No hace falta ser de pueblo para saber que, en según qué cosas, no se pueden aplicar los mismos esquemas de análisis que en núcleos de población más grandes. Ayer, en el juicio por el asesinato del alcalde de Polop, (y eso que van diez sesiones) una de las defensas difícilmente ocultaba su asombro ante la declaración de uno de los testigos, familiar de Alejandro Ponsoda y regente de un bar en la localidad que solían frecuentar los miembros de la Corporación. Cuestionado por el letrado acerca de cómo podía tener conocimiento de que ediles del PP, entre ellos el regidor malogrado, habían pedido un préstamo para sufragar los gastos de la campaña electoral de 2007, el testigo respondió que porque lo comentaban cuando iban a su local. «¿En el bar?», inquirió el abogado con los ojos muy abiertos «Si, claro, en el bar», volvió a contestar el joven con naturalidad. Eso en los pueblos, pasa.

No es ésta la única ni la más preocupante pincelada del ecosistema rural que se está viendo en la sala de vistas donde se juzga el crimen de un alcalde de pueblo en el pueblo en que vivía. La convivencia en una sociedad pequeña de varios acusados, como es el caso de Juan Cano, sucesor de Ponsoda en la Alcaldía tras su muerte y hoy encausado por encargar el asesinato, con el entorno de la víctima, está provocando no solo denuncias de amenazas por parte de estos últimos sino declaraciones como la que ayer protagonizó una prima de Ponsoda. Un testimonio en el que resultaba complicado diferenciar lo que la mujer sabía per se, que lo había, de lo que provenía de comentarios que se oían por el pueblo. Que también.

Fue también a preguntas de otra defensa que la testigo, al ser cuestionada sobre cómo podía afirmar con tanta precisión que otro de los acusados como autor intelectual de crimen, el propietario de tiendas de calzado Salvador Ros, solía frecuentar clubes de alterne si ella no le había visto en esos locales, espetó rotunda: «Pues porque Polop es un pueblo pequeño y se sabe todo. A la larga o a la corta se sabe».

Y en línea con lo que parece ser una cuestionable estrategia de las defensas, una de ellas le preguntó por detalles de la vida privada de su primo, que ella negó provocando sonrisas entre acusados y familiares y amigos de Cano, que se encontraban entre el público asistente. Unas risas ante las que, visiblemente nerviosa y molesta, soltó: «Eso no me gusta». Como lo hubiese dicho en el pueblo.