A las cuatro de la madrugada del 26 de noviembre de 2013, hace ahora cinco años, otro operario del turno de noche encontraba el cuerpo sin vida de un bebé. Como ahora, era un recién nacido de gestación completa, que había nacido sano y del que se habían deshecho arrojándolo a un contenedor de la basura. El grupo de Homicidios de la Guardia Civil hizo esfuerzos denodados por identificar a la madre, pero no dieron sus frutos y ese caso continúa sin resolver. Incluso se buscó al padre a través del análisis del cromosoma Y, que no determina identidades, pero sí precisa al milímetro a qué grupo familiar masculino pertenece -se transmite solo entre varones y es prácticamente inmutable a lo largo de las generaciones-, pero el padre no estaba fichado y tampoco sirvió para localizar el entorno del bebé.