La pequeña Maia Larisa Dima, de dos años, no figura en las cifras oficiales de víctimas mortales de la violencia machista pero su muerte es fruto sin duda de esta lacra que trata de golpear allí donde más dolor va a causar. Su padre la degolló con un cuchillo de cocina mientras dormía, en noviembre de 2017 en Alzira, «con la finalidad de causar un menoscabo psíquico grave y un perjuicio irreparable a su esposa y madre de la menor», quien le había comunicado su deseo de divorciarse. «Si no hay familia, no hay hija», le dijo a un testigo.

El ministerio fiscal solicita para el acusado la pena de prisión permanente revisable por un delito de asesinato a víctima menor de 16 años, en concurso medial con un delito de lesiones psíquicas contra la mujer por el sufrimiento que causó a su pareja y madre de la pequeña.

El juicio, que comenzó ayer en la Audiencia de Valencia, es el primero en celebrarse en la Comunidad Valenciana donde un acusado se enfrenta a dicha pena, lo más parecido a una cadena perpetua en España.

Sin remordimiento

Durante su declaración ante los miembros del jurado, Laurentiu Mihai D., de 30 años, se mostró impasible sin gesto alguno de remordimiento, aunque con un claro temblor en las manos. Así, el acusado aseguró no recordar prácticamente nada de aquel 12 de noviembre de 2017, ni la discusión con su mujer, ni haber cogido un cuchillo de cocina para degollar a la hija de ambos. «Esa noche no dormí y había bebido mucho alcohol», alegó. Su defensa trata de acreditar que su cliente sufre un trastorno mental de tipo esquizofrénico y solicita una eximente completa. No obstante, la fiscal aprecia un claro móvil machista en el crimen.

La madre de la menor y exmujer del acusado declaró que éste le había amenazado con llevarse a su hija cuando le dijo que quería divorciarse, además había comentado que «me va a pegar donde más me duele», pero no lo creyó capaz de hacer algo así. Al recordar los momentos previos al asesinato, la mujer cayó desplomada en la sala y tuvo que ser asistida por personal médico. Una vez estabilizada pudo continuar con su declaración.

Según recordó la madre ayer en el juicio, tras darle de comer a la niña y acostarla a dormir la siesta, se marchó a denunciar las amenazas. De camino a la comisaría de Alzira recibió una videollamada de Whatsapp del acusado. Ya había matado a la niña.