La joven de 27 años detenida en Godella por matar supuestamente a sus dos hijos, Amiel, de tres años y medio, e Ixchel, de apenas cinco meses, quien permanece hospitalizada en la unidad de Psiquiatría del Hospital de Llíria, confesó ayer finalmente, tras ser explorada por el médico forense en el Hospital La Fe, que mató a los pequeños «porque Dios me lo ordenó». La exploración apunta a que la supuesta infanticida sufrió un brote esquizofrénico la noche en la que acabó a golpes con la vida de los pequeños. Así lo estima un primer informe psiquiátrico forense realizado ayer y con el que cuenta ya el Juzgado de Instrucción número 4 de Paterna, encargado del caso.

En caso de confirmarse que padece esquizofrenia, su imputabilidad quedará en entredicho, ya que es uno de los escasos trastornos mentales graves que convierte al autor de un delito en penalmente irresponsable. Así, será su seguimiento psiquiátrico a lo largo de la instrucción judicial la que determine, el día del juicio, si es absuelta penalmente por la eximente completa de trastorno mental y confinada, durante el tiempo que fije el tribunal, en una penitenciaría psiquiátrica.

La acusada de dos delitos de homicidio no dio detalles al forense sobre el momento en el que mató a los niños, algo relativamente habitual en este tipo de brotes esquizofrénicos, donde el enfermo no recuerda el lapso de tiempo en el que «sufre la descompensación psicológica».

Pese a los episodios 'extraños' que relatan conocidos y vecinos, María nunca había sido diagnosticada de trastorno mental alguno, por lo que la detenida carecía de tratamiento alguno. Eso sí, había acudido en alguna ocasión a la unidad de Salud Mental del centro de salud de Godella, pero por una posible depresión posparto, y no ha trascendido si llegó a recibir o no medicación.

La madre de los niños fue trasladada, nada más señalar dónde estaban enterrados los pequeños, a la unidad de Psiquiatría del Hospital La Fe por orden del juez, quien ordenó, a petición de las forenses, ese traslado para que fuese explorada a lo largo de la mañana de ayer por el psiquiatra forense.

La premura de ese traslado hizo que ni siquiera llegase a prestar declaración formal ante los investigadores del grupo de Homicidios de la Comandancia de València, los mismos que, a lo largo de más de cuatro horas de conversaciones lograron crear el clima necesario para que acabase confesando dónde había sepultado los cuerpos de sus hijos.

«Me los encontré muertos»

María fue localizada, desnuda y acurrucada, en el interior de un bidón de plástico a un kilómetro de su casa, una vivienda de Godella que ocupaba ilegalmente con su pareja y los niños. Fue 'Scot', un pastor belga de la Guardia Civil adiestrado en la búsqueda de personas vivas -el olor varía a partir de las 4 o 5 primeras horas posteriores a la muerte-, quien la localizó a las 13.00 horas.

Tenía arañazos y heridas por todo el cuerpo. Balbuceaba, estaba asustada y desorientada. Con un relato incoherente y entrecortado, solo acertó a decir que su marido le había pegado. No supo dar noticias de los niños. La mujer fue arropada y trasladada al cuartel de Moncada.

Durante la primera hora, apenas quiso colaborar. Divagaba y realizaba comentarios inconexos. Agentes del grupo de Homicidios permanecieron durante cuatro largas horas a su lado, ganándose poco a poco su confianza, mientras el reloj corría en contra de las escasísimas esperanzas de hallar a Ixchel y Amiel con vida.

Tras lograr el clima adecuado, María dejó de hablar de sectas y persecuciones y empezó por admitir haber enterrado a los pequeños. Según afirmó, se había encontrado a los pequeños muertos y decidió enterrarlos porque «me asusté y pensé que me iban a acusar a mí de haberlos matado».

Sobre un mapa, señaló los dos puntos donde estaban sepultados: Amiel, entre el camino de Ponent y una casa en ruinas, 30 metros al sureste de la vivienda familiar, y su hermana Ixchel, a menos de 10 metros de la parte trasera de la casa. Había llegado el momento de trasladarla a la vivienda para recuperar cuanto antes los cuerpos de los niños. La mujer fue conducida en un vehículo camuflado y, una vez en el lugar, acompañó a los agentes a los puntos exactos. Una vez halladas las tumbas, fue trasladada al Hospital La Fe.

