¿Has escuchado alguna vez el concepto de responsividad? ¿Sabes a qué se refiere? Imagina que una madre está en el parque con su hijo cuando, de repente, se cae del tobogán donde estaba jugando con otros niños. La madre acude inmediatamente a calmar a su hijo. Una vez que ha tranquilizado a su hijo, éste vuelve a jugar con sus amigos.

Podemos decir que la madre ha sido responsiva, puesto que ha calmado y abrazado a su hijo hasta que se ha tranquilizado. De este ejemplo podemos decucir que la responsividad consiste en atender y cubrir las necesidades que muestran nuestros hijos. Dar respuesta a la necesidad que manifiestan.

Nuestra acción debe ir en sintonía con las necesidades que presenta el menor. Por ejemplo, si nuestro hijo tiene frío, le ofrezco ropa para abrigarse. En ningún momento se nos ocurre darle un vaso de agua para calmar ese frío, ¿verdad? Lo mismo ocurre con las necesidades afectivas. En caso de que el niño sienta miedo, lo que necesita es un adulto que le permita la emoción, se haga cargo de él y le calme su miedo. El miedo no se calma de manera sana ni con comida ni negándole la emoción al niño. En estos casos diríamos que los adultos no están siendo responsivos ante las necesidades que tienen los menores.

Suelo explicar que una de las funciones determinantes que tenemos las madres y los padres consiste en cubrir las necesidades de nuestros hijos, sean del tipo que sean.

Las necesidades pueden ser fisiológicas, afectivas, sociales o cognitivas. Todas ellas deben ser legitimadas, atendidas y cubiertas por los adultos significativos que estamos alrededor de los niños. Lejos del mandato social de no darle al niño lo que necesita para no hacerle dependiente debemos saber que la relación causa-efecto es justo la contraria: como es dependiente, tenemos que cubrir todo aquello que necesita. Y aquí entra en juego el concepto que estamos desarrollando hoy: la responsividad.

Los padres somos responsivos cuando atendemos y cubrimos las necesidades que presentan nuestros hijos. Los estudios llegan a la conclusión de que los adolescentes y adultos con apego seguro, alta autoestima y resilientes fueron niños que tuvieron padres responsivos y madres responsivas, es decir, que supieron sintonizar con sus necesidades (fisiológicas, afectivas, sociales o cognitivas) y se las cubrieron de manera suficiente buena.

Comentábamos unas líneas atrás que si queremos que el día de mañana nuestros hijos sean personas seguras, con capacidad de toma de decisiones, pensamiento crítico y capaces de gestionar el estrés y la tristeza, necesitamos que en el momento presente sus padres les cubran sus necesidades, o lo que es lo mismo, que sean responsivos. Ahora bien, si el objetivo es que los padres seamos responsivos, ¿qué requisitos previos son necesarios para poder serlo? Son cuatro las fases que cristalizan en una madre responsiva o un padre responsivo. Veámoslas de manera breve:

  • Disponibilidad física: se refiere al hecho de estar físicamente con nuestros hijos. Cómo voy a poder darle a mi hijo lo que necesita si no estoy con él. En los momentos en los que estamos en el trabajo, no estamos disponibles para nuestros hijos. Otras personas se estarán haciendo cargo de él.
  • Accesibilidad afectiva: en ocasiones estamos físicamente disponibles para nuestros hijos porque estamos con ellos en el parque o en su habitación, pero no estamos accesibles afectivamente porque estamos mirando el móvil o absortos en nuestros problemas.
  • Sintonización: una vez que estoy con mi hijo y estoy accesible, ya estoy en disposición de sintonizar con sus necesidades. La sintonización consiste en conectar con sus emociones, pensamientos, sensaciones y su situación para entender cómo se siente y qué necesita.
  • Responsividad: solo si hemos recorrido los tres pasos anteriores podremos darle a nuestro hijo aquello que realmente necesita. Ojo: no consiste en darle de manera indiscriminada aquello que precisa. Si lo llevas al extremo, puede ser contraproducente. Debemos cubrir su necesidad, pero en su justa medida. Por ejemplo, si nuestro hijo tiene sed y le damos 10 litros de agua, seguramente le estaremos agobiando. Todo en su justa medida.

Una vez que hemos definido qué es la responsividad y hemos desarrollado cuáles son los requisitos para poder ser padres responsivos, vamos a ver algunas ideas prácticas generales que pueden ser útiles para ejercer como padres responsivos:

  • Los niños necesitan cantidad y calidad de tiempo con sus padres. No dejes de aprovechar cualquier oportunidad que tengas para estar con tus hijos.
  • Muéstrate empático y sensible ante las necesidades que puedan tener tus hijos.
  • Recuerda que las necesidades no son caprichos ni deseos. Deben ser cubiertas de manera adecuada y sensible.
  • Protege a tu hijo. Cuidado, no hablamos de sobreproteger sino de proteger cuando así lo necesite.
  • Fomenta su autonomía. Tan importante es que sean protegidos cuando se sientan vulnerables como fomentar y reforzar su capacidad de hacer las cosas por sí solos (autonomía y curiosidad).
  • Padres suficientemente buenos. Recuerda esta idea de Donald Winnicott que hace alusión a que no es necesario que seamos superhéroes para atender adecuadamente a nuestros hijos.
  • Distingue entre necesidad(algo que es imprescindible) de un deseo (capricho o lujo).
  • La dependencia del neonato solo se resuelve de manera sana mediante los buenos tratos. Cuida, protege y abraza a tu hijo.
  • Recuerda que somos mamíferos y que necesitamos de los demás para vivir de manera plena y equilibrada.
  • La responsabilidad de cubrir las necesidades de los niños es de sus padres.
  • Un niño nunca debe calmarse o tranquilizarse solo. No es buena señal que esto sea así. Siempre tiene que haber un adulto significativo que le calme.
  • En ocasiones, nuestros hijos necesitan que les expliquemos qué está pasando en el exterior o en su cabecita. No se lo niegues. Dale una explicación o narrativa coherente.
  • Confía y empodera a tu hijo.
  • Establece límites claros y respetuosos. En ocasiones, la mejor manera de decirles a nuestros hijos que les queremos es diciéndoles no.
  • Permite y propicia pequeñas situaciones en donde tengan que tolerar la frustración. Será un gran aprendizaje para ellos.
  • No te canses de explicitar el cariño que le tienes a tu hijo. Nunca es suficiente.

Espero que estas pautas o ideas generales os sirvan de trampolín para seguir creciendo como madres y padres. Considero que la responsividad es una característica fundamental de los padres y las madres que desarrollan apegos seguros en sus hijos. Ánimo con la difícil y emocionante tarea de servir de guía de vuestros hijos.

Accede al portal Gestionando Hijos y disfruta de más consejos y claves de nuestros expertos.

portal Gestionando Hijos