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Análisis

"No jugar en la calle tiene consecuencias físicas y psicológicas"

Petra María Pérez, catedrática de la Universidad de Valencia, asegura que "la pérdida del juego tradicional ha reducido el tiempo de infancia"

Algunos juegos de toda la vida están desapareciendo. SHUTTERSTOCK

La gallinita ciega, el pasimisí, el escondite, el burro, la rayuela, la comba, el pilla-pilla, el diábolo, la goma, la peonza... el mundo del juego callejero abarca cientos de posibilidades que han sido deleite y entretenimiento de generaciones y generaciones. Las horas de patio, las tardes en los jardines del barrio, los ratos de parque y las aventuras de fin de semana con vecinos y amigos siempre han dado como resultado la aparición de diversos juegos que han ido pasando de padres a hijos. Actividades lúdicas que han marcado la historia de la infancia y que ahora mismo están en peligro de extinción.

Porque los nuevos niños han dejado de jugar en las calles y con sus vecinos en pro de un tiempo de ocio más ligado a las nuevas tecnologías y una vida enfocada al hogar. Según Petra María Pérez, catedrática de Teoría de la Educación de la Universidad de Valencia y autora de diversos estudios sobre el juego en la infancia, "los contextos donde se socializan y educan han cambiado mucho. Antes era la familia, la escuela, el campo, los pueblos, la calle... esta última y las ciudades están vetadas por los peligros que les acechan".

Los modos de vida, lo frenético del día a día, la inseguridad en las calles, la conciliación... son muchas las variables que influyen en una serie de generaciones que recordarán más las partidas al 'Fornite' que los ratos de campo quemado en el parque."Además, tienen pocos hermanos y si no son de pueblo. donde viven muy pocos niños, no conocen a los vecinos. Han ido cambiando mucho sus condiciones de vida", señala la catedrática, que además hace hincapié en que "están muy sobresaturados de tareas escolares durante el invierno porque los padres entienden que hay que prepararlos para el futuro, y en realidad todo esto, con el avance de la cultura urbana de vivir en grandes ciudades y barrios muy poblados, ha ido haciendo que los más pequeños vayan perdiendo libertad. Ahora mismo nadie deja salir a la calle a un niño solo".

4,1%juega con sus vecinos

63,8%juega con sus hermanos

27,4%juega con sus amigos

59,1%juega con sus madres

Pero la pérdida de actividades que, a priori, parecen únicamente fomentar lo más lúdico de la infancia, puede tener consecuencias a largo plazo para los más pequeños. En palabras de Pérez, "antes era normal salir de la escuela, coger el bocadillo e irte a jugar a una plaza o cualquier sitio. Había patios en las casas de vecinos e incluso las casas eran más grandes, podían jugar en los pasillos. Todo ha ido evolucionando de forma que se han ido perdiendo los espacios terciarios donde jugaban los niños. Esto también va unido a que tienen pocos hermanos en edad de juego, ya que para esto hay varias edades, no es lo mismo el juego simbólico que la ejercitación o el de reglas, si se llevan muchos años no está en la misma etapa".

Así pues, el desarrollo psicológico, social o de aptitudes motrices se puede ver afectado por la desaparición del juego tradicional. "Para mí, la consecuencia más importante es la reducción de la infancia. Los niños se apropian cuanto antes de modelos adultos porque es a lo que están expuestos al no estar con otros jugando. Solo conviven con adultos, los que viven con ellos y también los que ven a través de la televisión. Quitando los programas de Disney, las cadenas han quitado todo lo que tiene que ver con niños. No hay espacios específicos para ellos. También están muy expuestos a los adultos a través de otras pantallas".

"El juego es una escuela de ciudadanía, te enseña que no puedes agredir al otro y a derivar la frustración sin que llegue a la agresividad"

Petra María Pérez - Catedrática de Teoría de la Educación de la Universidad de Valencia

Según el estudio sobre juego y familia elaborado por Pérez para el Observatorio del juego y el juguete, " se constata que la funcionalidad del tiempo de ocio familiar no está en términos generales asegurada. Entendemos que la cantidad de juego es claramente insuficiente. Los niños necesitan jugar con otros para su desarrollo integral y no sólo para divertirse como manifiestan los padres (78,7%), sino porque el juego socializado es el que permite el mayor desarrollo de competencias emocionales y sociales". Algo que la propia catedrática recalca. "El tema de las pantallas es un problema. Cuando juegan se ejercitan. Por ejemplo, desde el punto de vista físico se mueven y hace ejercicio. Siempre han llegado hasta el agotamiento con el juego y han querido seguir. Esa parte ya no está. De ahí que haya obesidad infantil", señala.

Y no solo es el ejercicio lo que se pierde en el camino del juego de toda la vida, Pérez señala que "afecta a todo". "El uso de las pantallas tiene otras derivaciones muy malas para el desarrollo de los niños. Aunque ahora se unen a otros con los videojuegos, no existe la creatividad. Ya no se dan las normas, sino que están dadas. Todos nos acordamos cuando jugábamos, que había unas reglas que había que cumplir y si no las acatabas estabas fuera. Esto era el aprendizaje de la norma democrática, que es muy importante porque es la ley de todos y la que hay que cumplir. El juego también es una escuela de ciudadanía, te enseña que no puedes agredir al otro, por ejemplo, a derivar la frustración sin que llegue a la agresividad y, sobre todo, a pactar las normas con los demás y que no sea lo que tú quieres".

Desarrollo cognitivo y empatía

Pero las enseñanzas de lo tradicional frente a las nuevas tecnologías va un poquito más allá. El desarrollo cognitivo es otra de las materias que quedan cubiertas con las actividades de siempre y al aire libre. "Ahora diagnostican muchos hiperactivos, no digo que no los haya ni mucho menos, pero es que esos niños antes jugaban y descargaban unas energías que les permitían centrarse después para estudiar y para todo", sentencia la catedrática, que además agrega que "además, los chavales aprenden mucha empatía. A los que tienen minusvalías, por ejemplo, no se les deja aparte nunca. En general se permite participar a todos".

Y aunque la especialista reconoce que "las pantallas también tienen cosas buenas, como aprender estrategia, coordinar la mano-ojo, desarrollar la capacidad de atención, contar con las posibilidades de llegar por distintos caminos al mismo sitio..." sabe que no son suplentes de un tipo de juego que espera que no quede en el olvido. "Todas las culturas de todos los países y tiempos han jugado. La necesidad de la simbolización es una característica del ser humano, por lo que es difícil, por ejemplo, que desaparezcan las muñecas. Pero esas actividades que se iban generando sobre la marcha y que se creaban en distintos lugares, si no se dan las condiciones, desaparecerán".

Como conclusión, la catedrática lanza un mensaje que podría convertirse en solución para no terminar con algo histórico de la infancia. "Si los padres entienden la importancia que tiene el juego, que no solo es diversión aunque sea la función principal, y que no se pueden cubrir con las máquinas, aunque les entretengan y sea cómodo, que tienen que tenerlas un tiempo limitado y que tienen que conocer a otros niños cercanos, además de sacrificarse e ir con ellos y otros padres donde puedan jugar, habremos adelantado mucho".

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