Cuando se produce un asesinato los especialistas de las Fuerzas de Seguridad ponen en marcha sus protocolos de actuación en la escena del crimen para buscar pruebas contra el autor, pero la habilidad del investigador también es de vital importancia en muchos casos. La inspección ocular donde aparece el cadáver es fundamental. Los expertos buscan huellas y restos de ADN, comprueban si hay cámaras de seguridad y tratan de hablar con los posibles testigos. Determinar el móvil es fundamental para evitar ir dando palos de ciego. La toma de declaraciones de testigos ayuda a ir colocando las piezas del puzzle y no es bueno obcecarse con una sola hipótesis. Hay que reconstruir la vida de la víctima hacia atrás y cuanto más lejos se llegue más se averiguará. Teléfonos, llamadas, movimientos bancarios, todo se analiza. Si es preciso se registra la casa de la víctima, su ordenador y se intervienen teléfonos de sospechosos. La labor policial se complementa con la de los forenses que determinan la causa de un fallecimiento. Cuando hacen la autopsia recogen muestras de uñas y manos que remiten a Toxicología para averiguar si hay restos biológicos de otras personas. Sin son heridas de arma de fuego se envían también los orificios para intentar determinar la distancia de disparo con más precisión.
