El joven de 27 años que murió tras recibir seis disparos debió sufrir un ataque sorpresivo que no se esperaba. Una de las pruebas que lo revela es el cigarrillo que se estaba fumando y que se quedó agarrado entre dos dedos, lo que demuestra que ni siquiera tuvo tiempo de soltar el pitillo para tratar de defenderse o evitar los impactos. Al realizar el levantamiento del cadáver los investigadores vieron que el cigarro se le consumió en la mano.