El acusado de matar a una prostituta en el barrio del Raval Roig de Alicante reconoció ayer que estuvo con ella esa noche y que tuvieron una discusión, pero que la mujer se marchó por su propio pie de la casa. Un jurado popular juzga desde ayer este crimen ocurrido la madrugada del 14 de noviembre de 2012 y por el que la Fiscalía pide doce años de cárcel al único acusado por un delito de homicidio. La defensa, que llevan los abogados José Luis Sánchez Calvo y Aitor Esteban Gallastegui, incidieron en que la Policía se centró en este acusado, descartando otras líneas de investigación como el entorno de la víctima. A juicio de la defensa, las pruebas sólo demuestran que el acusado estuvo con la fallecida, pero no que la matara.

El acusado, que está en libertad bajo fianza por estos hechos, aseguró que esa noche había tenido una discusión con su pareja por una infidelidad por lo que se fue a pescar y más tarde solicitó los servicios de una «señorita de compañía» en la avenida de Dénia. «Le dije que se viniera a mi casa durante dos horas y le pagaría 150 euros», explicó, a lo que añadió que en ese momento «sólo tenía 50 euros encima, pero en mi casa tenía un bote con dinero». Al llegar allí, se encontró con que su novia tras la anterior discusión se había llevado todo el dinero.

Según su versión, la prostituta se enfadó mucho y se puso a gritar. «No tenía ninguna gana de discutir, así que la eché de casa», declaró. El acusado admitió haberla empujado, momento en el que ella se golpeó contra la puerta. «Ni siquiera vi sangre. Ella estaba bien y se marchó por su propio pie de allí», insistió. El acusado sostiene que desde la ventana la vio hablando en la calle con unos rumanos que tenían ocupada una vivienda próxima a la suya.

La Fiscalía sostiene que durante la discusión en la vivienda el acusado golpeó «salvajemente» a la víctima en la cara, rompiéndole varios dientes y una fractura craneal, para posteriormente estrangularla. A continuación, cargó con el cuerpo y lo dejó abandonado en la calle donde fue localizado por un vecino a las 6.30 horas. El ministero público solicitó al inicio del juicio que no se dejara llevar por sus sentimientos, ni por pena hacia la víctima, ni hacia el acusado, sino valorando las pruebas. El fiscal basa su acusación en el hecho de que había en los restos de ADN de acusado y víctima en prendas de vestir y el domicilio, así como que un móvil de la fallecida apareciera en el coche del presunto homicida y que en las imágenes de una cámara de seguridad en los instantes posteriores al crimen y en las que aparece una fugaz visión de alguien portando un bulto en brazos donde se aprecian unas botas blancas.

El procesado se limitó a decir que no era suya una cazadora que apareció en un contenedor de basura próximo al lugar donde estaba el cadáver y que tenía restos de ADN de éste. Al ser preguntado por la presencia de estos restos genéticos, respondió que solía dar ropa y comida a los rumanos que vivían cerca de su casa. Un momento en el que el acusado se vino abajo y casi empezó a llorar fue cuando el fiscal empezó a preguntar sobre el hallazgo del móvil de la fallecida en el coche de él. Entre lágrimas empezó a reiterar que no había hecho nada y que su familia lo había pasado muy mal. El acusado puso en duda el registro policial diciendo que los agentes llevaban hasta cuarenta minutos registrando el coche y «de repente apareció una chica y dijo que estaba allí» y sacó el teléfono. Según su versión, su padre es agente del Cuerpo Nacional de Policía y fue trasladado a Melilla después de que denunciara a sus mandos por diversas irregularidades. Cuando el fiscal le insistió en que las señales del repetidor situaban el móvil en el coche, éste se limitó a responder que el móvil no estaba allí y que los agentes hasta le habían llegado a colocar un dispositivo para controlar sus movimientos, algo que había sabido hace poco por informaciones de otros compañeros.

Desde la defensa se sostuvo que los investigadores se centraron demasiado en el acusado, descartando otras líneas de investigación, como su relación con su proxeneta. Ni las compañeras de trabajo de la víctima, ni sus familiares han podido ser localizados para el juicio. El proxeneta en cambio declarará en el proceso como testigo.