Hace quince años el hijo de Victoria López moría asesinado con una escopeta a manos del exsuegro de éste en el municipio alicantino de Sant Joan. El asesino, Fracisco M. P. que tiene ahora 88 años, volverá a sentarse en el banquillo esta semana en un juzgado de lo Penal acusado de delitos de violencia de género por los que este verano volvió a ingresar en prisión a los tres meses de abandonar la cárcel tras la condena por el crimen. «Yo sólo espero que este asesino no salga nunca de la cárcel», asegura Victoria a este diario.

A lo largo de todo este tiempo, Victoria ha estado peleando por defender la inocencia de su hijo. «Mi hijo no era un maltratador» es una frase que ha repetido hasta la saciedad. Tras los disparos, el asesino se entregó en la Guardia Civil y adujo que lo había matado porque era un maltratador que estaba dando mala vida a su hija. El estigma de la violencia de género cayó sobre el fallecido, mientras que su verdugo era tratado como un Padre Coraje. En el juicio por el crimen, el jurado no consideró probada la versión del acusado y concluyó que le asesinó sin que su víctima tuviera posibilidad de defenderse y pese a que éste no tuviera actitud amenazante alguna, según recalcaba la sentencia que le imponía quince años de cárcel.

La discusión frente a la casa del acusado con el joven que había tenido una relación sentimental con su hija durante un año, fruto de la cual tuvieron un niño en común. La disputa se produjo por diferencias en el régimen de visitas. A pesar de que en su día ingresó en prisión tras entregarse en la Guardia Civil, no tardó en quedar en libertad bajo fianza, en atención a su edad, que entonces era de 73 años. Tras el juicio y el veredicto del jurado, la Audiencia ordenó su ingreso inmediato en prisión.

«Se lo llevó con 24 años, cuando estaba en la flor de la vida», se lamenta Victoria. «Él ya tenía otra novia, no quería nada con ella. Sólo pretendía poder ver a su hijo», recuerda Victoria. También ella tuvo que enfrentarse a la familia del asesino de su hijo para lograr conseguir que le dejaran ver a su nieto tras el asesinato. Tras un largo pleito, consiguió que un juzgado le reconociera el derecho a un régimen de visitas, con entregas del menor en un punto de encuentro. El joven tiene ya 17 años, pero la relación entre las dos familias es tan mala que apenas se habla con él. «Se ha criado con ellos», se lamenta. El nieto llegó a denunciarla por malos tratos después de que ella le hubiera abroncado por una mala contestación.

No es la única pérdida a la que se ha enfrentado, ya que otro de los cuatro hijos de Victoria falleció como consecuencia de un accidente de tráfico a los 29 años de edad. «Yo en esta vida, no he sabido hacer otra cosa más que trabajar por mis hijos. Con cuarenta años me separé y tuve que sacar a la familia yo sola», asegura.

Alzamiento de bienes

Pero los procesos judiciales a cuenta del crimen continuaron. La Audiencia de Alicante impuso una indemnización de 150.000 euros que el acusado debía abonar a la familia del fallecido. «Sólo pagaron 6.000 euros y del resto de la indemnización no se sabe nada. Me quitaron a mi hijo y ni siquiera han querido pagarme», asegura Victoria. Tanto el acusado, como la esposa y la hija de éste fueron condenados por alzamiento de bienes al hacer desaparecer un patrimonio cercano a los 390.000 euros dos meses antes del juicio por el asesinato con el fin de eludir la indemnización a la familia de la víctima. La mujer y la hija eran considerados por la sentencia como cooperadora necesaria del delito la primera y como cómplice la segunda, imponiéndoles las penas de dos años y de diez meses de prisión respectivamente. De todas maneras, de dicha cantidad, la mayor parte de la indemnización estaba destinada al hijo del fallecido, que está viviendo con la familia del asesino.

Victoria asegura que el asesino de su hijo llegó a decir que «la vida de un hombre sólo vale dos euros, que es el dinero que valen los cartuchos». Este verano se llevó la sorpresa de que el hombre que había matado a su hijo estaba ya en libertad pero había vuelto a prisión por delitos relacionados con la violencia de género.

«Al principio no avisaban cada vez que iba a salir en libertad por algún permiso. Esta vez no sabíamos nada», asegura. Francisco Martínez había obtenido el tercer grado penitenciario hacía unos pocos meses, pero la convivencia en su casa se había deteriorado. Hasta tal punto que, antes de salir de prisión, aseguró que lo primero que iba a hacer nada más lograr la libertad era separarse de su esposa. Ella tiene 83 años, él 88. En el inmueble familiar, vivían la madre y la hija con el padre, aunque cada uno en distintas estancias de la casa.

Amenazas de muerte

A finales del pasado mes de agosto, madre e hija se presentaron en el cuartel de la Guardia Civil para denunciar que el exconvicto había tratado de mantener relaciones sexuales con ella y que al negarse la había amenazado de muerte. «De la cárcel se sale, del hoyo no», es la frase que le atribuyen ambas. Cuando los jueces examinaron cuáles eran los antecedentes del reo estimaron que existía un riesgo real para la vida de la denunciante y acordaron su ingreso en prisión. Así lo decretó el juez de guardia cuando pasó a disposición judicial un sábado; y dos días más tarde, lo ratificó el juzgado de Violencia sobre la Mujer que le envió al banquillo. La Fiscalía le reclama penas que suman tres años y tres meses de cárcel por delitos abusos sexuales y amenazas.

Aunque Victoria se alegra de que el asesino de su hijo regrese a prisión, también valora el hecho de que quienes le han denunciado ahora fueron las mismas personas que acusaron a éste de ser un maltratador hace ya quince años. El arresto ha reabierto las viejas heridas y se plantea volver a encararse con el hombre que mató a su hijo y asistir al juicio. «Me dicen que no vaya, que lo único que sacaré es sufrir más. Pero ésta es una página que tengo que pasar», asegura.