La joven de 25 años brutalmente agredida y violada por su jefe a principios de año en un piso de València tuvo que revivir ayer, durante el juicio celebrado en la Audiencia Provincia de València, de nuevo el dolor de la pesadilla que padeció cuando el hombre, al que ella consideraba en aquel momento un amigo tras acogerla en su casa y darle trabajo, arremetió con violencia contra ella por negarse a ser su novia. La presunta brutalidad del acusado, que se enfrenta a una pena de nueve años de cárcel, aumentó cuando éste se desnudó y la joven echó mano de lo único con lo que podía atacar a su presunto agresor, su orgullo. «Empecé a ridiculizarle porque tenía un micropene, actuó bajo el complejo que tiene», argumentó la víctima, que se derrumbó y rompió a llorar varias veces.

El Ministerio Fiscal considera los hechos constitutivos de un delito de agresión sexual al mediar violencia e introducirle presuntamente el acusado los dedos en la vagina. De hecho, la joven recordó una frase de su agresor antes de forzarla sexualmente cuando se rió de su pene. «Pero tengo esto», indicó con su mano antes de agredirla.

Por estos hechos la Fiscalía solicita una pena de nueve años de prisión, pero por la paliza que sufrió supuestamente la joven, que presentaba cicatrices y moratones cuando fue explorada por el médico forense, apenas aprecia un delito leve de lesiones, por el cual solicita una multa de penas 900 euros. Por su parte, la defensa pide la libre absolución de su patrocinado al considerar que el relato de la víctima no cumple el principio de verosimilitud y que ésta ha exagerado los hechos de una forma desproporcionada a lo que fue la discusión que mantuvieron.

Durante su declaración, el acusado, de 58 años y origen argentino, negó haber agredido a su empleada, incluso que trabajara para él, argumentando que simplemente le dio cobijo en su casa pero al ver «el tipo de persona que era» le reclamaba el alquiler. Respecto a la cena que tuvieron ambos esa noche, si según él la relación era ya tan mala, apenas explicó que quedaron para que le pagara lo que le debía. «Me amenazó con denunciarme y con arruinarme la vida», alegó el procesado, que no aportó detalles de lo sucedido.

El presunto violador tampoco supo aclarar el origen de las lesiones que presentaba la joven en el pecho, el muslo, una nalga y la cara. Además dio una versión rocambolesca de los motivos por los que no le abrió la puerta a la Policía pese a la insistencia de los agentes. «No me negué a abrir, al principio pensé que era ella porque había salido y cuando insistieron estaba en el servicio en la otra punta de la casa», argumentó.

Lo cierto es que la Policía Nacional acudió al lugar de los hechos en la madrugada del 30 de enero alertados por un amigo de la víctima, a quien ésta había telefoneado pidiendo socorro. Este testigo refrendó ayer esta versión. «Me gritaba que la sacara de allí, le noté el miedo en la voz. Y luego escuché la voz de él que decía: 'Paco, no llegas a tiempo...' Y me asusté de verdad», apuntó. En el amplio despliegue policial fue necesario incluso la presencia del negociador de la Policía Nacional.

Según el fiscal, la conducta del acusado al no abrir la puerta a la Policía demuestra que estaba intentando ocultar un delito grave. Pese a ello, rebajó la indemnización de la responsablidad civil por los daños morales de 10.000 a 1.000 euros ya que la víctima no fue valorada psicológicamente, al acudir a la cita y marcharse antes de tiempo porque no quiso revivir su sufrimiento. «Cada vez que me miro al espejo y me recuerdan lo que pasó es una tortura. Hablar con la periodista fue la mejor terapia posible».