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Cómo leer las emociones de los demás a pesar de la mascarilla

La protección, obligatoria desde el pasado martes, oculta el 60% de la expresividad del interlocutor. Así puede interpretar el 40% restante a través de las cejas

Cómo leer las emociones de los demás a pesar de la mascarilla A. V.

Visita a un cliente que duda de si cerrar o no el negocio. A metro y medio y con la barra separándoles, se saludan. Sólo pueden verse los ojos. A los pocos minutos se da cuenta de que algo falla, porque comprende lo que dice pero no está seguro de entender cómo se siente. No ha sido fácil hacerle una oferta porque no ha sentido seguridad en la negociación. Quizá sin la mascarilla hubiera sido más sencillo.

En efecto, la obligación de llevar cubrebocas, vigente desde ayer, institucionaliza una nueva manera de relacionarnos en la que no habrá acercamientos afectuosos y se reducirá la expresividad facial. “Esta situación va a durar, siendo optimistas, varios meses más, por lo que tendremos que aprender a leer las emociones de otra manera”, explica Javier Torregrosa, experto en comunicación no verbal y formador en Fundeun. No sólo los profesionales van a verse afectados por la falta de información. “Le va a pasar a todo el mundo, incluso a personas que se conocen, parejas o padres e hijos”, asegura.

Para la interpretación del pensamiento del otro utilizamos fundamentalmente la cara. El movimiento del cuerpo, es decir, la tensión o rigidez o los movimiento con la cabeza, “no indica emoción por sí solo, sino que confirma lo que transmite el rostro”, explica Torregrosa, por lo que “la cara es el único indicador fiable que nos permite leer la emoción de alguien”. Esta lectura, saber si le gustamos o no a la otra persona, “es importante por una cuestión de supervivencia, de autoprotección”, y por ello permanece en nuestro cerebro como una actividad imprescindible y la mayoría de las veces inconsciente, según el sinergólogo alicantino.

“La boca y las cejas son las dos partes de donde nuestro cerebro recoge información de nuestro interlocutor. El problema es que el 60% de la información emocional que percibimos del rostro se obtiene de la boca y las comisuras de los labios”, según este especialista, una zona que queda completamente cubierta por la mascarilla. El protector deja a la vista los ojos y las cejas, donde reside el 40% de la comunicación no verbal facial. Para Torregrosa, es aquí donde debemos esforzarnos en captar las reacciones del otro durante una conversación.

Los sentimientos de ira y asco, así como los de miedo y tristeza, modifican de la misma forma la parte superior de la cara. “A lo mejor no podemos diferenciar la ira del asco, pero sí podemos diferenciar las emociones negativas de las positivas. Podremos ver si el otro siente rechazo hacia nosotros, si necesita ayuda porque sus cejas indican miedo o tristeza o si su alegría es verdadera o falsa”, añade el experto en comunicación no verbal.

Leer las cejas

“Tanto con la tristeza como con el miedo, los extremos de las cejas caen y la parte central tiende a subir. También nos sirve fijarnos en las arrugas de la frente, que pueden aparecer en forma de ola”, señala Torregrosa. Además de estos indicadores y “siempre que nuestras cabezas estén al mismo nivel”, cuando la persona “muestra la esclera o el blanco de los ojos entre el iris y el párpado superior, podemos estar seguros de que se trata de miedo, aunque no es demasiado frecuente”, opina el formador de Fundeu.

Más complicado resulta distinguir entre ira y asco, ya que “las cejas son exactamente iguales en ambas emociones”. Así, indica que “en ambos casos bajan, pegándose a los ojos como para fijar la mirada, algo más en la parte del entrecejo y levantándose un poco en los extremos”. Para detectar asco o rechazo deberíamos poder “fijarnos en si la nariz sube y se arruga, pero si la mascarilla está bien puesta no lo veremos”, apunta. Eso sí, si aparece esa esclera en la parte inferior del ojo, “podríamos reforzar que se trata de rechazo más que de ira”.

Un tercer grupo de emociones negativas perceptibles sin ver los movimientos de la boca incluye la soberbia acompañada de desprecio, en la que las cejas “suben pero bajan los párpados”. “Nuestro cerebro límbico, que es una especie de mejora del cerebro reptiliano, se centra más en detectar las emociones negativas porque son las que nos ayudan a sobrevivir, a no perder de vista lo importante para nuestra supervivencia”, explica el especialista en sinergología.

La buena noticia es que el protector obligatorio no nos va impedir reconocer cuándo alguien se alegra de lo que decimos o está feliz de vernos. “Solemos pensar que la alegría se recoge en la sonrisa, pero el único indicador fiable de la felicidad está en la parte superior de la cara, no en la boca. Son tres elementos los que la revelan: pómulos ligeramente hinchados, las arrugas en la esquina exterior conocidas como patas de gallo pero, sobre todo, la vemos cuando aparece una pequeña bolsa bajo el párpado cuando suben los pómulos”, sostiene el especialista en gestualidad. “Todo el mundo se va a enterar de nuestras emociones positivas aunque llevemos la mascarilla”, añade.

Hablar más

Llega a una cafetería y hay otras dos personas esperando a sentarse. Todos miran al camarero, que les devuelve un gesto rápido incomprensible mientras desinfecta una mesa. No saben cómo proceder y permanecen quietos y a distancia hasta que alguien haga algo. La nueva normalidad produce situaciones como ésta y habrá que adaptarse para que todo fluya con toda la naturalidad posible. ¿Es recomendable entonces forzar la expresividad en nuestros encuentros de los próximos meses?

Torregrosa cree que es mejor opción compensar la pérdida de información facial con más comunicación verbal. “La solución es que expliquemos mucho más las cosas. Antes, en las situaciones de silencio, nuestro cerebro leía el contexto y sacaba datos. Ahora, la distancia y las mascarillas van a hacer necesario que lo expliquemos todo mucho mejor”, afirma. No dar por sentado que el otro nos comprende y hacer un esfuerzo extra con palabras es, a su juicio, la mejor forma de evitar los, aún más ahora, inevitables malentendidos.

“No creo que esta situación dure mucho tiempo, pero si alguien se la juega en negociaciones cara a cara durante estos meses, recomiendo formación específica”, añade el especialista, quien no descarta la utilidad, al respecto de la comunicación, de las mascarillas con pantalla transparente en la zona de la boca en profesiones de cara al público.

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