Palizas a puñetazo limpio. El preso fugado de Fontcalent esta semana ha sido condenado por propinar más de tres palizas a su esposa con los puños en el domicilio familiar en el que convivían en Alicante, algunas de ellas delante de los dos hijos menores de la pareja, según la sentencia de un juzgado de lo Penal a la que ayer tuvo acceso este diario y que le impuso penas que sumaban cuatro años y medio de cárcel. El recluso desapareció justo un día antes de que el juzgado le impusiera la condena y todavía era buscado por las Fuerzas de Seguridad ayer a la hora de cierre de esta edición. El acusado, que estaba defendido por el abogado Francisco Moreno Arranz, negaba en el juicio los hechos y cuestionaba la veracidad de las denuncias.

El fallo considera probado que la víctima sufrió un trastorno de estrés postraumático por estos hechos. Tal como ha publicado este diario, el personal del penal alicantino detectó la ausencia del preso durante un recuento de rutina efectuado el miércoles por la noche. La víctima está con protección policial y el juzgado ha dictado una orden de busca y captura.

Además de condenarle a cuatro años y medio de cárcel por tres delitos de malos tratos en el ámbito familiar, el fallo le impone una orden de alejamiento que le impide acercarse a la víctima durante los próximos once años. La juez no ha dictado ninguna indemnización después de que la perjudicara renunciara a ella durante el juicio, según argumenta el fallo.

Agresor y víctima tenían dos hijos en común y estaban casados desde el año 2009. Él era de nacionalidad marroquí y ella era española y las relaciones entre las dos familias eran punto de conflicto constante en la relación de pareja. En el momento de su desaparición se encontraba como preso preventivo en Fontcalent y tiene pendientes dos juicios por haber vulnerado la orden de alejamiento que le impedía acercarse a su víctima.

Según el fallo, el acusado ha tratado desde el inicio de la relación a su expareja de forma despectiva y violenta, «dándole empujones y bofetadas», controlando su forma de vestir y con qué personas se relacionaba e incluso impidiendo que contactara con su familia más próxima. La sentencia considera probado que entre los meses de febrero y 2015 el acusado tuvo una violenta discusión con su mujer que acabó con éste golpeando la cabeza de ella contra la pared y la puso un destornillador en el cuello y en las costillas diciéndole que se lo iba a clavar sino se callaba. La última de las agresiones tuvo lugar el 23 de agosto de 2015, fecha en la que el acusado propinó una paliza a puñetazos a su mujer porque le despertó mientras estaba durmiendo porque ese día no tenía que a ir trabajar. El fallo declaraba probado que el hombre le propinó un puñetazo en la mandíbula y otro en las costillas. Los vecinos vieron a la mujer con la boca ensangrentada el día que se produjo la agresión.

La magistrada se ha basado en la declaración de la víctima para dictar la condena, que considera que fue «contundente y clara» sobre los hechos. Un testimonio que se ha visto respaldado tanto por el parte de lesiones de la última agresión, así como las declaraciones de los vecinos que frecuentemente escuchaban las discusiones de la pareja. Aunque no se pudo concretar una de las agresiones sufridas por la mujer, en la que el hombre le amenazó con un destornillador, la juez sí que encuentra pruebas de que ésta tuvo lugar, aunque la mujer no la denunció en un primer momento por miedo. Según argumenta la sentencia, esta agresión ha podido quedar probada por el trauma psicológico sufrido por la mujer, ya que en esta ocasión «llegó a temer por su vida», tal como declaró a la psicóloga.