"Después de salir por Punta Ballena, volví al hotel con mi amigo Mike. Me dejó en la habitación. Por lo que puedo recordar, salí fuera a fumar. Mientras estaba fumando, empecé a vomitar. Y, mientras vomitaba, me caí del segundo piso. No había nadie allí en ese momento. Tuve suerte de que pasó gente, porque Dios sabe qué habría pasado si ellos no me hubiesen encontrado. ¿Habría muerto allí?".

Jack, un joven británico de 23 años, recuerda con estas palabras el momento fatídico en que se precipitó en Magaluf. La suya es una de las historias que engrosan cada verano una negra estadística de accidentados. Recientemente, ofreció su testimonio para una serie documental del canal público BBC Three, en que cuenta cómo se vio obligado a hacer una larga recuperación para poder valerse otra vez por sí mismo.

Sólo este año se han registrado en Magaluf cinco episodios de balconing de gravedad, que acabaron con un turista de 20 años muerto y otros cuatro heridos. Además, la Policía ha interpuesto 11 denuncias a turistas entre junio y agosto por realizar prácticas de riesgo al saltar de balcón en balcón.

A Jack le contarían semanas después qué le había sucedido esa noche de verano en que estuvo a punto de morir. Él no lo recuerda, porque los médicos que le atendieron le indujeron enseguida el coma.

"Tenía un derrame cerebral. Me rompí cada hueso de mi cara. Me rompí mi muñeca derecha. Mi pelvis quedó hecha trizas. Me disloqué la pierna izquierda. Y se me rompió la rótula", enumera Jack, quien señala que los doctores les dijeron a sus amigos que no sabían si él iba a superar la primera noche. "Honestamente, pensé que había muerto", dice su hermano.

"Entonces, desperté"

Dos semanas después del accidente, salió del coma. "Entonces, desperté", explica Jack. Sin embargo, la pesadilla seguía allí. "De la forma en que me disloqué la pierna izquierda era muy peligroso, porque estaba cerca de la médula espinal. Me podría haber quedado paralítico", expone.

Empezó entonces un calvario de operaciones. Le colocaron placas en la cara, porque la tenía destrozada. Le tuvieron que reconstruir las cavidades de los dos ojos. Le operaron para ponerle una nueva dentadura.

Poco después de volver a su localidad natal de Wolverhampton, Jack no podía valerse por sí mismo, pero detalla cómo progresivamente fue ganando en autonomía hasta poder llevar una vida normal. Y así se muestra en el programa de la BBC Three, donde se le ve paseando a su perro y con una cicatriz en la cara como único recuerdo del accidente que pudo ser mortal. Ante las cámaras, Jack asegura que le gustaría dar las gracias a la persona o personas que le encontraron inconsciente en la calle, al tiempo que exhibe acritud a la hora de hablar de la seguridad de los balcones de la zona: "La barandilla apenas me llegaba por la cadera".