Apenas tenía seis años cuando fue presuntamente sometida a abusos sexuales por parte de su padrastro sin entender siquiera qué estaba ocurriendo. «Me hacía cosas que hacen los mayores», le explicó la menor a la psicóloga que la exploró en un primer momento.

Este miércoles, la víctima, que ahora tiene nueve años, tuvo que enfrentarse de nuevo en el juicio por estos hechos al doloroso trago de revivir este episodio traumático que su mente ha tratado de olvidar, según aseguraron las especialistas que la han tratado.

Ante esta situación, la niña comenzó a declarar ante la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de València, pero al llegar al momento donde debía relatar los abusos que incriminaban a su agresor, se bloqueó y fue incapaz de continuar hablando.

Aunque con víctimas menores de edad se utiliza el sistema conocido como cámara Gesell, una habitación acondicionada donde la declaración es grabada y seguida de forma simultánea por las partes, para precisamente evitar esta doble victimización y facilitar que las víctimas vulnerables puedan abrirse más fácilmente con la mera presencia de un psicólogo y sin la presión de más miradas pendientes de lo que diga, en este caso esta prueba preconstituida no fue concluyente.

Eso obligó a la Sala a solicitar su presencia el día del juicio, ya que la principal carga probatoria es su testimonio. No obstante, la psicóloga del Instituto de Medicina Legal de València remarcó durante su intervención que aunque la menor también se bloqueó al recordar lo ocurrido durante la prueba de la cámara Gesell, porque ya se lo había contado a una psicóloga anterior y no quería volver a recordarlo, «el resultado debe ser respetado y valorado» de igual forma y no someterla a otro interrogatorio tres años después, «cuando el desarrollo evolutivo de la menor complica mucho las cosas».

El acusado, de 49 años, se enfrenta a una petición de pena de seis años de cárcel por un delito de abusos sexuales. El procesado, quien fue sorprendido por su pareja y madre de la niña y por la hija de éste de once años, sigue negando todos los cargos. «Soy inocente, el único delito que he cometido es estar con su madre», declaró en su último turno de palabra.

Indicios incriminatorios

Aunque no fuera valorado como prueba de cargo el testimonio de la víctima, existen otros claros indicios sobre su culpabilidad. Por un lado, el hecho de que el 28 de junio de 2015, cuando la madre de la niña y la hija del acusado regresaron a casa, en una localidad de l'Horta que INFORMACIÓN no revela para preservar el anonimato de la menor, se encontraron a la niña y al procesado en ropa interior y éste, con una erección. Para tratar de justificar su estado, el acusado alega que estaba haciendo una flexiones. «Yo no tengo la culpa de estar bien dotado», ironizó ante la Sala.

Asimismo, las pruebas periciales han permitido establecer que el relato de la menor es «coherente y consistente». El mismo hecho de bloquearse en el juicio y cuando se le interroga por lo sucedido es comprensible ya que ha manifestado varias veces a las psicólogas que «quiere olvidarlo». Asimismo, no se aprecia un interés por parte de la víctima por dañar la imagen de su padrastro. Incluso llegó a negar al principio que la hubiera tocado. «No quería prescindir de la figura paterna», aclaran las especialistas que la exploraron.

De igual modo, la menor ubica en el tiempo lo ocurrido, en fechas cercanas a su cumpleaños, y utiliza frases que le dijo el acusado que dificilmente pueden haber salido de ella como: «Tócamela que no muerde», cuando el acusado se masturbaba ante ella prevaliéndose de su relación de superioridad y parentesco.