La Policía Nacional ha dado por completamente desarticulada la macroorganización china que llevaba dos años produciendo marihuana de manera industrial en naves alquiladas en polígonos de València, Castellón y Alicante, tras el último golpe a esta mafia, propinado a principios de este mes y que ha propiciado el desmantelamiento de un subgrupo dedicado a prostituir a jóvenes chinas. Las mujeres eran confinadas en los mismos pisos donde las obligaban a mantener relaciones sexuales con clientes también chinos, quedándose la organización la mayor parte del dinero que pagaban los «clientes».

Desde el comienzo de la investigación, que inició y ha liderado el grupo de Policía Judicial de la comisaría de Xirivella, al que más tarde se han sumado agentes del grupo de Crimen Organizado de València y de la brigada central, así como de varias comisarías locales, los agentes han detenido a 81 personas, la mayoría de ellas de nacionalidad china, y han reunido pruebas que les implican en el envío de más de tres toneladas de marihuana al Reino Unido y a Holanda, donde el valor de esa droga duplica -y en ocasiones triplica- el precio en España.

En esta última fase, han sido detenidas 30 personas, todas ellas chinas, de las que 12 han ingresado en prisión. En total, 29 de los 81 arrestados acabaron en la cárcel por orden judicial, aunque muchos han acabado saliendo de prisión. De hecho, más de uno ha sido detenido en las siguientes fases y por los mismos delitos.

Además, en este último golpe, centrado en València, Sedaví, Dénia, Aspe, Elx y Albacete, los investigadores han conseguido averiguar el método empleado por la organización para llevar la droga a esos dos países: a través de paquetes enviados con distintas empresas de mensajería. Los ahora detenidos empaquetaban la droga y enviaban entre 7 y 10 kilos de marihuana por caja, lo que les repercutía entre 42.000 y 60.000 euros por cada una de ellas, en función del peso.

El elevado nivel de demanda logrado por este grupo organizado les había obligado a comprar marihuana a otras organizaciones, principalmente de Andalucía y Castilla-La Mancha, ya que con las naves montadas en la Comunitat Valenciana no daban a basto. Además, desde 2018, los investigadores de Xirivella habían desmantelado varias de ellas, tal como ha venido publicando este diario, por lo que habían empezado a abrir el negocio más allá delas fronteras valencianas.

Pisos como prostíbulos

Desde el inicio de las investigaciones de la bautizada como «Operación Delikao», han sido detenidas 81 personas y se han certificado 325 envíos por paquetería, con un montante global de 3.266 kilos de marihuana. En total, han sido desmantelados seis pisos y chalés dedicados a la prostitución y trece naves industriales -dos de ellas en la última fase- donde se producía la droga. Cada uno de esos viveros interiores les suponía una inversión en infraestructura de entre 50.000 y 60.000 euros, por lo que podían montar una nave nueva con un simple envío de marihuana.

En esta última fase, ha habido trece registros, incluidas las naves, los prostíbulos y las viviendas de los detenidos, entre los que se encuentran dos de los cabecillas. Se trata de una de las organizaciones de este tipo más importantes de cuantas se han desarticulado en Europa.

Encerrados en el sótano de una nave en Aspe sin ver el sol

Los líderes de esta organización, dividida en células estancas entre sí para evitar el efecto dominó en caso de intervención policial, no sólo están acusados de un delito contra la salud pública por la producción industrial de marihuana, sino que además se les imputan delitos de trata de seres humanos con fines de explotación laboral y sexual. Los arrestados tenían a sus víctimas en «auténtico régimen de esclavitud», en palabras del comisario provincial de València, Ignacio del Olmo. El subinspector Pallardó, responsable de la investigación desde el inicio, explicó como ejemplo gráfico de esa situación las condiciones en las que la célula asentada en Elx tenía a los dos jóvenes que vigilaban la plantación hallada en la planta subterránea de la nave desmantelada en Aspe. Permanecieron un mes y medio y tres meses, respectivamente, «sin ver la luz del sol, ya que no les dejaron salir ni un solo día de ese sótano». Recibían la comida y la bebida a través de un montacargas y solo tenían una pequeña estancia usada «como retrete, dormitorio y comedor». Las mujeres eran obligadas a dormir en camastros y comer en el salón del mayor de los prostíbulos, en Sedaví, y solo podían entrar en las habitaciones para mantener las relaciones sexuales con los hombres que elegían los cabecillas.