Un escenario dantesco sacado de una película de terror. Así definen lo que se encontraron los cuatro agentes de la Unidad Policía Local que llegaron en primer lugar al piso de Juan XXIII donde el pasado fin de semana un hombre de 44 años mató a sus padres, de 71 y 68 años, y a su hermano de 44. Francisco Javier M. B. está en prisión desde el lunes como presunto autor de los tres crímenes. La adicción a las drogas del sospechoso era fuente de conflictos con su familia que llegó a manifestar a la Policía que le tenían miedo.

Los policías locales aseguran que en todos los años que llevan de servicio jamás se habían enfrentado a una situación igual. «Al principio no sabíamos qué es lo que íbamos a encontrar. Sólo que un hombre había llamado al 112 para decir que habían apuñalado a su familia», explica a este diario uno de los agentes. No saben a ciencia cierta quién les abrió el portal desde el portero automático. «Llamanos a varios pisos pero suponemos que nos debió abrir él», explican. La puerta de la casa estaba medio abierta y junto a la entrada estaba la cocina, donde el sospechoso estaba sentado semidesnudo, con cortes en los brazos y una herida en el costado. Sin saber aún si éste era o no el posible autor del triple crimen, dos de los agentes inspecccionaron el piso, mientras otros dos custodiaban al sospechoso.

«Las paredes estaban ensangrentadas y la vivienda a oscuras, Conforme avanzábamos por la casa íbamos encontrándonos los cadávares iluminándonos tan solo con una linterna y por el tiempo transcurrido ya se empezaba a notar el olor de los cuerpos», relata el agente G341, que fue uno de los que tuvo que explorar el inmueble. La autopsia ha determinado que la familia fue apuñalada la tarde del jueves. Fuera en la calle, caía una intensa lluvia con truenos y relámpagos, mientras que los vecinos empezaban a acercarse frente al edificio para saber a qué había ido allí la Policía.

El primer agente que encontró los cadáveres, el G417, señaló que los cuerpos de los padres estaban en el salón nada más entrar y a continuación un baño donde estaba el cuchillo y había manchas de sangre. «Se revisaron dos habitaciones más que estaban abiertas y en ellas no había nada». El cuerpo del hermano estaba en una habitación cerrada a la que le faltaba el pomo de la puerta y que el funcionario tuvo que abrir de una patada. «Al medio metro se paró en seco. Había una persona tumbada en el suelo con signos de haber sido apuñalado». Tras la inspección en la casa, los agentes concluyeron que la persona de la cocina posiblemente era el autor.

Mientras, el presunto autor del crimen estaba custodiado por dos agentes. En ningún momento ha querido declarar sobre lo ocurrido y en sus manifestaciones espontáneas a los agentes no ha reconocido nada. Fue él quien llamó al 112 para decir que habían apuñalado a su familia y en el momento en que llegaron los agentes aún estaba con el teléfono en la mano hablando con los operadores de Emergencias a través del manos libres.

«Estaba abatido, pasivo, pero no daba la sensación de que estuviera ido. Simplemente no quería contestar. Decía que no recordaba nada pero había detalles que sí recordaba, como que el cuchillo estaba en el baño», según relatan los agentes con los identificativos G517 y G346 que estuvieron custodiándole.

«Al preguntarle qué era lo que recordaba aseguró que a las siete de la tarde habían empezado a dar golpes a la puerta de la casa diciendo que eran la policía. Según lo que dijo, se asustó y se encerró en el cuarto de baño. Cuenta que pasado un rato y cuando todo se había calmado salió y se encontró a todos muertos. Asustado y como si hubiera sido un mal sueño, dice que se fue a dar una vuelta y al volver horas más tarde vio que los cadáveres seguían allí», relatan. Los agentes suponen que es en ese momento fue cuando se autolesionó y que la herida del costado se produjo en la pelea con su hermano.