La visibilidad de un chubasquero blanco le vino muy bien a Sonia Mengod para ser rescatada el pasado sábado en aguas de Dénia tras pasar ocho horas flotando en alta mar. También llevar vestimenta ceñida, logrando un efecto de neopreno, le ayudó a evitar que el peor de los enemigos de estar tanto tiempo al albur de las aguas del mar, la hipotermia (disminución de la temperatura del cuerpo por debajo de lo normal), fuera mortal.

Pese a los 10 nudos de media, el pasado sábado en Dénia, el pequeño velero, de nombre «Oceánico», de 35 pies de eslora (tres pies y pico equivalen a un metro), fue embestido cuando iba de ceñida por una racha de unos 25 nudos que lo escoró hasta que las velas tocaron el mar. La embarcación, compuesta por seis navegantes, todas mujeres, se paró en seco. Tres de las tripulantes perdieron pie en la nave y cayeron al agua por la popa. La patrona, Conchi de Pedro, una profesional de la náutica con mucha experiencia, rescató a tres, pero Sonia Mengod no pudo ser recogida.

«Lo más importante es mantener la cabeza despejada, sin ponerse histéricos», explica Begoña Alday, directora de la Escola Municipal de Vela FDM-FVCV, «no ponerse a nadar, mover las piernas lo menos posible y flotar con el mínimo gasto de energía, a ser posible haciendo el muerto, aunque eso también depende de cómo esté el mar». El hecho de estar todavía entrando el otoño, lejos de los rigores del invierno, contribuyó a que sonia Mengod evitara el sábado una hipotermia aguda.

Sin temor a los tiburones

«Hay que mantener el calor en el cuerpo, no quitarse la ropa y, si es ajustada, mejor», añade Alday, quien despeja cualquier temor a un ataque por parte de los tiburones. «Esto no es el Caribe. Aquí los tiburones grandes son herbívoros, comen plancton; y los pequeños se asustan al ver a las personas».

Las caídas al agua son frecuentes en las regatas. Los regatistas reciben cursos para saber qué hacer en caso de accidente. Mengod, de hecho, había recibido uno recientemente en una escuela de vela de la federación valenciana, donde aprende, ya que tiene poca experiencia en navegación. No obstante, aunque «el accidente puede ocurrir siempre», la directora de la Escola apunta que la vela «no tiene accidentalidad, los niños se hacen daño cuando llegan a tierra, no en las embarcaciones», destaca, y no recuerda ningún caso similar al de la regatista.

Además, asegura que la maniobra que las tripulantes realizaban antes del suceso «era normal, no cometieron ninguna imprudencia», solo se vieron sorprendidas por una repentina fuerte racha de viento. «En el mar Mediterráneo pasa mucho, decimos que es un mar fastidioso; es impredecible, nunca sabes», asegura.

Cuando cae un tripulante, la tripulación debe enviar una señal de socorro a Salvamento Marítimo con indicaciones sobre la localización de la persona caída al agua: latitud, longitud, los grados, los minutos y los segundos. Es el Mayday, una señal de socorro, derivada del francés m'aider («ayudadme»), de la expresión completa venez m'aider («vengan a ayudarme»). Algunas fuentes apuntan a que quizás alguno de estos números no era correcto, lo que dificultó localizar a la mujer, aunque este dato no está confirmado.

Línea de vida

Para evitar el riesgo de la caída, los navegantes pueden usar el llamado línea de vida, un cinturón que va enganchado a través de un mosquetón a un cable de proa a popa. Es la única manera de amarrarse al barco. Solo es obligatorio por las noches y en condiciones meteorológicas muy adversas. Muy pocos lo usan, por incomodidad, salvo en viajes transoceánicos.

Desde Salvamento Marítimo hablan de rescate «milagroso» tras tantas horas de Sonia Mengod a la deriva. Además, afirman que «no existen palabras para describir la situación vivida por la superviviente». Begoña Alday, por su parte, afirma que la deportista ha demostrado tener «mucha sangre fría» y «agallas», además de serenidad para resistir a la situación.