÓN, Marta Calvo murió en la madrugada del pasado 7 de noviembre, tras ser recogida en València por su presunto asesino, Jorge Ignacio P. J., quien la trasladó en su coche a la vivienda de Manuel que tenía alquilada para, entre otras cosas, llevar allí a mujeres a las que contrataba para mantener relaciones sexuales, y posiblemente para utilizarlo en su faceta de narcotraficante, aunque la Guardia Civil no encontró ni rastro de ello durante los dos registros en la vivienda (el acusado dispuso de casi una semana para limpiar a fondo antes de escapar).

La joven mandó desde allí su ubicación a través de WhatsApp a su madre, como hacía cada vez que quedaba con alguien fuera de casa, gesto que sería clave para reconstruir después sus pasos. El sospechoso, que llegó a negarle a la madre haber visto siquiera a Marta cuando la mujer se presentó en su casa para pedirle explicaciones siguiendo la geolocalización enviada por su hija, acabó huyendo de la casa días más tarde y estuvo 21 días escondido, aparentemente, sin ayuda de nadie, según se deduce del análisis profundo de los teléfonos que manejó en ese tiempo.

Cuando se entregó, en la madrugada del 4 de diciembre, y declaró acompañado de su abogado particular, ya traía con él su propia versión de los hechos. Y es la única que ha dado, la que escucharon agentes del grupo mixto de Homicidios de la Comandancia de València y de la UCO durante cinco largas horas, en la tarde de ese 4 de diciembre en el cuartel de la Guardia Civil de Carcaixent.

Según esa versión, Marta murió de manera espontánea tras una noche de sexo y cocaína y él, asustado, optó por descuartizarla en la ducha del cuarto de baño de la primera planta de la casa de Manuel con dos sierras compradas ese mismo día en l'Olleria, donde tenía en realidad su residencia. Luego, dijo haber repartido los restos y los enseres de la chica en seis bolsas grandes de basura que habría arrojado en contenedores de Alzira, Silla y Massanassa a lo largo de la mañana del día 8.

Jorge Ignacio P. J., con una condena cumplida por narcotráfico en Italia y otra más pendiente por el mismo delito en Navarra, ingresó en prisión el 6 de diciembre por orden de la jueza de Instrucción número 6 de Alzira. Y ya no ha vuelto a abrir la boca.

Mentiras con traje de estrategia

Desde el inicio, la investigación ha demostrado que miente y se contradice. Los rastros de ADN hallados en la casa no son los que cabría esperar en una acción tan violenta como es un descuartizamiento, el hecho de que parte de los restos no fuesen a parar al centro de tratamiento que correspondía según sus afirmaciones -las bolsas arrojadas en Alzira debían haber acabado en la planta de Guadassuar, algo imposible ya que su sistema de selección puntero los habría detectado- y otras mentiras y contradicciones ya desmontadas por los investigadores hacían difícil creer que Marta estuviese en el vertedero de Dos Aguas. Aún así, había que intentarlo, pese a que la tarea era ingente y casi seguro, inútil.

Las peores sospechas parecen haberse convertido en certezas a tenor de los resultados obtenidos. Salvo que la búsqueda dé un giro muy inesperado, y no parece probable a estas alturas, ya que está previsto acabar los trabajos a finales de esta semana o a principios de la siguiente, como muy tarde, los investigadores de la Guardia Civil llevan tiempo explorando otras posibilidades para intentar dar con el cuerpo de la joven, una vez descartada su presencia en la planta de Dos Aguas.

De momento, su periplo por los contenedores en la mañana del 8 de noviembre, al día siguiente del homicidio, periplo que se corresponde con el análisis al que fueron sometidos los móviles del acusado, no parece que tuviera por misión, como dijo, arrojar las bolsas con los restos de la joven de Estivella, por lo que tiene todos los tintes de aparentar una estrategia fabricada de cara a la investigación.

De hecho, a través del análisis de movimiento de los teléfonos se puede constatar que el terminal realizó ese viaje, peno nada acredita que fuese Jorge Ignacio P. J. quien llevara esos teléfonos encima y, si fue así, que estuviese deshaciéndose de los restos de su víctima. Solo recorriendo determinadas ubicaciones de cara a una futura estrategia de defensa.

Era, además, la tercera mujer que moría en sus manos -Arliene Ramos había muerto en marzo y Lady Marcela, en junio-, por lo que probablemente había pergeñado en algún momento qué pasos seguir para deshacerse del cuerpo, conociendo como conoce, por su experiencia como condenado por narcotráfico, cuáles son los pasos en una investigación criminal.

Agotado el vertedero, los investigadores deberán volver al principio -ya lo han hecho- para repasar qué pudo hacer con el cuerpo y dónde se deshizo de él.

Antes de que sembrase la duda sobre el caso contando que la había descuartizado y diseminado sus restos por varios pueblos, la Guardia Civil se había volcado con lo que parecía la hipótesis más lógica: que la hubiese arrojado a algún pozo o sima de los muchos que circundan Manuel y que su presunto asesino conocía sobradamente de sus largas caminatas por los montes entre ese municipio y l'Olleria, donde vivía.

Casi 20.000 metros cúbicos rastrillados milímetro a milímetro durante 8 meses

La tarea parecía inabarcable, pero la Guardia Civil la concluye, ocho meses después, con la certeza de que ni un solo centímetro de Marta Calvo llegó jamás al vertedero de Dos Aguas. En jornadas de turno doble, interrumpidas solo por temporales de viento y/o agua y algunas -escasas- fiestas, agentes primero de Policía Judicial y Criminalística, y después de la Usecic con supervisión de los especialistas de Judicial, han rastrillado, milímetro a milímetro, casi 20.000 metros cúbicos de basura compactada con tierra. Maquinaria pesada contratada exprofeso por la planta, con operarios destinados en exclusiva a esa labor, extraían las balas de basura para ser destripadas por los guardias civiles.

Cada bolsa, cada envase ha sido abierto e inspeccionado. Ante la más mínima duda, se fotografiaba el objeto, por pequeño que fuese, y se enviaba la imagen al forense asignado al caso. La inmensa mayoría fueron descartados con esa técnica. Los escasos huesos que han llegado al Instituto de Medicina Legal de València desde aquel 12 de diciembre que comenzaron los trabajos han acabado con la misma conclusión: «No es humano».