Mientras, su pareja y padre de sus hijos, Gabriel Salvador C., de 27 años, hijo de un mejicano y una belga, permanecía totalmente en silencio en el cuartel de Moncada, ajeno y distante de todo. De hecho, incluso se negó a declarar y ni siquiera está claro que lo haga esta mañana ante el juez, cuando pase a disposición judicial -ella permanecerá en Psiquiatría hasta que lo decidan los médicos-. También Gabriel, a quien describen sus allegados como «controlador y manipulador, con fuerte ascendencia sobre María», será sometido en los próximos días a una exploración psiquiátrica, como sucede en todos los delitos graves. Su grado de implicación continúa siendo una incógnita, ya que Gabriel se limitó a admitir ante los investigadores una agresión a María al descubrir que había matado a los pequeños.

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Según esa versión, que luego no quiso aportar en una declaración formal, al despertarse el jueves y ver a su mujer con restos de sangre, preguntó por los niños y tras confesarle ella que los había matado, reaccionó propinándole una bofetada. Fue por eso por lo que María salió corriendo, hasta que, cuatro horas después, la encontró 'Scot'. De momento, ambos han sido detenidos como autores de dos asesinatos cada uno.

Las autopsias confirman que fueron asesinados a golpes con un objeto

Especialistas de criminalística invirtieron más de una hora por fosa en recuperar los cuerpos para no dañar pruebas

Las autopsias practicadas ayer a los cuerpos de los niños de Godella confirmaron las primeras sospechas de la forense que estuvo presente en el levantamiento de los cadáveres y que este diario adelantó ayer en exclusiva: Amiel e Ixchel murieron por los numerosos golpes recibidos, principalmente en la cabeza, con importantes fracturas craneales incompatibles con la vida, así como en otros puntos de los cuerpos.

La sospecha es que los golpes les fueron propinados con un objeto contundente de los muchos que los agentes del laboratorio de criminalística de la Comandancia de València localizaron dentro y fuera de la casa. En principio, la data de la muerte refrenda que los asesinatos fueron cometidos durante la madrugada, posiblemente en el entorno de la piscina.

Allí han encontrado un importante rastro de sangre, cuyas muestras ya están siendo analizadas.

Los especialistas del laboratorio reanudaron a primera hora de ayer la minuciosa inspección ocular no solo del interior y del exterior de la vivienda, sino también de las dos fosas donde fueron enterrados los pequeños.

Buena parte de los terrenos que circundan la casa donde residían ilegalmente los ahora detenidos por dos asesinatos cada uno de ellos aparecen removidos, lo que dificultó el rastreo realizado durante todo el miércoles en busca de los menores.

Fue precisamente esa la zona elegida por María, según confesaría a los investigadores de Homicidio, para llevar en brazos y dar sepultura a los niños. De hecho, ni siquiera tuvo que cavar a mucha profundidad, apenas 30 centímetros. Luego, depositó los cuerpos y los cubrió con la tierra, formando pequeños túmulos que se disimularon con el resto del terreno removido.

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La Policía Científica analiza la casa donde vivían los niños asesinados en Godella

Una vez localizados los dos puntos de enterramiento, los especialistas de criminalística iniciaron una lentísima y detallada retirada de la tierra, bajo la luz de potentes focos y con brochas y palas pequeñas, para preservar por completo cualquier vestigio que pueda incriminar a los dos acusados.

La primera fosa, en la que estaba Amiel, de tres años y medio, empezó a ser abierta a las 20.50 horas y se prolongó por espacio de más de una hora. Era la más alejada de la casa. A Ixchel la sepultó muy cerca de la parte trasera de la vivienda. Esta segunda tumba comenzó a ser excavada al filo de las 22.30 y los agentes tardaron otra hora en sacar el cuerpo de la pequeña de 5 meses.

Mientras otros agentes proseguían con la inspección en el interior de la vivienda y de la parcela que la rodea, recogiendo decenas y decenas de muestras.