El Consejo General del Trabajo Social y el Colegio Oficial de València dieron ayer un paso al frente para lamentar que, «más allá de la correcta aplicación de los protocolos de atención», ha habido «un fallo como colectividad al no haber sabido prevenir adecuadamente» el doble crimen de Godella, que acabó con la vida de Damiel, de tres años y medio, y de su hermana Ixchel, de cinco meses, supuestamente a manos de sus padres. Es el primer colectivo que ha sido capaz de ejercer la autocrítica y reconocer que el doble crimen se podía haber evitado con una adecuada gestión y atención de todos.

Así, recuerdan que los sistemas sanitario, educativo y judicial, las fuerzas y cuerpos de seguridad, los servicios sociales, la familia, el vecindario y otras organizaciones sociales han tenido «relación con el entorno directo en el cual se desenvolvieron estos niños». Es decir, «la sociedad en su conjunto de forma corresponsable participó en su atención en algún momento de sus vidas».

Los trabajadores sociales han reclamado un «aumento de la corresponsabilidad social respecto a la atención de situaciones de violencia en general y de violencia hacia la infancia y adolescencia en particular», al tiempo que advierten sobre la «clara insuficiencia de recursos en la proximidad» y piden un «refuerzo» en los servicios sociales de atención primaria, así como la implantación de la «historia social única» que permita a los usuarios transitar por distintas administraciones sin que su caso se archive o caiga en el olvido.

En busca del arma

Mientras, la Guardia Civil realizó ayer la tercera inspección ocular en el domicilio donde se cometió el doble asesinato, para intentar localizar el arma homicida. Se trata, tal como adelantó en exclusiva este diario, de un objeto cilíndrico, liso y contundente, según la descripción del arma facilitada por los forenses a partir del estudio de las fracturas craneales, en las que no se aprecian señales, ni muescas cortantes.

Agentes del grupo de Homicidios y del laboratorio de criminalística acudieron a la casa a las 9.00 horas, junto con especialistas del equipo de actividades subacuáticas de la Guardia Civil de València, cuya labor consistió en examinar varios pozos de agua próximos al domicilio.

En apenas hora y media recuperaron varios mangos de aperos de labranza, principalmente de azada, que serán enviados al laboratorio central de la Guardia Civil para buscar sangre o restos biológicos para establecer si fueron empleados o no para golpear a los pequeños.

De momento, no hay una sola muestra visible de que alguno de los astiles y palos recogidos sean realmente el arma del doble crimen. Es más, los investigadores ni siquiera están convencidos de que haya habido transferencia biológica, por lo que el objeto podría estar en manos de la Guardia Civil desde el primer día, cuando se recogieron ya varios candidatos a arma homicida, sin que se pueda llegar a determinar.

Por ahora, no hay más pistas de esa arma que las que se desprenden de las autopsias. La madre, con al menos un brote esquizoide ya diagnosticado por un psiquiatra forense al día siguiente de su detención, ha asumido el enterramiento de los pequeños, pero no su asesinato, del que no recuerda nada, algo habitual en estados de trastorno mental grave. Por tanto, no ha aportado dato alguno sobre el arma.

En cuanto al padre llegó a verbalizar que había visto a los niños muertos, pero nada más. De hecho, la Guardia Civil está convencida de que su implicación es más elevada de lo que admite, por lo que siguen buscando evidencias de su presumible participación.