La investigación se inició tras el descubrimiento en agosto de una vivienda de Mutxamel en la que varios testigos habían observado a unos individuos sacando bolsas de basura, con lo que parecían plantas de marihuana, y metiéndolas en varios vehículos aparcados en la calle.

Al llegar la Guardia Civil al chalé, vieron que estaba abierto y vacío, con restos de una plantación de marihuana, de unas mil plantas en su interior. También hallaron una pistola tirada detrás de una de las puertas, con una bala en la recámara, y las estancias estaban revueltas, como si hubieran salido a toda prisa.

Las evidencias conducían a una red de cultivo. Esta era una de sus casas, repartidas por la provincia, que tenían como «campos de siembra», y que estaban dirigidas por el jefe de la banda, un holandés.

La casa abandonada era una de las plantaciones de la que se encargaba un hombre de nacionalidad holandesa pero de origen marroquí, que al parecer vendía parte de la producción por su cuenta, sin que el cabecilla lo supiera, hasta que finalmente lo descubrió. Éste decidió darle un escarmiento con otros miembros de la banda, y fueron a la casa propinándole una paliza y llevándose el resto de la plantación. El hombre tras la paliza huyó de España.