Un joya, pero sin valor alguno al no estar libre de cargas. Así coincidieron ayer todas las acusaciones particulares personadas en el juicio que en la Audiencia Nacional se está siguiendo al empresario francés Roch Tabarot en calificar los terrenos que el promotor tenía en Marruecos. Un solar para un proyecto en el centro de Marraquech que no vio la luz y al que Tabarot y sus colaboradores se refieren como «la joya de la corona» con la que, «de haberme dejado», precisó el acusado, habría reflotado Riviera y ahora no habría más de medio millar de presuntos perjudicados reclamando que sea condenado a más de treinta años de prisión por los delitos de estafa y apropiación indebida. Antiguos clientes que le acusan de no haber recuperado el dinero que invirtieron en proyectos de los que Riviera desistió, como ocurrió en Murcia, o de no haber cumplido su compromiso de levantar las cargas hipotecarias en el caso de Alicante.

Pero sobre ese solar del país vecino (a donde la cúpula de la sociedad se disponía a volar en un jet privado cuando en septiembre de 2008 fue detenida en las pistas de El Altet), pesaba una hipoteca. Por lo que difícilmente podría haberse utilizado para resolver el delicado trance en que se encontraba el grupo Riviera, una situación que obligó a declarar concurso de acreedores

Este fue uno de los temas que coparon la jornada de ayer, tercera y previsiblemente penúltima de la vista oral, en la que testigos de la defensa, la mayoría excolaboradores y amigos del acusado, le dibujaron como un empresario solvente que habría sacado al grupo Riviera del bache en que se encontraba de no haber sido apartado de la gestión para dejarla en manos de los administradores concursales. Unos administradores contra los que uno de estos colaboradores, el letrado de Benidorm Ramón Alcolea, arremetido llegando a acusarles de «malvender los bienes del grupo» con el solo objetivo de cobrar su sueldo, «que era lo único que les preocupaba», afirmó ante el tribunal.

El mismo testigo insistió en que «con el solar de Marruecos se podían haber solucionado todos los problemas» y criticó que no se permitiera seguir a Tabarot con la administración del grupo, «lo que provocó que durante 16 meses no se hiciera nada, tampoco en lo relativo a ejecuciones hipotecarias, por lo que en cuanto los bancos pudieron se dieron un festín».

Ayer también declaró Michael Robles, exresponsable de ventas en Riviera y quien fue pillado en un renunció en cuanto al tiempo que permaneció en la empresa, un «olvido» que minimizó la presidenta del tribunal, Teresa Palacios, mientras mantiene a raya a las acusaciones.

«Avales auténticos»

El testigo aseguró que la información que se les trasladaba a los compradores era «veraz y transparente» y que los avales que se les entregaban eran auténticos. Una afirmación que contrasta con lo declarado el martes por perjudicados que no han podido recuperar su dinero al encontrarse con que el aval que querían ejecutar era «una fotocopia en color».

Robles desvinculó a su exjefe de cualquier relación con los clientes, añadió que ese modelo de negocio (se adquiría el departamento y una filial del grupo se encargaba de alquilarlo por un periodo de diez años a cambio de una rentabilidad de alrededor del 6%) ·había funcionado muy bien en Francia, y que en todos los proyectos «se hacía estudios de viabilidad» previos a su ejecución.

Entre los testigos citados ayer por la defensa y del que al final se desistió se encontraba el arquitecto Jesús Quesada, redactor del PGOU de Alicante que está siendo investigado por la Justicia en un proceso del que él ha sido exonerado. Y el actual gestor del complejo de Ulyss para estudiantes que Riviera levantó en San Vicente, junto a la Universidad. José Mena, de Europa House S.L. dibujó un panorama desolador de un proyecto con fases que, según declaró, o no están acabadas o andan necesitadas ya de una reforma integral por los desperfectos que presentan, que en algunos casos han obligado al cierre.